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Nunca había reventado una vaina surtidor. Ni conocía a nadie que lo hubiese hecho. Los cazadores las llevaban en caso de que cayeran al cielo; pero ningún cazador perdido había vuelto en toda la vida del Grad. Actuó con cuidado: se puso la mochila nuevamente, tomó una vaina surtidor con ambas manos sobre el ombligo. Cuando Clave estuvo aproximadamente detrás de él, retorció la punta, bruscamente.

La vaina chocó contra su pecho. Gruñó. Maniobró la punta, esperando que aquello amortiguase el giro. El impulso acabó; soltó la vaina, y esta saltó hacia afuera con los últimos restos de gas almacenado.

Mirando por encima del hombro, el Grad descubrió el hongo-abanico derivando hacia él. Clave todavía no había hecho nada constructivo, ni siquiera había visto el Grad.

El humo del desastre agrietaba el cielo de parte a parte. Densas, oscilantes nubes negras salían de entre el humo más pálido. Los mismos insectos que se habían comido el árbol se alejaban de él buscando otras presas.

Diversos cascotes flotaban en la estrella de humo. El Grad distinguió grandes fragmentos de madera y corteza desgarrada; una nube de luces centelleantes revoloteaba en aquel horror; una mota que se desviaba, quizá un nariz-arma arrojado de su madriguera. En aquella confusión todavía podía ver la nube de ciudadanos y cadáveres que se alejaban lentamente a la deriva.

Muy lejos, hacia dentro, hacia Voy, Gavving maniobró con su propio peso sobre la carne ahumada. Era difícil de conseguir y estuvo a punto de perderla en un remolino de viento. En último extremo lo importante era salvarse él, y esperar.

El hongo chocó contra el Grad y éste se agarró a él el hongo saltaba bajo sus manos. Clave le miraba absorto. Preguntó:

—¿Qué ha pasado?

Ya a salvo, contestó:

—El árbol se ha desmantelado. Clave, voy a buscar en tu mochila. Tenemos que empezar a rescatar ciudadanos.

Clave no hizo ningún gesto de ayuda ni se resistió cuando el Grad buscó en el interior de su macuto. Podrían usar el inmenso hongo como base de operaciones… primero, rescatar a Alfin, pues era el que estaba más cerca… Tomó media docena de vainas. Se deslizó hacia centro de la masa del abanico e hizo explotar una vaina surtidor, y luego otra.

—¿El árbol se ha desmantelado?

—Ya lo has visto.

—¿Cómo? ¿Por qué?

El Grad estaba midiendo distancias. Arrojó una cuerda en un amplio círculo. La cuerda rozó la espalda de Alfin, y Alfin se convulsionó y la asió con una fuerza desesperada. No intentó envolverse en ella. El Grad lo hizo por él. La mirada de Alfin reflejaba la locura que le producía el terror. Alfin se precipitó a lo largo del último metro y se agarró alrededor del tallo y clavó y enterró los dedos en el hongo blanco hasta los nudillos.

Una mano se cerró alrededor del cuello del Grad. Largos, fuertes dedos que apretaban como un collar de acero. La voz de Clave era un ardiente gruñido en su oído.

—¡Contádmelo ahora!

El Grad se quedó helado. Clave se había vuelto loco.

—¡Decidme qué ha pasado!

—El árbol se ha desmantelado.

—¿Por qué?

—Quizá el fuego fue el desencadenante, pero tenía que ocurrir. Clave, en el Anillo de Humo, todas las cosas tienen algún camino para permanecer. Algún camino para mantenerse cerca de la zona media… del centro, donde hay agua y aire. ¿De dónde piensas que proceden las vainas surtidor? —La mano se aflojó ligeramente, y el Grad siguió hablando—: Es el modo de permanecer de las plantas. Si una planta vagabundea por la zona media, demasiado dentro de la región del torus de gas…

—¿El qué?

Alfin preguntó:

—¿Qué está pasando en la Tierra?

—Clave quiere saber lo que ha pasado. Alfin, ¿puedes ocuparte de esto y recoger a alguno más de nosotros? Aquí… —Le pasó la provisión de vainas surtido.

