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Estaba cruzando las nubes de insectos abandonados desde el día del desastre. No era un cazador carnívoro. Bueno. ¿Pero no había una bestia parecida en los archivos del Científico? Con un nombre divertido…

Merril tocó el hombro del Grad y este saltó.

—Estoy un poco preocupada por ese comedor de insectos —dijo—. Estamos sumergidos en insectos, ¿lo habías notado?

—¡Notado! ¿Cómo no iba a notarlo? —Pero de hecho estaba intentando olvidarse de ellas. Las chinches eran criaturas que picaban, y estaban por toda la balsa de corteza, millones y millones de criaturas aladas que variaban de tamaño entre el de un dedo meñique y el de puntos que apenas podían verse—. Somos tan pequeños que puede devorarnos por accidente.

—Quizá. ¿Qué pasa con…?

—Yo diría que Gavving no está en peligro. Pienso que mantendrá los ojos abiertos.

—Qué bueno eres.

—Debemos estar alerta.

Todo el cuerpo de Minya se convulsionó con un reflejo de terror. Gavving dijo:

—¡Tranquila! ¡Tranquila! Sólo es el Grad.

Minya se relajó.

—¿Piensan que estamos haciendo algo malo?

—No, en realidad. De todos modos, puedo casarme contigo.

Gavving escuchó un incipiente tartamudeo cuando Minya dijo:

—¿Estás seguro de que quieres hacerlo?

De hecho, no lo estaba. Su mente dio un bandazo y giró. La destrucción del árbol no había sido más desconcertante que aquel primer acto de amor. Amaba a Minya, y la temía, por el placer que le había dado o por el que le había dejado de dar. ¿Pensaría ella que era su dueña? La lección del matrimonio de Clave, o lo que sabía de aquello, no había sido olvidada por él. Como Mayrin, Minya era mayor que su hombre…

A nadie le importaba lo que hiciera. Había cuatro mujeres en la Tribu de Quinn. Jayan y Jinny estaban con Clave; lo que sólo dejaba libres a Merril y a Minya. Gavving dijo:

—Estoy seguro. ¿Vamos a anunciarlo?

—Déjalos dormir —dijo Minya y se apretó contra él. Sus ojos siguieron una boca que se movía barriendo las nubes de insectos. Estaba muy cerca. No tenía dientes, sólo labios, y una lengua como una interminable serpiente buscadora. Giraba lentamente: un modo de vigilar el cielo entero para prevenir un peligro.

—Me pregunto si será comestible —dijo Gavving.

—Lo que yo tengo es sed.

—Debe haber algún modo de alcanzar el estanque.

—Gavving… querido… necesitamos dormir también. ¿No se ha acabado tu turno de guardia?

Su cara se agrietó con un gran bostezo, se cerró con una sonrisa.

—Voy a decir que me sustituyan.

El Grad estaba medio acurrucado en una posición fetal, roncando suavemente. Gavving tiró dos veces de su cuerda y le habló.

—Queremos casarnos.

Los ojos del Grad se desorbitaron.

—Muy bien pensado. ¿Ahora?

—No, podremos esperar hasta que acabe el tiempo de dormir. Te toca vigilar.

—De acuerdo.

Diez — El moby

Unas voces la despertaron. Ella abrió los ojos completamente alerta, sedienta y nerviosa.

El era joven. Ella le había dado lo que él quería, le había forzado virtualmente a ello. El podría perder el interés. Podría recordar que ella había intentado matarle. El necesitaría muchas horas para cambiar sus ideas…

Las voces estaban a cierta distancia, pero ella podía oírlas claramente.

—…Diez años mayor que tú, y no has hecho entrega de la dote… pero todo esto es trivial. ¡Hace seis o siete días intentó matarnos a todos nosotros!

—Podría habernos asaeteado. —Quien hablaba era Clave, y parecía divertido—. A todos menos a mí, naturalmente. No te habría gustado eso, aunque la quieras.

—Yo pienso que es maravilloso —dijo Jayan o Jinny. La otra gemela añadió—: Es… es esperanzador.

