La Operación Alsos, la más clandestina de todas las de este tipo, fue llevada a cabo con éxito gracias a la tenacidad de un californiano de ascendencia rusa, el coronel Boris Pash. La fuerza especial que mandaba avanzó muy por delante de la vanguardia norteamericana y capturó una pila experimental de uranio en la Selva Negra, así como tres destacados físicos que desarrollaban el programa atómico alemán.
Sin embargo, la mayor conquista que hicieron Estados Unidos en este terreno les salió por una bicoca. El doctor Wernher von Braun y sus principales ayudantes en el proyecto de la V-2, decidieron que Francia e Inglaterra no.podrían llevar a cabo un programa importante en materia de cohetes, y voluntariamente se entregaron a la 44.ª División de Estados Unidos. También fue considerable la importancia que tuvo la recuperación de las catorce toneladas de documentos relativos a la V-2, que ocultaron en la mina de Doernten los ayudantes de Von Braun, Tessmann y Huzel.
A pesar del lento comienzo, la «Misión Especial V-2» del coronel Holgar Toftoy, bajo el mando del comandante James Hamill, también logró su objetivo. Así se logró evacuar un centenar de V-2 completas de la base de Nordhausen, sólo unas pocas horas antes de que los rusos hubiesen ocupado la zona. Hamill ordenó apoderarse de los cohetes «sin que diera la impresión de que se hubiese saqueado el lugar». A pesar de ello, en aquellos momentos no sabía que se hallaba en zona soviética, por lo cual no creyó necesario destruir los cohetes que quedaban.
Poco después de la partida de Hamill, llegó a Nordhausen el coronel Vladimir Yurasov, enviado allí para trasladar una fábrica de cemento a la Unión Soviética. Por casualidad, dio con las V-2 que había dejado Hamill en el gran túnel donde estaban depositadas.
– Resulta extraño -dijo el coronel ruso a su chófer, Nikolaique siendo esta el arma más secreta de Alemania, los norteamericanos nos las hayan dejado a nosotros. No son mala gente, pero resultan algo confiados.
Poco después, Yurasov acompañó a otro coronel soviético hasta la caverna, y éste último se echó a reír, lleno de incredulidad, al tiempo que decía:
– Los norteamericanos nos han regalado esto, y dentro de cinco o diez años lo lamentarán. ¡Imagínese, cuando nuestros cohetes crucen el océano!
6
La reacción de Bedell Smith ante el problema de los dos documentos de rendición, fue redactar un tercer documento, que trataba sólo de la capitulación en el campo de batalla. Esto eliminaba la necesidad de obtener una autorización de los Tres Grandes, ya que concernía sólo al aspecto militar. En una llamada telefónica que hizo a Churchill, Smith declaró que los alemanes firmarían con mejor disposición un documento sencillo, como aquél, lo que permitiría igualmente salvar gran número de vidas.
Eran las cinco de la tarde cuando Friedeburg llegó por fin a Reims. Las esperanzas alemanas para rendirse sólo en el frente occidental se desvanecieron cuando Smith dijo al almirante alemán que Eisenhower exigía la rendición inmediata e incondicional en todos los frentes. Ello significaba que Friedeburg tenía que hallar algún modo de demorar lo más posible la firma del acuerdo, con objeto de permitir que los alemanes del Este huyesen en mayor número hacia el Occidente. Por consiguiente, manifestó a Smith que estaba autorizado a parlamentar, pero no a firmar el armisticio, para lo cual tendría que ponerse en comunicación con Doenitz. Esto le llevaría tiempo, aseguró Friedeburg, ya que no disponía de clave ni conocía la frecuencia de radio para ponerse en contacto con el cuartel general de Doenitz. Además, y a causa de la deficiencia de los medios de comunicación, se tardarían al menos cuarenta y ocho horas antes de que todas las unidades alemanas del frente llegasen a enterarse de la capitulación.
Mientras hablaba, Friedeburg, echaba miradas furtivas a un mapa de campaña que se hallaba extendido sobre el escritorio de Smith. Este lo enseñó a Friedeburg, y dijo:
– Me parece que no se da usted cuenta cabal de la situación desesperada en que se hallan los alemanes.
El almirante observó el mapa. Alemania aparecía flanqueada por el Este y por el Oeste por numerosas flechas que representaban otras tantas ofensivas. Le impresionaron especialmente dos grandes flechas… que Smith había añadido, sólo para asustar al alemán. Friedeburg, con los ojos velados por las lágrimas, pidió que le permitiesen enviar un mensaje a Doenitz.
Winant no se enteró hasta bien entrada la noche de que Bedell Smith había redactado un tercer documento de rendición. Por teléfono dijo a Smith que sería sólo un acuerdo militar, que, según lo establecido en las convenciones de Ginebra y La Haya, obligaría a los Aliados a respetar las leyes del Nacional Socialismo, impidiendo, por tanto, que se celebrasen juicios contra los criminales de guerra. También impediría que los Aliados formalizasen una rendición incondicional política con Alemania, y pondría en entredicho su autoridad en el país. Por último, el sustituir el documento aprobado por los Tres Grandes, sin el conocimiento de los rusos, provocaría justificadas protestas por parte de Moscú.
Winant se mostró tan preocupado que expuso el problema a Churchill, el cual decidió no intervenir. La insistencia de Winant sólo le valió una concesión: Smith añadió un nuevo párrafo a su documento, declarando que éste «quedaría anulado por cualquier documento de capitulación» que redactasen las Naciones Unidas. Winant creía, evidentemente, que Smith había estudiado su documento con los jefes de Estado Mayor Conjunto y con el Departamento de Guerra de Estados Unidos. Envió, por consiguiente, un telegrama al Departamento de Estado, anunciando que el acuerdo había sido formalizado al fin. Pero el Departamento de Guerra y los jefes conjuntos -lo mismo que los rusos- ni siquiera sabían que existiera tal documento de capitulación. [70]
7
Habiendo caído ya Berlín en manos del Ejército Rojo, la única capital importante del centro de Europa que quedaba a los alemanes era Praga. La frase de Bismarck, según la cual el que tuviese a Praga en su poder dominaría la zona central de Europa, aún tenía sentido para Churchill. Este envió a Truman un mensaje por radio, en el último día de abril, declarando que la liberación de Praga por Patton «podía significar un gran cambio en la situación de posguerra de Checoslovaquia, y llegaría a influir en los países vecinos». Advirtió también que Checoslovaquia seguiría el camino de Yugoslavia, si el Occidente se abstenía de actuar.
El Departamento de Estado aconsejó a Truman que prestase atención a las sugerencias de Churchill, y Joseph Grew, del mismo departamento, agregó que una ofensiva hasta el río Moldava, que atravesaba la capital checoslovaca, proporcionaría a Estados Unidos una situación ventajosa en las futuras negociaciones con los soviéticos. Truman requirió el consejo de sus jefes militares, los cuales solicitaron, a su vez, la opinión de Eisenhower. Este contestó que el Ejército Rojo estaba mucho mejor situado para ocupar Praga, y sin duda llegaría a esta ciudad antes que Patton.
– No haré ninguna tentativa para lograr una ventaja política, que juzgue militarmente poco acertada, a menos que reciba órdenes concretas en tal sentido del Estado Mayor conjunto.
El argumento de que los rusos llegarían a Praga primero -como se había afirmado en el caso de Berlín- se vino abajo cuando Patton, con muy poca oposición, se internó en Checoslovaquia atravesando la frontera alemana.