Yo procuraba no mirar demasiado el reloj. Pasada la una, oí unos pasos que querían no ser oídos. Corrí a la puerta y esperé ansiosa que se abriera… De repente me asaltó el terror a equivocarme. Giré la cara para mirar a Nadia. Ella se llevó un dedo a los labios. Con cuidadoso sigilo alguien usó una llave. Bianca, dentro, había apagado la única luz dada. Se abrió lentísimamente la puerta… Mi corazón se apresuró: había adivinado sin verla una silueta espigada y muy alta. Me abracé a ella, y ella me apretó contra sí. En absoluto silencio. La puerta se cerró. Una lengua le dijo a la mía el nombre del intruso.
Al dar la luz, dejé de conocerlo. La oscuridad es la mejor aliada del amor. Y el silencio, su mejor idioma. Con unas grandes gafas, un bigote postizo, una peluca canosa y un ancho traje de hombros muy caídos, Aldo no era ya Aldo para mis ojos. Sólo lo seguía siendo para mi corazón. Una carcajada suya me lo ratificó.
Recuperado mi Aldo, una vez desprovisto de accesorios, conté de nuevo, esta vez con más detalles (alguno de los cuales lo divirtió, aunque pude percibir que a su pesar), los acontecimientos que me habían abrumado durante casi todo el día. Después, mientras fumábamos, tomábamos unos nuevos whiskies y esnifábamos unas nuevas y estrictas rayas, Aldo tomó la palabra con calma, pero también con una acentuada seriedad.
– Arrigo Buonatesta, a quien yo llamo Ambiguo Buonatesta, es hombre de cuidado. Hay que andarse con ojo. Sin exagerar, pero lo suficiente. Se trata de uno de esos personajes menores, que cumplen su papel de relleno cuando en una comedia se acerca el desenlace. Su trabajo es desconcertar y distraer hasta que la comedia se transforma en tragedia… En esta ciudad tiene una vara no muy alta, pero que puede crecer; más que nada si él huele que se le está minusvalorando. Goza de cierto prestigio provinciano, que le toleran disfrutar los que pueden ignorarlo en el ámbito nacional… Si es que Italia es una nación y no una larga broma en la política… Pero ese modesto prestigio y ese papel que busca despistar, cuando el juego se desarrolla en su propio campo, lo más prudente es no perderlos de vista. Y, en cierta forma, respetarlos… Tú, Deyanira, lo has desafiado y te has cachondeado de él -sus ojos me recorrieron de arriba abajo y se sonrió al volver a mis ojos-. Puedes hacerlo, porque eres del equipo visitante y traes un equipaje de consideración en tu país, pero has de ser más hábil cuando se trate de mi vida… -Hizo con su mano, tan fuerte y tan tierna, ese gesto que amenaza con dar un azote a un niño chico-. Y ahora se trata. -Las tres mujeres nos miramos con susto en silencio-. Él tiene razones para defenderse… La reunión a la que aludía ante ti era del más alto nivel oficial. Aunque para nosotros fuese de un nivel repugnante, porque se trataba de engrosar ciertas arcas privadas y ciertas cuentas bancarias a costa de la gente de a pie…
Y hablo en pasado porque va a ser ya difícil que se celebre, puesto que anoche ha sido asesinado uno de los representantes de los cuatro estamentos que iban a concurrir. La noticia no va a hacerse pública: oficialmente esa persona no estaba en Venecia. Ha sido eliminada por una facción contraria a la suya… Cabe, no obstante, que la reunión tenga lugar, previa sustitución del muerto por un vivo, quizá demasiado vivo a causa de esa muerte. Un vivo que pertenezca a la facción que ha ejecutado la primera sentencia… Digo primera, porque quizá se alargue el número de muertos. No es infrecuente algo así: al resto de los participantes, con tal de que las condiciones sean iguales o mejores, les da en el fondo igual quién o quiénes se sienten a departir, o a repartir, con ellos. Lo que no les da igual es que exista un testimonio fehaciente de su venalidad y de su desvergüenza. Y que ese testimonio indiscutible pueda ser ofrecido a la luz pública… -Me estremecí al ver que su mano derecha, sin un expreso porqué, se apoyó en el bolsillo de su chaqueta-. Sobre todo, si la prueba va, además, acompañada de un resumen breve (aquí los resúmenes, cuando conviene, suelen ser muy largos para que nadie termine de leerlos o de escucharlos) de cuanto se pretende con esa reunión: el beneficio personal de unos pocos, y, ni que decir tiene, no de la ciudad, ni de los ciudadanos, ni del Véneto.
