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– Estaré encantada. -Sonreía formal-. Pero con respecto a ti, Jaime, ¿qué hay de tu libertad y de tus ideales?

– Los tuve, Karen. Fui por un tiempo un hippy tardío en busca de una libertad idílica. Los ideales se fueron y dejaron un vacío que me hace sentir mal en muchas ocasiones.

– ¿Ves Jaime? Yo sabía que no me equivocaba contigo. -Ella puso ahora su mano en la rodilla de él-. Te dije que éramos iguales, ¿lo recuerdas? Y tú bromeaste sobre ello.

– Sí, lo recuerdo, pero ¿cómo sabías que yo era sensible a esos temas? ¿Cómo sabías que mi primera preocupación no era el béisbol o los coches de carreras?

– Qué importa cómo; quizá fuera el instinto; lo importante es que tú eres uno de los nuestros. Únete a nosotros para luchar por tu libertad y la de los demás.

– Karen, ¿qué papel desempeñas tú en el grupo? -Jaime se sentía inquieto, había algo que no terminaba de encajar.

– Soy una más, como todos. Creo en su lucha y lucho con ellos. El único distinto es Dubois; es un buen cristiano o perfecto que hace las funciones de obispo y tiene a sus asistentes primero y segundo ubicados en San Francisco y San Diego. Su función es puramente espiritual y rechaza cualquier tipo de violencia, aun aceptando que otros luchemos en defensa de nuestros ideales. Pero ¿qué importa ahora? Lo importante eres tú. Encajarás perfectamente. ¿Qué me dices?

– Quisiera saber más sobre el grupo, Karen. En especial sobre su lucha y lo de la obediencia. -Algo en su interior le avisaba que no se comprometiera, pero temía perder a su amiga-. Quizá esa gente tenga algo de lo que voy buscando, y me intrigan. Pero sobre todo me importas tú. Ésa es la razón por la que estoy contigo ahora y por la que estaré con tus amigos para conocerlos mejor.

– ¡Esto es estupendo, Jaime! -dijo ella con un saltito y dándole un beso en la mejilla-. ¡Verás cómo te gustará!

El sol se había ocultado dejando un espectacular resplandor rojizo, en violento contraste con el azul oscuro de las nubes del horizonte.

El tráfico era más intenso, y los coches llevaban las luces encendidas. Continuaron un tiempo en silencio mientras escuchaban la música de la radio y sus propios pensamientos.

– ¡Esto hay que celebrarlo! -Karen rompió el silencio al cabo de un tiempo-. Tengo algo de comida en la nevera y una buena botella de vino. Creo que voy a poder convencer a mi cocinera de que nos prepare una buena cena.

– ¿Te refieres a tu emigrante ilegal rubia y de ojos azules?

– La misma -Karen mantenía su mano en la rodilla de él.

– Acepto encantado.

– Pero antes deberíamos recoger tu pijama.

– ¿Te molesta si duermo sin él? Karen soltó una de sus risas cantarinas.

MARTES

25

– ¿Te has enterado de que Daniel Douglas ha dejado la Corporación? -preguntó Jaime.

Cenaban hamburguesa y ensalada en Roco's, y era su primera cita desde el beso de despedida, la mañana del lunes, en el apartamento de Karen; Jaime había esperado con ansiedad este encuentro los casi dos largos días pasados sin verla.

– Algo he oído. Pero tú sabrás más.

– El lunes, White me llamó para darme la noticia. Circularon una ambigua comunicación oficial terminada con aquello de «le deseamos lo mejor en sus nuevos proyectos profesionales», pero en realidad lo han echado.

– ¿Sabes por qué? -Karen parecía cuidadosa.

– No oficialmente. Pero todo se sabe y Laura, mi secretaria, me dijo que era un lío de faldas. Le pedí aclaración a White y me contó, de forma muy confidencial, que Douglas había tenido un asunto con una de las mujeres que trabajaban para él. Se llama Linda Americo, es joven, atractiva y una ejecutiva ambiciosa, que ascendió muy rápido gracias a él.

– ¿Y lo han echado sólo por eso?

– Yo no tenía buenas relaciones con Douglas, pero sí un trato frecuente. Era de esos tipos que siempre tienen las fotos de su mujer e hijos en lugar visible y destacado del despacho. Incluso unas Navidades envió como tarjeta de felicitación una foto de toda su familia engalanada frente al hogar y el árbol decorado. Era muy conservador, política y socialmente; me asombra lo ocurrido.

