– ¿Cómo se atreve a criticar al reichsführer? ¡No quiero que vuelva a hacerlo!
Las palabras de Hitler resonaban iracundas, pero en su actitud había algo de teatral, a causa de lo mucho que protestaba. Guderian, que no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer, repitió:
– Debo insistir en que el general Wenck sea trasladado al Estado Mayor del grupo de ejército Vístula, para dirigir adecuadamente la operación.
El manifiesto desafío de Guderian hizo perder a Hitler los últimos vestigios de paciencia. Los dos hombres comenzaron a discutir con tal acaloramiento, que uno a uno los presentes fueron abandonando el salón discretamente, hasta que sólo quedaron Hitler, Himmler, Guderian, Wenck, y unos pocos ayudantes de pálido semblante.
Hitler volvió la espalda a Guderian y cruzó la estancia en dirección a la gran chimenea, sobre la cual colgaba un gran retrato de Bismarck. Para Guderian, Bismarck parecía estar mirando acusadoramente a Hitler, y al otro lado de la habitación, un busto de Hindenburg parecía decir: «¿Qué estás haciendo con Alemania?¿Qué será de mis prusianos?» Este espejismo contribuyó a afirmar la resolución de Guderian, y durante más de dos horas la discusión siguió con la misma intensidad. Cada vez que Hitler gritaba «¿Cómo se atreve», y tomaba aliento, Guderian repetía que Wenck debía ser nombrado ayudante de Himmler. Y cada vez que hacía esta petición, Himmler parecía palidecer un poco más.
Por fin, Hitler cesó en su nervioso paseo, se detuvo ante el sillón que ocupaba Himmler y dijo, mientras lanzaba un suspiro de resignación:
– Bien, Himmler, el general Wenck irá esta noche al grupo de Ejército Vístula para asumir el mando del Estado Mayor. Luego el Führer se volvió hacia Wenck y añadió:
– El ataque comenzará el quince de febrero -al tiempo que se sentaba pesadamente, se dirigió a Guderian y añadió-: En resumen, herr generaloberst, hoy el Estado Mayor General del Ejército ha ganado una batalla.
Pocos minutos más tarde Guderian salió a la antecámara y se sentó con gesto cansado ante una pequeña mesa. Von Keitel se le acercó y dijo:
– ¿Cómo se atreve a contradecir al Führer de esa manera?¿No ve lo nervioso que le está poniendo?¿Qué pasaría si sufriera un ataque?
Guderian le miró fríamente y contestó:
– Todo estadista debe esperar que le contradigan, y que le expliquen la verdad de lo que ocurre. De otro modo no se le podría llamar estadista.
Otros de entre los reunidos comenzaron a hacerse eco de la acusación de Von Keitel, pero Guderian les volvió la espalda y dijo a Wenck que diera las órdenes pertinentes para llevar a cabo el ataque el 15 de febrero.
2
El mariscal del Aire, sir Arthur T. Harris, era un hombre fornido y enérgico, de cincuenta y tres años, que se había alistado, al estallar la Primera Guerra Mundial, como corneta en la infantería de Rodesia. Después de las agotadoras marchas que tuvo que realizar en el África Alemana del Sudoeste, juró que nunca volvería a luchar a pie, y se alistó en el Real Cuerpo de Aviación (anterior a la R. A. F.). En esos momentos era jefe del Comando del Bombardeo, y aquella misma noche sus hombres iban a lanzar un ataque contra Dresde, el cual sería el primero de una larga serie de incursiones sobre las principales ciudades del este alemán, destinadas a dar el golpe final a la moral germana.
La «Operación Trueno», nombre clave de todos los bombardeos, era otro paso que daba el Gobierno británico en su proyecto de bombardear zona por zona, lo cual, según el parecer de Harris, era el mejor modo de terminar la guerra. Se le conocía como «Bombardero» Harris, mote que no le desagradaba, y algunos periódicos llegaban a llamarle «Carnicero Harris», sin que él se diera por aludido. Pensaba que ése era su trabajo, acabar con la producción bélica alemana, y para ello tenía que destruir ciudades y matar gente, aunque no fueran esos sus deseos.
