Выбрать главу

– Personalmente no me preocupan demasiado los polacos. Stalin quiso aprovechar esa despectiva manifestación, y dijo rápidamente:

– También hay gentes notables entre los polacos.

Y a renglón seguido elogió sus cualidades como científicos, soldados y músicos. Llegó incluso a decir que eran elementos «no fascistas y antifascistas», tanto en el Gobierno de Lublin como en el de Londres. Churchill atacó inmediatamente el empleo de tales términos, y comenzó una querella de tipo semántico entre él y Stalin, quien terminó diciendo que la Declaración de Europa Libre hacía uso del mismo vocablo.

Los americanos se pusieron al momento en guardia. Esa Declaración había sido idea de Roosevelt, y ensalzaba «el derecho de los pueblos a elegir la forma de gobierno bajo la cual deberían vivir». Una vez Stalin hubo atraído la atención de todos, dijo de improviso:

– En general, la apruebo.

Roosevelt experimentó una gran alegría. Si Stalin firmaba la Declaración, la paz del mundo y los derechos universales del hombre estarían asegurados.

– Este es el primer ejemplo de cómo puede usarse la Declaración -manifestó el presidente, con vehemencia-. En ella está la frase «crear instituciones democráticas de elección propia». -y siguió citando parte del tercer artículo de la Declaración -: «…Formar autoridades de Gobierno interinas plenamente representativas de todos los estamentos democráticos de la población, y procurar en el menor plazo posible el establecimiento de elecciones libres para crear Gobiernos que respondan á la voluntad del pueblo.»

– Aceptamos el artículo tercero -dijo Stalin.

Roosevelt le miró con gesto agradecido y declaró:

– Quiero que estas elecciones de Polonia sean las primeras que se realicen.

Stalin volvió a mostrarse conforme.

El tercero en discordia, Churchill, quedó relegado y quiso sobreponerse:

– No disiento de la Declaración del presidente -dijo un tanto sombríamente-, siempre que se entienda que la referencia a la Carta del Atlántico no se aplica al Imperio Británico. Pero un momento más tarde, Churchill volvió a recuperar la atención de los presentes, cuando manifestó con acento dramático:

– Deseo anunciar que las tropas británicas han comenzado un ataque al amanecer de ayer en la zona de Nimega. Han avanzado cerca de tres mil metros, y ahora están en contacto con la Línea Sigfrido… Mañana seguirá el segundo ataque e intervendrá el Noveno Ejército americano. La ofensiva continuará sin interrupción alguna.

5

La operación «Veritable» halló más dificultades de las que hubiera previsto el más pesimista de sus comandantes. Las tropas hicieron escasos progresos en los campos convertidos en pantanos por los continuos aguaceros. Los tanques se atascaban en los barrizales de las carreteras, y cuando se inundó la carretera clave Nimega-Cleve, se produjo un monumental atasco de vehículos.

En el sur, Simpson también se veía obstaculizado por el agua. El río Roer crecía por momentos, y aunque sus ingenieros le aseguraron que ello sólo se debía a la lluvia, y no a una rotura en sus embalses, todos menos uno de sus comandantes de cuerpos le exhortaron a que aplazase la operación «Granada». Simpson replicó que les comunicaría su decisión hacia las cuatro de la tarde. Era un problema de difícil solución: el éxito de «Veritable», acción que ya comenzaba retrasándose, dependía en gran parte del ataque de la mañana siguiente. Pero, ¿qué ocurriría si enviaba al ataque a sus tropas, cruzando el Roer, y luego éstas quedaban aisladas, con la inundación a sus espaldas? Poco antes de las cuatro le comunicaron que el río seguía subiendo, aunque ligeramente. ¿Era una subida causada por las lluvias, o por el agua de los embalses?¿Debía arriesgarse? Probablemente su carrera terminaría allí, si fracasaba en el ataque. Simpson tomó asiento con gesto vacilante, de intensa preocupación. A las cuatro alguien le dijo:

– Postergue el ataque.

