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—Porque es lo que quiero creer —farfulló Min. Se humedeció los labios y articuló las palabras que no deseaba pronunciar—: El collar de plata que vi en una de las Aes Sedai, madre, parecía… Parecía uno de los que… de esos que los seanchan utilizan para… para controlar a las mujeres capaces de encauzar. —Su voz se fue apagando a medida que la boca de Siuan se torcía en un gesto de asco.

—Unos objetos repugnantes —gruñó la Amyrlin—. Claro que mucha gente no cree ni una cuarta parte de lo que se cuenta de los seanchan. Es distinto tratándose de los Capas Blancas. Si los seanchan vuelven a desembarcar en cualquier parte, lo sabré en cuestión de días mediante palomas mensajeras, y hay un largo trecho desde el mar hasta Tar Valon. Si reaparecen, se me avisará con tiempo suficiente. No, me temo que lo que has visto sea algo aun peor que los seanchan. Me temo que sólo puede tratarse del Ajah Negro. Únicamente un puñado de nosotras estamos enteradas de su existencia, y no quiero pensar lo que ocurrirá cuando la noticia sea de dominio público, pero ellas son la mayor y más inmediata amenaza para la Torre.

Min se dio cuenta de que estaba aferrando la falda con tanta fuerza que las manos le dolían; tenía la boca seca como estropajo. La Torre Blanca siempre había negado la existencia de un Ajah secreto, dedicado al Oscuro. El modo infalible para encolerizar a una Aes Sedai era hacer una simple mención al respecto; en consecuencia, el que la Sede Amyrlin admitiera con tanta naturalidad que el Ajah Negro era algo real, hizo que un escalofrío recorriera la espina dorsal de Min.

Como si no hubiera dicho nada fuera de lo normal, la Amyrlin prosiguió:

—Pero no has venido desde tan lejos sólo para tener tus visiones. ¿Qué noticias traes de Moraine? Sé que el caos reina desde Arad Doman hasta Tarabon, por no hablar de cosas peores. —Sí, aquello no era lo peor, desde luego; los hombres que apoyaban al Dragón Renacido luchaban contra los que se oponían a él, y los dos países se debatían en una guerra civil mientras ellos todavía combatían por el dominio del llano de Almoth. El tono de Siuan desestimó todo eso como un pormenor—. Pero hace meses que no sé nada de Rand al’Thor, y él es foco de todo. ¿Dónde está? ¿En qué lo tiene ocupado Moraine? Siéntate, muchacha. Siéntate. —Señaló la silla que había frente a la mesa.

Min se acercó sosteniéndose apenas en las temblorosas piernas y se dejó caer en ella pesadamente. «El Ajah Negro. ¡Oh, Luz!» Se suponía que las Aes Sedai eran representantes de la Luz. Aunque nunca hubiera confiado realmente en ellas, tal premisa era algo que siempre había dado por hecho. Las Aes Sedai, y su poder, representaban la Luz contra la Sombra. Sólo que ahora tal cosa había dejado de ser verdad.

—Va camino de Tear —respondió, aunque apenas si se oyó a sí misma.

—¡A Tear! Entonces, su objetivo es Callandor. Lo que intenta Moraine es que saque la Espada que no Puede Tocarse de la Ciudadela de Tear. ¡Juro que la colgaré a secar al sol! ¡Haré que desee volver a ser una simple novicia! ¡Rand no puede estar preparado todavía para dar ese paso!

—No fue… —Min tuvo que aclararse la garganta—. No fue idea de Moraine. Rand se marchó en mitad de la noche, solo. Los otros lo siguieron, y Moraine me envió para que os lo dijera. A estas alturas es posible que hayan llegado a Tear. Por lo que sé, Callandor podría estar en su poder en este momento.

—¡Condenado sea! —bramó Siuan—. ¡En este momento podría estar muerto! Ojalá no hubiera oído una palabra de las Profecías del Dragón. Si estuviera en mi mano evitar que se enterara de algo más, lo haría.

—Pero ¿es que no tiene que cumplir las Profecías? No lo entiendo.

La Amyrlin se recostó en la mesa con aire cansado.