Alfin las tomó. Estuvo un rato decidiendo lo que iba a hacer con ellas, y el Grad le ignoró mientras seguía con su conferencia.

—El Anillo de Humo baja hasta la zona media desde una región mucho más grande. Eso es el torus de gas, donde las moléculas… los pedazos de aire siguen caminos medio despejados. El aire es muy ligero en el torus de gas, pero hay poco. Es más denso en la zona media. Allí puede encontrarse agua y suelo y plantas. Eso es el Anillo de Humo, sólo la parte más espesa del torus de gas, y todo lo que vive quiere permanecer en él.

—Donde se puede respirar. De acuerdo, sigue.

—En el Anillo de Humo, todo puede maniobrar de un modo u otro. La mayor parte de los animales tienen alas. Las plantas, bueno, algunas plantas desarrollan vainas surtidor. Escupen las semillas hacia la zona media donde pueden crecer y reproducirse, o lanzan semillas estériles más lejos, hacia el torus de gas, para que la reacción empuje la planta hacia la zona media. Luego están las plantas que desarrollan una larga raíz para atrapar todo lo que pase a su alcance. Están las cometas…

—¿Qué pasa con las junglas?

—Yo… yo no lo sé. El Científico nunca…

—Déjalo. ¿Qué pasa con los árboles?

—Bueno, eso sí que es realmente interesante. El Científico llegó a sugerir, aunque nunca lo demostró.

La mano se tensó. El Grad balbuceó.

—Si un árbol integral cae demasiado lejos hacia afuera de la zona media, empieza a morir. Se mueren por el centro. Los insectos lo devoran. Son simbiontes, no parásitos. Cuando el centro se pudre, el árbol se desmorona. Mira, una mitad se aleja cada vez más, y la otra mitad vuelve hacia la zona media. Una mitad vive, otra mitad muere, y eso es mejor que nada.

Clave reflexionó sobre lo que acababa de oír.

—¿Qué mitad? —dijo.

—Este te lleva hacia afuera, fuera te lleva al oeste, oeste…

—¿Qué estás haciendo?

—Intento recordar. Estábamos demasiado lejos de Voy, así que nuestro extremo… —Aquello le golpeó. La revelación le bloqueó la garganta.

Un momento más tarde lo hicieron los dedos de Clave.

—Sigue hablando, copsik. ¡Ya estoy harto de que sólo cuentes secretos a medias!

Gravemente, el Grad le dijo:

—Señor Presidente, puedes llamarme Científico.

La mano se aflojó conmocionada.

—La Tribu de Quinn ha muerto. Nosotros somos la Tribu de Quinn.

Alfin rompió el largo silencio que siguió a la terrible declaración.

—¿Estás contento, Grad? Tenías razón. El árbol se estaba muriendo.

—Cállate —dijo Clave. Soltó el cuello del Grad. Quizá había sido un error, quizá no; lo que no podía hacer ya era disculparse. Gateó alrededor del borde del abanico. Jayan y Jinny se estaban aproximando. Contempló cómo se acercaban por turno, según daban vueltas.

Nunca se había sentido así, tan desamparado, tan temeroso de tomar decisiones. Le preocupaba que el Grad y Alfin le hubieran visto en aquel estado. Probó su voz y la encontró normaclass="underline"

—Casi están aquí. Buen trabajo, Alfin. Dedícate luego a Merril. No veo a Glory.

—Yo tampoco la veo —dijo el Grad—, no la veo desde… desde… —Se frotó la garganta.

—Puede que no llegase a saltar. Siete de nosotros. Siete. —Lanzó una cuerda. Jinny la asió con los dedos de los pies y Clave tiró de ellas para acercarlas—. Bienvenidas —dijo— a lo que queda de la Tribu de Quinn.

Las chicas abrazaron a Clave con más desesperación que afecto. Jinny se echó hacia atrás para mirarle a la cara.

—¿Están muertos? ¿Todos los demás? —Daba la sensación de que lo había adivinado con anterioridad.

—¿Cómo es que el Científico no supo que esto iba a pasar? —preguntó Alfin.

—Lo sabía —dijo el Grad.

—Comida de árbol. ¿Por qué se quedó entonces?

—Era un hombre viejo. No podía trepar cincuenta klomters a lo largo del árbol.