Su forma de ser, y su agresiva manera de disponer el bombardeo de las ciudades, le hicieron antipático para algunos, pero también esto contribuyó a que fuera más apreciado entre sus hombres, ya que luchaba lo más enérgicamente posible para el equipo que tenía, mientras procuraba emplear los métodos más seguros en la realización de los bombardeos.
Los antecedentes de la «Operación Trueno» fueron largos y complejos. Dos meses después del día D, sir Charles Portal, jefe del Estado Mayor Aéreo, sugirió que en el momento en que Alemania se aproximase a su derrumbe militar, se lanzasen una serie de duras incursiones aéreas contra los centros alemanes de población, a fin de apresurar la rendición total. El Comité Conjunto de Inteligencia, integrado por un grupo de expertos británicos, no se mostró entusiasmado con la «Operación Trueno», ya que no era probable «que obtuviese un éxito aceptable». Por otra parte, el general H. H. Arnold, jefe de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, se hallaba en principio contra tales bombardeos, y el Departamento de Guerra Psicológica de Eisenhower llegó a calificarlos como actos de terrorismo.
Por consiguiente, la «Operación Trueno» fue archivada hasta diez días después de la gran ofensiva soviética del 12 de enero de 1945, en que el director de la sección de Operaciones de Bombardeo sugirió al ayudante de sir Charles Portal, Norman Bottomley: «Si el ataque se lanza en el momento en que la ofensiva rusa sigue en todo su vigor, ello dará la impresión de que existe un plan coordinado entre los rusos y nosotros.»
Con objeto de revalorizar la «Operación Trueno», según este razonamiento, el Comité Conjunto de Inteligencia informó que una serie de bombardeos durante cuatro días, con sus noches, probablemente provocaría un éxodo de las ciudades alemanas, «lo cual crearía una gran confusión, impediría el movimiento ordenado de las tropas y obstaculizaría el mecanismo militar y administrativo alemán». Por otra parte, «ayudaría a los rusos en la trascendental batalla que se estaba desarrollando en el Frente Oriental, y justificaría que temporalmente no se realizasen ataques contra centros de comunicación u otros blancos que no fuesen refinerías o depósitos de combustible». Además, la operación seguramente tendría «valor político, al demostrar a los rusos, de la forma que mejor nos es posible, el deseo que tenemos los británicos y americanos de ayudarles en la batalla que se está desarrollando».
El 25 de enero, Bottomley llamó por teléfono a Harris para tratar de hacer efectiva al fin la «Operación Trueno».
– Ya he pensado en Berlín -contestó Harris, y sugirió que los otros centros podían ser Chemnitz, Leipzig y Dresde, tres ciudades que no sólo eran el albergue de los refugiados del Este, sino que eran también puntos clave de comunicación con el Frente Oriental.
Simultáneamente, Churchill hablaba de tales incursiones con sir Archibald Sinclair, secretario de Estado para la Aviación, y le preguntaba acerca de los planes que tenía la R.A.F. para «castigar a los alemanes en su retirada de Breslau». No podía decirse que esto fuera una coincidencia, ya que Harris solía visitar con frecuencia a Churchill, con quien discutía las operaciones, habiéndole urgido a que se iniciase la «Operación Trueno». [15]
Al día siguiente Sinclair pasó la petición al Estado Mayor del Aire. Pero Portal, el autor de «Trueno» se hallaba poco entusiasmado en esos momentos con la operación, y en su informe hizo notar que los blancos petrolíferos tendrían prioridad, seguidos de las fábricas de aparatos de reacción y de los astilleros de submarinos. Una vez que esas tres actividades estuviesen bajo control, «dirigiremos todos nuestros esfuerzos -aseguró- contra Berlín, y también contra Dresde, Leipzig y Chemnitz…»
Después de leer esta tibia aprobación, y tras consultar a otros miembros del Estado Mayor de la Aviación, Sinclair se mostró reacio a la realización del proyecto.
[15] Recientemente Harris comentó: "En un principio, "Trueno" fue proyectada para ser llevada a cabo de día, sobre Berlín, por los bombarderos británicos y americanos, al mismo tiempo. Pero en el último momento Doolittle dijo que Estados Unidos no podrían proporcionarnos los necesarios cazas de gran radio de acción, y yo me negué a actuar sobre Berlín, a la luz del día, sin ellos."