– Esos que quieren aparentar ser tan morales son los que esconden los esqueletos más feos en los armarios. -Comentó Karen sonriendo con ironía.

– No sabía que existiera tal affaire, pero comprendí que tenía problemas con Linda cuando la semana pasada intentó convencerme de incorporarla a mi equipo, ascendiéndola.

– Parece que llegó tarde.

– Me temo que sí. He estado esperando y, como Douglas no daba señales de vida, hoy le he llamado a su casa. Está destrozado, no sólo por su trabajo, sino porque quizá su mujer le pida el divorcio. Linda lo ha utilizado para progresar y, al negarle él una nueva promoción cuando ella la quería, le amenazó primero y luego cumplió su amenaza.

»La chica tenía prisa, lo ha exprimido miserablemente y cuando no ha podido sacar más de él, lo ha dejado tirado, pisándolo como pisas una lata de refresco usada, por el simple placer de oír el ruido que hace al aplastarse contra el suelo. Le ha destrozado la vida, tanto en lo personal como en lo profesional.

»Es una ambiciosa que no ha dudado en buscarlo, seducirlo y abrirse de piernas cuando Douglas le podía dar lo que ella quería. Y cuando no pudo sacarle más, se ha ensañado con él. ¿No podía simplemente dejarlo? Ella sabe lo puntilloso que es Davis en lo referente a las relaciones sexuales entre los empleados y, cuando lo denunció, sabía que acabaría con él. Linda es una mujer hermosa, pero me da un asco infinito.

– Oye, ¡espera un momento! -Karen había perdido su sonrisa y le cortó con brusquedad-. Estás sacando conclusiones demasiado deprisa. ¿Cómo sabes que la versión de Douglas es la correcta? Yo lo veo distinto. Han tenido un asunto que ha terminado mal. Tú dices que ella lo ha usado para ascender. Yo conozco a Linda y es una mujer profesionalmente muy capaz, que hubiera ascendido igualmente. Además, si ella ha obtenido ventajas profesionales gracias a su relación con Douglas, es culpa de él. ¿Qué le daba ella a cambio? -Karen fruncía ligeramente las cejas y hablaba con una dureza desconocida hasta entonces por Jaime; no esperó a que él respondiera-. Le daba una relación cómoda y halagadora en la que él se acostaba con dos mujeres a la vez. Aparte de tener en su casita a su familia ejemplar e ir a su iglesia todos los domingos, Douglas disfrutaba de una mujer joven que, como tú dices, es además hermosa. Y ella perdía su tiempo y su juventud en una relación sin futuro. No estaba nada mal lo que él sacaba del asunto, ¿no crees? Y no dudó en traicionar y mentir a su esposa, ¿verdad? ¿Y me dices que Douglas además ascendió a su amante? ¡Qué asco de tío inmoral, que paga favores personales con los activos de la Corporación!

– No es así, Karen, él se había enamorado de ella.

– ¿Ah, sí? Él sí estaba enamorado de ella, ¿y ella de él no? Estás prejuzgando el asunto bajo una visión machista.

– ¿Cómo que machista? -Jaime empezaba a enojarse-. Esa mujer ha ido con mala intención. Si no, dime, ¿por qué lo ha denunciado por acoso sexual cuando era un asunto personal entre ambos? ¿Qué necesidad tenía de hundirle?

– Linda es mi amiga y tú estás asumiendo lo que no sabes. Él estaba en una situación de poder frente a ella, simplemente porque era su jefe. Y ha usado ese poder para que ella cediera primero y para que alargase la relación después. Él quería mantener la situación tal cual. Se acostaba con ella cuando le parecía y luego volvía a su casa con su perfecta familia para follar con la otra. Linda le pidió que escogiera, y él quiso mantener la situación tal cual a toda costa. La denuncia ha sido la única salida que Linda tenía para recuperar su libertad.

– Aun así, estoy seguro de que había otra solución. -El tono de Jaime subía-. Y también estoy seguro de que ella ha buscado mantener sus privilegios profesionales y aumentarlos subiendo el precio de su vagina. Se le quedó pequeño su puesto, y el tonto de Douglas le habría prometido otro ascenso con tal de retenerla. Y cuando vio que no se lo podía dar, ella se ha librado de él para siempre. No necesitaba ser tan cruel y, por muy amiga tuya que sea, para mí es una simple puta.