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—Sin problemas. Un embarazo normal —dijo—. Hay un huésped que esperar.

Minya suspiró.

—De acuerdo. Dloris también lo dice. Por lo menos he tenido una oportunidad de verte. ¿Podré ver a Gavving?

—La regulación es correcta, pero… sigues siendo asequible para los ciudadanos, ¿verdad?

—Sí.

—¿Minya, puedo decirle esto a Gavving?

—Déjame pensarlo. —Minya corría adelantándose a sus recuerdos. Algunos parecían confusos, y le gustaba que estuvieran así. ¿Se parecería a Gavving? Pero el enano arrogante la había reclamado por dos noches…— No. ¿Quién es el padre? ¿Puedo saberlo?

—No.

—Díselo. Ya veremos lo que pasa cuando veamos a quién se parece el niño.

—Conforme.

Jinny y Dloris habían bajado hasta el lugar donde estaban las mujeres embarazadas, situado a una distancia apropiada y segura. Afortunadamente, el guardián del Grad era un hombre. Una mujer podría no haberlos dejado solos durante el examen. Aún en posición de reconocimiento, Minya dijo:

—Quédate donde estás por si Ordon echa una mirada a escondidas. Grad, ¿hay alguna posibilidad de salir de aquí?

Mantener la cabeza tranquila en aquellas circunstancias no era fácil, pero el Grad se esforzó por conseguirlo.

—No os mováis sin mí. Lo procuraré. No podremos hacer nada hasta que no dejemos inutilizado el mac.

—No estaba segura de que estuvieras con nosotros.

—¿Con vosotros? —Estaba asustado… pensaba que tenía sus dudas. ¡Allí había mucho que aprender! ¿No les pasaba lo mismo a los demás, a Gavving o a Minya?—. ¡Por supuesto que quiero liberaros! Pero hagamos lo que llagamos, siempre que tengan el mac podrán pararnos. ¿Has visto ese enano que no hace más que dar vueltas? —Como Harp, pensó, aunque Minya no conocía a Harp.

—Le conozco. Mark. Actúa como si midiera tres metros de alto, pero mide menos de dos. De cuerpo ancho, montones de músculos; le gusta enseñarlos. —Los restos de magulladuras que aun quedaban en brazos la ayudaban a recordarlo.

—Es importante. Es el único que puede emplear la antigua armadura.

—¿Podemos hacer que tenga un accidente?

—Si fuera preciso. No lo haremos hasta que estemos reparados para entrar en acción.

Súbitamente, Minya rió.

—Admiro tu frialdad.

—¿De veras? Baja la vista. Minya lo hizo, y se ruborizó y se tapó la boca.

—Cuando te vi por primera vez pensé …no, no te muevas. Recuerda al guardia.

El Grad asintió y se quedó donde estaba.

—Grad… —dijo Minya— mi huésped… Espero que sea de Gavving, pero si todo va bien, no importa. Deja… —Minya susurraba las palabras, pero el Grad continuaba moviéndose. Ella terminó con una risa sin aliento—… que esto solucione tus problemas.

El poncho resultaba absurdamente conveniente. El Grad tuvo que morderse fuertemente la lengua para mantenerse en silencio. La mantuvo así durante unas decenas de latidos—. Gracias. Gracias, Minya. Ha sido… ella es… le daba miedo renunciar a las mujeres.

—No lo hagas. —La voz de Minya era ronca. Súbitamente se rió—. ¿Ella?

—La otra aprendiz es un ciudadano que me trata como fuera un copsik ladrón. Como si fuera basura para la boca del árbol, o un espía. De todos modos, es mi problema. Gracias.

—No ha sido un regalo, Grad. —Se agachó para tomarle las manos—. Me pone enferma que me traten como a una copsik. ¿Cuándo nos liberaremos?

—Pronto. Hay que hacerlo. El Primer Oficial está hablando. Movemos el tronco tan cuidadosamente como es posible.

—¿Cuándo será eso?

—Dentro de unos días, quizá menos. Lo sabré cuando regrese a la Ciudadela. Lawri está ya con la cuenta atrás del sistema de motores del mac. Habría dado cualquier cosa por estar en los dos sitios al mismo tiempo, pero no podía perder la ocasión de hablar contigo. ¿Puedes pasarle a Gavving un mensaje?

