Выбрать главу

—Flotará alrededor de nosotros —dijo Alfin, sus primeras palabras en horas. Debía haber visto cómo le miraban—. Sí, tengo una idea mejor. Ir al borde cuando se tengan ganas de alimentar el árbol. El giro hará que se aleje de nosotros. ¿No es así, Grad?

—Sí. Bien pensado.

Minya masticaba hongo-abanico. Era fibroso y casi sin sabor, pero la refrescaba, y aquello era suficiente. Miró largamente hacia el estanque, que no se había aproximado. Tan cerca, tan lejos…

Se habían comido la carne ahumada hasta los huesos, para evitar que se estropease. Quizá había sido un error. Tenían la tripa llena, incluso muy llena, pero aquello les había dejado sedientos. Podían llegar a morirse de sed.

Salvo por ese problema, las cosas iban bien.

El chico de cabellos dorados, Gavving: ella había hecho una buena elección. Puede que él pensase que le debía la vida. Quizá fuera cierto. Por inofensivo que pareciera, Minya le había visto matar dos veces. Era mejor como aliado que como enemigo.

No podía juzgar a Alfin. Si le daba miedo caer, no tardaría en estar muerto.

Merril era otra cosa. Sin piernas, ¡pero capaz de usar los puños como otra mujer los pies! Después de todo lo que había vivido, tendría que ser fuerte. Más aún: debido a su incapacidad, ella no tenía amigos. Debería pensarlo. Minya intentaría hacerse amiga de Merril.

El Grad era un soñador. No había dado señales de saber si Minya estaba viva o muerta.

Clave era el macho dominante. Quizá aún la consideraba como una enemiga. Pero ella les había llevado hasta la balsa y había dejado que Clave se quedara con la gloria. No importaba. Si Clave pensaba que le era necesaria, mejor para ella.

¿Pero qué otra cosa podía querer que hiciera? Jayan y Jinny: ambas actuaban como si Clave les perteneciera, o viceversa. Dos mujeres compartiendo al mismo hombre no era algo inaudito. Parecían aceptar las decisiones de Clave. ¿Pero aceptarían un posible terceto? Si le era posible, lo mejor era mantenerse alejada de Clave.

Quizá pudiera resolver aquel problema…

Merril habló a través de un prodigioso bostezo.

—¿Es ya la hora de dormir? Yo personalmente me siento como si me hubiera golpeado en la cabeza.

—Quiero que siempre haya alguien despierto a ambos lados del árbol —dijo Clave—. ¿Hay alguien que no tenga sueño?

—Yo no tengo —dijo Alfin.

Así que Alfin y Jayan montaron la primera guardia del día. Gavving y Merril serían los próximos, luego… Minya necesitaba descanso. Física y emocionalmente estaba exhausta. Se arrellanó para dormirse, flotando muy cerca de la corteza, medio serpenteando en una posición fetal.

El sol estaba pasando hacia el norte de Voy. Minya medio percibió la actividad de los ciudadanos mientras daban la vuelta al otro lado de la corteza, alimentando el árbol. Clave y Jinny se mataban las chinches mutuamente Jayan desapareció rodeando el borde. Alfin… Alfin rondaba cerca de ella. —¿Minya?

Ella se enderezó.

—Alfin. ¿Qué quieres?

—Te quiero para que seas mi mujer.

De pronto se sintió completamente despierta. No podía permitirse hacer enemigos. Cuidadosamente, le dijo:

—No he considerado todavía el matrimonio. —¡Alfin no había reconocido su uniforme!

—Sería una locura despreciarme. ¿Qué mejor modo de convertirte en una de nosotros?

—Consideraré lo que dices —contestó, cerrando los ojos.

—Soy un hombre respetado. En la Mata de Clave supervisaba las atenciones de la boca del árbol.

Los brazos de Minya se abrazaron a sus rodillas y haciéndole parecer una bola, sin que ella se lo hubiera propuesto.

La mano de Alfin tocó su hombro.

—Minya, en este trozo de corteza, no tienes mucho donde elegir. Has llegado como una asesina. Alguno de nosotros todavía puede que te considere así.

