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La chica, prevenida, se había agarrado al respaldo de la silla. El Grad no. La sacudida lo desequilibró. Se tuvo que agarrar a algo para no caer. Una manija en la pared trasera: giró entre sus manos, y agua sucia se derramó por la boquilla. Le dio la vuelta rápidamente y se encontró con la mirada crítica de la chica.

Tras lo que quizá fueron veinte latidos, el piloto levantó los dedos. El familiar rugido silbante —apenas audible a través del metal de las paredes, pero aún temiblemente extraño— se acalló. El Grad se dirigió de inmediato hacia una de las sillas.

El mac estaba alejándose de la meta, hacia el este y hacia afuera. ¿Estaban dejando el Árbol de Londres? ¿Por qué? No lo preguntó. Se sentía demasiado suspicaz para hacerse el loco. Miró las manos del piloto. Símbolos y números brillaban en la ventana y en el panel que había bajo él, pero el piloto sólo tocaba el panel, y sólo lo azul. Pudo sentir la respuesta cambiando el sonido y cambiando la gravedad. ¿Lo azul mueve él mac?

—Jeffer. ¿Cómo te has hecho esas heridas? —La chica rubia hablaba como si no la importara excesivamente.

¿Heridas? Oh, la cara.

—El árbol se desmanteló —dijo—. Fue como si cayéramos muy lejos del Anillo de Humo. Estuvimos muy cerca de Gold hace ya unos años.

Aquello tocó la vena curiosa de Lawri.

—¿Qué pasó con la gente?

—Todos los habitantes de la Mata de Quinn debieron morir, excepto nosotros. Ahora, sólo quedamos cinco de nosotros, Debo aceptar que Clave y Merril también se han ido.

—Me contarás eso más tarde. —Dio una palmada a lo que llevaba—. ¿Qué es esto?

—Cintas grabadas y una lectora. Grabaciones.

Lawri lo estuvo pensando más tiempo del que parecía necesario. Luego intentó colocar una de las cintas del Grad en una abertura frente al piloto.

—Eh —dijo el piloto.

—Ciencia. Es una de mis prerrogativas —dijo Lawri. Apretó dos botones. (Botones, accesorios permanentes en una hilera de cinco: amarillo, azul, verde, blanco, rojo. El panel era de un blanco distinto, salvo por el transitorio resplandor de luces en su interior. Un toque en el botón amarillo hizo que todas las luces amarillas desaparecieran; el botón blanco erigió nuevos símbolos blancos)—. Prikazyvat Menú.

La familiar tabla de contenidos apareció dentro del cristaclass="underline" impresión blanca fluyendo hacia arriba. Lawri eligió la cassette de cosmología. El Grad sintió que sus manos se crispaban para estrangularla. ¡Clasificado, clasificado! ¡Mío!

—Prikazyvat Gold. —La pantalla cambió. El piloto estaba agarrotado, lleno de aterrorizada fascinación, incapaz de mirar a otra parte. La Aprendiz del Científico le preguntó al Grad—: ¿Puedes leerlo?

—Ciertamente.

—Léelo.

—El Mundo de Goldblatt probablemente se originó de un cuerpo parecido a Neptuno, un gigantesco mundo gaseoso en el halo cometario que rodea la Estrella de Levoy y Te-Tres, alejado cientos de miles de millones de kilómetros… klomters hacia afuera. Una supernova puede vomitar su envoltura exterior asimétricamente debido a que esté atrapada en un campo magnético, dejando a la subsiguiente estrella de neutrones con una velocidad alterada. Todas las órdenes planetarias se alteran. En el escenario de Levoy, el Mundo de Goldblatt podría haber pasado muy cerca de la Estrella de Levoy, con su per… perihelio situado actualmente en el interior del Límite de Roche de la estrella de neutrones. Las fuertes mareas de Roche pueden deformar la órbita rápidamente dentro de un circuito. El planeta puede continuar perdiendo la atmósfera incluso en el momento actual, reemplazando los gases perdidos desde el Anillo de Humo y el torus de gas al espacio interestelar.