—¡Gavving, no tienes la edad suficiente como para saber lo que estás haciendo!

—Alimenta el árbol, Alfin.

Gavving percibió los movimientos de Minya mientras salía de la corteza.

—Hola —la llamó—. ¿Preparada?

—¡Sí! —¿Demasiado ansiosa? ¡Ya era un poco tarde para la timidez!—. ¿Qué clase de ceremonia tendremos? No podemos usar la mía. Dejé a nuestro Científico en la Mata. —Y debe estar muerto.

—Nosotros también estamos en las mismas condiciones —dijo Alfin—. El Científico…

—Ahora yo soy el Científico —dijo el Grad.

Ignorando el despectivo bufido de Alfin, el Grad abrió su mochila y esparció por el suelo su contenido. Empaquetadas junto con la ropa de reserva había cuatro pequeñas cajas de materia estelar —plástico— y una delgada y pulida superficie vítrea, como el espejo del Presidente, pero que no daba reflejos.

La Tribu de Quinn parecía tan sorprendida como Minya.

—¿Has llevado esto durante todo el tiempo? —preguntó Gavving.

—No, los he materializado a partir del aire más ligero. Ya sabes que los Científicos tenemos nuestros trucos.

—Oh, seguro.

Se sonrieron mutuamente. El Grad levantó el espejo y una de las cajas. Encuadró la caja en el delgado borde del espejo.

—Prikazyvat Menú.

La pronunciación del Grad había cambiado; era extraña, arcaica. Minya había oído hablar del mismo modo al Científico de Dalton-Quinn. El espejo respondió: relució con la difusa luminiscencia del sol de medianoche, luego resplandeció con una pequeña impresión negra.

Minya no podía leerla. El Grad, aparentemente, podía. Quitó aquella caja y la sustituyó por otra.

—Prikazyvat Menú… Conforme. Prikazyvat Grabación —dijo animosamente—. El primer día a partir del período de sueño, el primer sueño desde la desintegración del árbol, año trescientos sesenta. Jeffer hablando como Científico. La Tribu de Quinn consiste en ocho individuos… Prikazyvat Pausa.

Al ver que no pasaba nada, ni siquiera Minya pudo seguir callada.

—¿Qué ha salido mal?

El Grad levantó la mirada. Su cara era una máscara de dolor. Un penetrante lamento atravesó su garganta. Las gafas de cristal temblaban ante sus ojos. Las lágrimas no llegaron a correr sin marea que las arrastrase.

Clave le puso al Grad la mano sobre el hombro.

—Tómate un minuto. Tarda todo el tiempo que necesites.

—No he debido intentar… pensar en eso. El Científico. El lo sabía. El me los dio para que los llevara. ¿Qué podemos hacer de bueno si estamos muertos también?

—No estamos muertos. Estamos un poco sedientos —dijo Clave con firmeza.

—¡Todos están muertos excepto nosotros! Me siento como si al grabarlo lo hiciera realidad.

Clave miró a su alrededor. Las lágrimas estaban a punto de volverse contagiosas. Jayan y Jinny estaban sorbiendo. Minya recordaba que la Mata de Dalton-Quinn todavía vivía, invisiblemente lejos, en alguna parte.

Clave cortó con todo aquello.

—Vamos, Científico. Tienes un matrimonio que celebrar.

El Grad tragó saliva y asintió con la cabeza. Unas cuantas lágrimas se le escaparon y flotaron en libertad, del tamaño de bayas de la mata. Se aclaró la garganta y dijo lentamente, con la voz crispada:

—Prikazyvat Grabación. El árbol se ha partido por la mitad. Siete de nosotros hemos sobrevivido, más una refugiada de la otra mata. Matrimonio entre Minya Dalton-Quinn y Gavving Quinn, existente a partir de ahora. Aún no han tenido hijos. Terminado. —Sacó la caja del espejo y añadió—: Ya estáis casados.

Minya se había quedado pasmada.

—¿Eso es todo?

—Eso es todo. Mi primera actuación como Científico. La tradición dice que tenéis que consumar el matrimonio en la primera ocasión que se os presente…