– ¿El testimonio a que te refieres lo tienes tú? -Le pregunté en voz baja. Aldo se levantó. Me pareció más alto que nunca. Me miró desde arriba y me dijo que sí moviendo la cabeza. Después se sirvió otra copa, tras comprobar que nosotras apenas habíamos probado las nuestras-. ¿Y vas a utilizarlo?
– Sin duda, pero no sé si éste es el momento. -Hizo una pausa sin dejar de mirarme-. Antes prefiero utilizarte a ti.
– Si molestamos… -comenzó a decir Nadia, un poco violenta. Aldo se echó a reír.
– Eres una mujer, más que obsesa, obsexa. Como diría Deyanira, tan aficionada a jugar con el ingenio… Eso, obsexa, será después. Ahora hablo de que, como Deyanira y yo formamos parte del mismo reducido ejército, creo conveniente utilizar por fin sus armas. Me refiero a las más exteriores, visibles y provocativas… -Ahora tenía la mano libre de la copa sobre mi cuello-. Su belleza, su gracia, su encanto, su pésimo italiano contra lo que ella piensa -se inclinó y me besó la oreja- y su glamour.
– ¿De veras crees que tengo yo glamour?
– Sí, sobre todo cuando estás cabreada… En otras palabras, te agradecería que aceptases esa cena: la que oficialmente te ofrece -lo pronunció con ampulosa solemnidad- la comunidad de la Serenísima República de Venecia.
– ¿Estás seguro? -pregunté absolutamente sorprendida.
– ¿De qué? ¿De que tienes glamour, de que estás cabreada, de que te ofrecen una cena, o de la Serenísima?
– De todo junto y de que yo deba aceptarlo.
– Sí, pienso que debes. Es la mejor manera de mandar a la mierda la espada de Damocles que, con tu valiosa colaboración, te han puesto encima. Por juntar tu cabeza con la mía…
– ¿Crees que corro peligro? -Me producía cierta satisfacción hacer esa pregunta.
– Sí, pero no te hagas muchas ilusiones. -Volvió a sonreír pero muy levemente-. Tú eres mi mano y mi pie y mi corazón. Tú eres yo, pero muy mejorado.
– Si tú lo dices…
– Sí, lo digo. -Las tres seguíamos sentadas y él nos volvió la espalda unos segundos. Luego nos miró de una en una-. Para eso vamos a hacer un nombramiento que no salga de aquí. Vamos a elegir secretaria e intérprete tuya a… -miró a Bianca, sonrió esta vez para sus adentros, frunció los labios, dudó- a Nadia. Creo que es tan guapa y tan lista como Bianca, pero menos llamativa. Así, además, no te hará a ti la competencia.
Bianca depositó con fuerza su vaso sobre la mesa. Estuvo a punto de romper una de las dos cosas:
– Creo que debo darme por ofendida: conmigo no se cuenta.
– No, niña… Tú has estado más vigilada de lo que te crees. Lo estás aún. Alguien a quien acompañabas era un contacto alemán de la 'Ndrangheta… Las mafias es muy raro que se lleven bien unas con otras. Bastante tiene la pobre Deyanira cargando con mi conocimiento-me miró-; bueno, con mi amistad… Está bien, con mi amor -ahora sonreía-, como para cargarla además con un muerto. Demasiado provocadora ha estado con el Ambiguo ése, al que deberá llamar, hacerle sin excederse la pelota, acariciarlo un poco (de palabra, ¿eh?, tan sólo de palabra), y aceptar la cena de homenaje, o de bienvenida, o del coño que sea… -Se volvió para mirar a Nadia-. Secretaria e intérprete. La acompañarás desde ahora a todas partes… Debéis cambiar un poco, bastante diría yo, el vestuario. Sin pasaros, porque Deyanira es una escritora moderna y sin prejuicios: no necesita cargar las tintas… Por el dinero no os preocupéis. Trajes de noche largos, abrigos y accesorios lujosos… Al dueño de tu bar le aseguras, en mi nombre, que será bien compensado… Bianca actuará de enlace entre nosotros… Os reservaré una suite en el Danieli: es temporada baja y no habrá problemas. Tú tendrás que apencar con la carga de los periodistas y de los entrevistadores de televisión, Deyanira. Por favor, cágate en todos con charme, charme, beaucoup de charme. Te han quitado el incógnito, te han dejado con el pompi al aire -me golpeó en el muslo muy dulcemente con el pie-, llevas meses aquí, estabas encantada y yo también, pero ¿qué vas a hacerle? Una vez descubierta, reconoce que estás tomando notas para tu nuevo libro; confiesa que te sientes encantada del invierno en Venecia -así serás la única- y agradecida de que la ciudad te haya salvado de un pequeño bache, por lo que la querrás como tuya para siempre, y serás siempre suya…