«Goldblatt estima que Levoy se convirtió en supernova hace mil millones de años. El planeta debe haber estado perdiendo atmósfera todo ese tiempo. En su presente estado, el Mundo de Goldblatt desafía cualquier tipo de descripción: un corazón del tamaño de un mundo de roca y metales…

—Basta. Muy bien, puedes leer. ¿Puedes entender lo que lees?

—Eso no. Puedo adivinar que la Estrella de Levoy es Voy y que el Mundo de Goldblatt es Gold. El resto… —El Grad se encogió de hombros. Miró al piloto, y éste vaciló, pareció encogerse dentro de sí mismo.

Juegos de dominación. La Aprendiz del Científico había asaltado la mente del piloto con las maravillas y el lenguaje críptico de la ciencia. En aquel momento, dijo:

—Tenemos esos datos en nuestras propias cintas, palabra por palabra, por lo menos por lo que puedo recordar. Espero que traigas algo nuevo.

Una sombra se estaba coagulando en la niebla plateada que los envolvía. Estaban regresando hacia el Árbol de Londres.

El camino en caída libre del mac se había torcido hacia la parte media del árbol. Este te lleva hacia afuera. Fuera te lleva al Oeste… Tenía muchas ganas de saber cómo volaba el mac. Debía aprenderlo. Aprendería a volar en aquella cosa, o acabaría sus días como copsik.

Allí se alzaban unas estructuras. Grandes vigas de madera formaban un cuadrado. En su interior, cuatro chozas en una columna, no de follaje tejido, sino de madera labrada. Cables y tubos bajaban a lo largo del tronco en ambas direcciones, tan lejos al menos como hasta donde el Grad pudo seguirlos. Un estanque estaba tocando el tronco: un glóbulo plateado anclado a la madera, y parecía extraño. ¿Un sencillo estanque en aquella región llena de bruma? Hombres vestidos de rojo se movían a su alrededor, alimentándolo con agua que transportaban en vainas de semillas. Debía ser artificial.

¡Con todas aquellas estructuras artificiales, el Árbol de Londres conseguía que la Mata de Quinn pareciera bárbara! Sería prudente…

—Aprendiz del Científico, ¿cortáis la madera para esas estructuras del propio árbol?

Lawri le contestó sin mirarlo siquiera.

—No. Las traemos de otros árboles integrales.

—Bien.

Entonces sí se volvió, sorprendida y molesta. El Grad no había querido juzgar el Árbol de Londres. El Grad se estaba ganando la antipatía de la Aprendiz del Científico… cuando lo único que había Querido era efectuar una comprobación. Si ella se comportaba como un ciudadano típico frente a un copsik, aquello auguraba una mala racha para la Tribu de Quinn.

El tronco se acercaba a ellos, muy deprisa. El Grad se sintió más tranquilo cuando oyó encenderse los motores y sintió que el mac aminoraba la marcha. Aquellas vigas de madera podían ajustarse exactamente con el extremo acristalado del mac… y aquello era precisamente lo que el piloto estaba haciendo, pulsando las luces azules, encuadrando la ventana en el marco de madera. Observa sus manos.

Catorce — La boca del Árbol y la ciudadela

En la gran choza las mujeres fueron desvestidas hasta la desnudez y examinadas por dos mujeres más altas que las humanas, tanto como Usa, la de la Tribu de Carther. Sus largos cabellos eran blancos y tan ligeros que casi dejaba el cuero cabelludo al descubierto. Su piel parecía haberse blanqueado sobre los huesos. Cuarenta o cincuenta años de edad, pensó Minya, aunque era difícil saberlo; su aspecto era extraño. Vestían ponchos con el color escarlata del jugo de las bayas, cerrados entre las piernas. Su forma de andar era relajada, producto de la práctica. Minya pensó que debían haber malgastado muchos años en la gravedad del Árbol de Londres.

—Parece que la gente vive aquí mucho tiempo —le susurró a Jayan, y Jayan asintió con la cabeza.

Las supervisoras no contestaban preguntas, aunque hacían muchas.

Las encontraron sucias y heridas, pero no enfermas. Curaron las magulladuras de Minya, y le avisaron brusca-diente de que tuviera cuidado de no ofender a los ciudadanos en el futuro. Minya sonrió. ¿Ofender? Minya estaba segura de que le había roto el brazo a un hombre antes de que la dejaran inconsciente a garrotazos.