No quería dejarla sola. Minya intentó que su voz sonase fría, pero sólo profirió un sonido amortiguado.

—Tu argumento es bueno. Podría casarme con uno de vosotros. Clave es recomendable, ¿o no?

Alfin rió.

—Tres veces.

—Sorprendente. ¿Y el Grad?

—Estás jugando conmigo. Considera mi oferta. —Alfin vio que ella estaba sollozando.

Minya estaba horrorizada, pero no podía detenerse. Los sollozos la sacudían convulsamente. Ni siquiera podía apagar los sonidos de su llanto. Ella buscaba a un hombre, cierto, ¡pero no a aquel hombre! ¿Tendría elección? Se podría ver forzada a tener por compañero a aquel lisiado, a aquel hombre abrasivo, sólo para impedir que la Tribu de Quinn la matase. O podría hablarle de su juramento al Pelotón de Triuno que nunca la dejaría casarse. Aquello era demasiado.

—Yo… volveré cuando te sientas mejor. Percibió la congoja y el sentimiento de culpabilidad de Alfin; luego silencio. Cuando se obligó a volver a mirar, le vio deambulando entre los durmientes (¿cautelosamente?) para alcanzar el borde más lejano de la corteza.

Minya había perdido su hogar, su familia, sus amigos; estaba perdida en el cielo, abandonada entre extranjeros. ¡Copsik! ¿Quién podía imponerle que tomase tal decisión? ¡Asqueroso copsik alimentador del árbol!

Las lágrimas se secaban sobre su rostro. Por lo menos, ninguna compañera del Pelotón de Triuno la había visto en aquella situación vergonzosa. Descubrió que sus lágrimas habían alejado a Alfin… habían vuelto a funcionar como defensa primaria igual que cuando sólo tenía catorce años.

Pero, ¿qué podía hacer? No había conseguido dejar muy tranquilo al viejo. Alfin había dicho una verdad parcial, una que ella realmente había considerado: casarse era el modo más eficaz de integrarse en la Tribu de Quinn.

…Y Minya descubrió que pese a todo ya había tomado una decisión.

¿Sería arriesgado seguir durmiendo? Debía hacerlo. El sol era una mano inmensa más allá de Voy; Minya se acurrucó y se durmió.

Cuando el sol volvió a acercarse a Voy, Minya despertó. Algunos tenían habilidad. Minya podía decirse a sí misma cuándo debía dormir y cuándo despertar, y lo hizo.

Flexionó los músculos sin moverse demasiado. Estaba sedienta. A su alrededor, se notaba un movimiento agitado. El Grad parecía estar teniendo una pesadilla. Le observó hasta que se quedó quieto.

Alfin sacudió a Gavving para que despertase, luego a Merril. Alfin se tumbó mientras Gavving desaparecía yendo hacia su puesto en el lado más lejano. Minya esperó por un largo momento hasta que Alfin y Jayan se quedaron dormidos.

Alfin agarraba la corteza con los dedos de las manos y los pies y, por lo que Minya podía ver, con los dientes. Apretaba la cara contra la corteza, apartándola del cielo. Alfin nunca dormía de aquella manera; pero no quería ver a nadie.

Minya se desenroscó y se dirigió hacia el borde de la corteza. Merril la observó mientras se acercaba. Minya se agitó y se impulsó hacia la cara más pulida de la plancha.

Gavving la vio llegar. Empezó a alejarse para… ¿dejarla en privado? Ella le llamó.

—¡Espera! ¡Gavving!

Gavving se detuvo.

—De acuerdo. —Pero se notaba una cierta desconfianza.

Ella trató de tranquilizarlo.

—No tengo ningún arma —dijo, y luego—: Oh. Lo demostraré.

—No hace falta que…

Se quitó la blusa por encima de la cabeza y la ató a la corteza. Se acercó mucho, buscando puntos de apoyo que la ayudaran a mantenerse erguida. Su gateo carecía de la dignidad que ella deseaba. Por lo menos, había perdido el aspecto de gorda embarazada del Pelotón de Triuno.