—¡Como si alguien entendiera la mayoría de ellas! No son las Profecías lo que lo hacen ser el Dragón Renacido; lo único que hace falta es que él lo admita, y tiene que haberlo hecho cuando va por Callandor. El propósito de las Profecías es anunciar al mundo quién es él para prepararlos, tanto al uno como al otro, para lo que se avecina. Si Moraine es capaz de ejercer algún control sobre Rand, lo guiará hacia las Profecías de las que tenemos certeza cuando esté preparado para hacerles frente. En cuanto a lo demás, tendremos que confiar en que lo que haga sea suficiente. Esperemos. La Luz lo quiera. Por lo que sé, ya ha hecho realidad algunas Profecías que ninguna de nosotras comprendemos.

—Así que tenéis intención de controlarlo. Dijo que intentaríais utilizarlo, pero ésta es la primera vez que os he oído admitirlo. —Min sintió un gran frío en su interior. Furiosa, añadió—: No lo habéis hecho muy bien hasta ahora, vos y Moraine.

El cansancio pareció resbalar por los hombros de Siuan, que se puso de pie y miró fijamente a Min.

—Harías bien en esperar que lo consiguiéramos. ¿Acaso piensas que podemos dejarlo a su libre albedrío? Terco y obstinado, indisciplinado, falto de preparación. Puede que esté volviéndose loco ya. ¿Crees que podemos confiar al Entramado, a su destino, el que conserve la vida como en un bonito cuento? Esto no es un relato y él no es un héroe invencible. Si su hilo se rompe en el Entramado, la Rueda del Tiempo no notará su ausencia, y el Creador no realizará milagros para salvarnos. Si Moraine es incapaz de tomar rizos a sus velas, es muy probable que Rand consiga que lo maten, y entonces ¿dónde estaremos? ¿En qué situación se encontrará el mundo? La prisión del Oscuro está debilitándose. Volverá a tocar el mundo; sólo es cuestión de tiempo. Si Rand al’Thor no está para hacerle frente en la Última Batalla, si ese testarudo y necio joven consigue que lo maten antes, el mundo está condenado. La Guerra del Poder se repetirá, y esta vez sin Lews Therin y sus Cien Compañeros. Y sólo habrá fuego y oscuridad para siempre. —Enmudeció de repente y observó a Min de hito en hito—. Vaya, así que por ahí sopla el viento, ¿no? Rand y tú. No esperaba esto.

Min sacudió la cabeza enérgicamente; sintió arderle las mejillas.

—¡Por supuesto que no! Sólo estaba… Es por lo de la Última Batalla y lo del Oscuro. ¡Luz! Sólo pensar que el Oscuro pueda quedar libre debe bastar para helarle la médula a un Guardián. Y lo del Ajah Negro…

—No intentes disimular —instó la Amyrlin bruscamente—. ¿Crees que es la primera vez que veo a una mujer asustada por la vida de su hombre? ¿Por qué no lo admites?

—De acuerdo —masculló finalmente Min, que rebulló en la silla. Los ojos de Siuan la taladraban, astutos e impacientes—. Os lo diré todo, aunque no sé de qué puede servirnos a ninguna de las dos. La primera vez que encontré a Rand, vi tres rostros de mujer, y uno de ellos era el mío. Nunca había visto nada sobre mí misma antes ni he vuelto a verlo después, pero supe lo que significaba: iba a enamorarme de él. Las tres lo amábamos.

—Tres. ¿Y quiénes son las otras dos?

—Los rostros estaban borrosos. —Min esbozó una sonrisa amarga—. No sé quiénes son.

—¿Y hay algo respecto a que él corresponda a tu amor?

—¡Nada! Ni siquiera me ha mirado dos veces. Creo que me considera como… como una hermana. ¡Así que no penséis en utilizarme para atarlo corto, porque no funcionará!

—Sin embargo, lo amas.

—No tengo elección en eso. —Min procuró hablar con un tono menos tétrico—. He intentado enfocarlo con humor, pero se me han terminado las risas. Puede que no me creáis, pero cuando sé lo que algo significa, ocurre.

La Amyrlin se dio golpecitos con el dedo en los labios mientras miraba a Min pensativamente.