—De ninguna forma.

—Vale. Hay un grupo de chozas bajo la rama, y allí es donde están las mujeres que esperan huéspedes, para que la gravedad les afecte durante el desarrollo de los niños. Así es. ¿Hay alguien en la boca del árbol que pueda luchar junto a ti?

—Es posible. —Ella pensó en Heln. —Quizá no es bastante. Sube a la boca del árbol. Si pasa algo, agarra a Jayan y a cualquiera que pienses que lo necesita y sube. Hay un montón de hombres que se pasan el tiempo en la cima de la boca del árbol. Esperemos que Gavving y Alfin estén allí. Pero espera hasta que pase algo importante.

Diecisiete — «Cuando el bosque de Birnham…»

Los inmensos pétalos de plata estaban ascendiendo, plegándose hacia adentro. El embudo que tenían en el centro apuntaba hacia el este y hacia afuera, y el sol se movía en línea con el embudo. Gold estaba hacia el este y parecía cercano. El lento remolino de la tormenta tenía un aspecto extraño, ni físico ni científico, sino a medio camino entre los dos.

Clave y Kara estaban solos. Los demás que habían estado atendiendo las hogueras se habían ido a otras partes cuando las apagaron.

—¿Conoces la ley de la reacción? —estaba preguntando la Cresidenta.

—No soy un niño.

—Cuando el vapor sale del embudo, la jungla se mueve en dirección opuesta. Gracias a eso volvemos a los entornos más húmedos del Anillo de Humo, si no fuera así… nos interpondríamos. Además el vapor puede producir algo: combustible, quizá. Pero tardaría veinte años.

—Esa es la razón por la que ellos lo dispersan en sus excursiones.

—Sí. Pero ya no lo harán más.

Los pétalos se detuvieron a treinta errados de la vertical. El sol brillaba directamente en el interior del embudo, y los pétalos brillaban también en él. El embudo se ahuecaba con un insoportable resplandor.

—El calor de la jungla —dijo Kara— es escupido cuando el brillo del sol está justo dentro de la flor. No es fácil hacerla girar en un día determinado, pero… creo que hoy lo conseguiremos.

Todo sucedía como si la Cresidente así lo hubiera ordenado: un suave estremecimiento eructó del túnel. Clave sintió calor en la cara. La jungla se estremeció. Kara y Clave se agarraron fuertemente con manos y pies.

Una nube empezó a formarse entre ellos y el sol. Una columna de vapor, alejándose. Clave sintió un tirón, una marea, que le impulsaba hacia el cielo.

—Funciona —dijo—. No puedo… ¿Cuánto falta hasta que alcancemos el árbol?

—Un día, quizá menos. Los guerreros ya se están reuniendo.

¿Cómo? ¿Por qué no me lo has dicho? —Sin esperar respuesta, Clave se lanzó de cabeza al follaje. Sus pensamientos eran asesinos. ¿Iba Kara a cobrarle su sitio en la batalla que se acercaba? ¿Por qué?

Cuatro copsiks hacían deslizarse por sus cuerdas el elevador ayudándose con las piernas, y el ojo del Grad vio a Gavving entre ellos. El elevador casi había alcanzado su nicho. ¿No había forma de llamarle? Minya está con las mujeres embarazadas. Está bien. Yo estoy en la Ciudadela…

—Así que no has esperado las Vacaciones —dijo Ordon.

El Grad saltó violentamente. Por un momento, estuvo flotando. Ordon se rió a carcajadas.

—Eh, olvídalo, no importa. Con una oportunidad como esa, ¿cómo no ibas a aprovecharla? Por eso Dloris se preocupó un poco cuando vio que no estabas con Lawri.

El Grad esbozó una sonrisa tímida.

—¿Estuviste mirando todo el tiempo?

—No, no necesito resolver así mis problemas. Puedo visitar los Comunes. Pude meter la cabeza para ver lo que hacías y sacarla otra vez. —Empujó al Grad en el elevador con un amistoso y contundente empujón en la región lumbar, y le siguió.