Y Simpson accedió a ello.

La 9.ª División de Craig aún no había llegado a los embalses. Los alemanes, al retirarse lentamente, hacían que cada metro avanzado resultase sumamente costoso. Sólo a las nueve de la noche -varias horas después de la decisión de Simpson-, el primer batallón del 309.° regimiento llegó penosamente en medio de la oscuridad hasta el mayor de los embalses. El batallón se dividió en dos partes: una se dirigió hacia la parte superior del mismo, y la otra descendió hasta la central eléctrica.

A media noche, y ante el fuego del enemigo, un equipo de ingenieros se dirigió corriendo por encima del dique hacia un túnel de inspección. Encontraron el aliviadero del embalse destruido y bloqueado, y se deslizaron hacia abajo por la vertical de 70 metros de altura, para entrar por el túnel de salida. Todo fue en vano. Los alemanes habían destruido ya toda la maquinaria de la central, volando también las compuertas. Una corriente de agua se deslizaba hacia el río Roer, lo suficientemente densa como para mantener el valle inundado durante las dos semanas siguientes.

Resulta extraño que los que hicieron que «Veritable» dependiese en tal grado de la operación «Granada» no se hubiesen dado cuenta de lo que iba a ocurrir. Como resultado de ello, doscientos mil soldados, entre canadienses, ingleses, galeses y escoceses, se hallaban enfrascados en una de las batallas más agotadoras de la guerra. La responsabilidad debía ser compartida por muchos, pero principalmente por los mandos superiores: Eisenhower y Montgomery, Marshall y Brooke.

Durante todo el día siguiente, 10 de febrero, los hombres de Horrocks siguieron avanzando lentamente, marchando con co raje contra un enemigo obstinado. Horrocks debía haber recibido ayuda de la operación «Granada», pero como ya es sabido, no hubo ataque de Simpson, y los alemanes enviados al norte como refuerzo daban un gran trabajo a los soldados de la operación «Veritable».

Horas más tarde la mayor parte de la carretera Nimega-Cleves se hallaba anegada por las aguas. Además, la primera oleada de agua de los embalses del Roer no sólo había hecho crecer considerablemente el río Roer, sino que estaba llegando a Maas, y al cabo de pocas horas Horrocks tendría que enfrentarse con otra calamidad: el terreno bajo de Reichswald quedaría igualmente anegado.

El ejército aliado que estaba haciendo más progresos aquel día, fue detenido por una orden, y no por el enemigo. Bradley llamó a Patton y le preguntó si podía ponerse a la defensiva. Patton replicó acaloradamente que era el comandante de más edad y experiencia de todo el Ejército, y que solicitaría que le relevasen si le obligaban a actuar a la defensiva. Los argumentos de Bradley sólo hicieron comentar a Patton sarcásticamente que sería una buena idea si alguno de los del 12.° Grupo de Ejército se acercaba al frente de vez en cuando. Para Patton, lo malo de Bradley era que no se enfrentaba con Eisenhower, ni luchaba por sus convicciones con la suficiente firmeza.

Poco después Bradley volvió a llamar. Lo que dijo en esa ocasión proporcionó a Patton una extraña satisfacción. El ataque de Monty, dijo Bradley confidencialmente, era el mayor error que Eisenhower había cometido. Pronosticó que las tropas quedarían atascadas, si no lo estaban ya. Simpson no había atacado como estaba previsto, y lo más probable es que hubiera que volver al plan defendido por Patton… en cuanto lo permitiese el estado del tiempo.

Esto no eran más que meras especulaciones. A pesar de las dificultades que encontró la operación «Veritable», y del aplazamiento de «Granada», Eisenhower no tenía intenciones de cambiar sus planes. Montgomery seguiría dirigiendo el ataque principal a través del Rhin, hacia Berlín, en tanto que Hodges y Patton continuaban con su papel de apoyo a la operación principal.