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Lawri desconectó el botón blanco.

—Eso es lo que nos va a matar. Nos asfixiaremos por falta de aire. Es demasiado malo. Tendremos un gran espectáculo, pero no quiero verlo —centelleó hacia el Grad.

—¿Por qué apagas la pantalla?

—La Voz no puede oírnos hasta que apriete de nuevo. Puede hacer cosas imprevisibles si se le da una orden equivocada, incluso aunque sólo siga algo equivocado.

—¿Puede hablar conmigo?

—Eres un… —Su desprecio se convirtió en otra cosa—. Necesita identificarte, y recordarlo. Hmmm. Inténtalo. —Apretó el botón para hablar.

—Prikazyvat Voz —dijo el Grad.

—Identifícate.

—Soy el Científico de la Mata de Quinn. ¿Tenemos combustible suficiente para poder volver al Anillo de Humo?

—No.

Por un momento, el Grad se olvidó hasta de respirar.

Luego dijo:

—Tenemos una reserva de agua. Podemos descomponerla para conseguir combustible?

La Voz se detuvo. Luego continuó.

—Si el flujo de luz solar mantiene su actividad, podré obtener combustible suficiente para conseguir volver. Percibo muy cerca de nuestro curso una masa. Puedo usarla como fuente de gravedad.

—¿La masa es Gold?

—Repite.

—La masa, ¿es el Mundo de Goldblatt?

—Sí.

El Grad pulsó el botón antes de empezar a reír.

—¡Ir a Gold! Si con eso sobrevivimos…

La susurrante popa había llegado a ser un obstáculo. Con el aire convirtiéndose en hielo y una Voz hablando desde las paredes, el almuerzo empezaba a derivar hacia el pánico.

—Gavving —dijo Jeffer—, deberías decirles algo sobre la presión. No tenemos tiempo de informar a Clave.

—¿Puedo hacerlo yo? —preguntó Lawri. Ella sabía más sobre lo que iba a ocurrir.

Jeffer parecía espantado.

—¡Lawri, creen que has sido quien ha causado la fuga!

—Salvajes…

—Cualquiera lo habría supuesto.

Lawri no supo si el Grad era consciente de lo que su frase implicaba.

Gavving estaba hablando con el resto de los amotinados sobre la fuga. Lo hizo extensamente, incluyendo lo que planeaban hacer. Jeffer pulsó el botón blanco.

—Prykazyvat Voz. ¿Has encontrado la fuga?

—No encuentro ningún punto de fuga. El aire está desapareciendo.

—¿Podremos sobrevivir hasta que regresemos al Anillo de Humo?

—No. El curso que he programado dura veintiocho horas. La presión del aire llegará a niveles letales dentro de diez. Los tiempos son aproximados.

Lawri no recordaba exactamente cuánto podía durar una hora. Y… ¿diez horas? Pasarían siete antes de que la cabina estuviera lo suficientemente fría. Se preguntó por qué la Voz no lo habría tomado en cuenta. A veces la Voz parecía un poco loca.

—Pantallea —dijo Lawri— las áreas en que has buscado la fuga.

De los diagramas de líneas amarillas de la cabina brotaron bordes verdosos a lo largo de dos tercios del interior. Puntos rojizos parpadeaban por todas partes.

—Esos son los sensores que han muerto —le dijo Lawri a Jeffer—. Voz, realiza el curso de corrección.

—Prikazyvat Voz —añadió Jeffer—. ¡No uses el motor principal en ningún momento!

—Lo encenderé mientras quede combustible —dijo la Voz—. Arderá en diez segundos. Nueve. Ocho.

—¡Qué todo el mundo se agarre a algo! —avisó Jeffer.

Los amotinados se estaban poniendo los ponchos sobrantes sobre la ropa. Se detuvieron para atarse con correas. Los gigantes de la jungla se desplazaron hasta la pared de popa y se asieron a los utensilios…

—Dos. Uno.

Pero sólo se encendieron los cohetes de posición. La nariz del mac giró hacia el Anillo de Humo y se quedó así mientras se encendían los motores de popa. Aquello duró unas cuantas decenas de inspiraciones. Pasarían muy cerca de Gold… que se había convertido en una inmensa tormenta espiral de aspecto afilado, y cuyo borde estaba ya bajo ellos.

Mark no estuviera atado, pensó Lawri, y si el motor principal se encendiera, nadie sería capaz de moverse excepto Mark. Había algo que debía recordar. Jeffer no parecía haber descubierto que la tracción podía ser controlada, apretando en lo alto, o bajando los rectángulos que se alzaban, o bajando la corriente de combustible.

Mientras tanto… ¿cómo podrían controlarse las fugas? Si había un modo de hacerlo, Lawri estaba condenada a encontrarlo antes de que lo hiciera Jeffer.

Veintiuno — Ir a Gold

—Kendy del Estado. Kendy del Estado. Kendy del Estado.

La respuesta llegó casi instantáneamente, aguda y crispada a través del cercano vacío y menguante distancia. El MAC estaba fuera del Anillo de Humo. Kendy nunca había enviado un mensaje tan claro desde el motín. Dijo:

—¿Status?

Los motores, todos ellos, eran funcionales. Combustible: unas tazas llenas. Agua: una buena cantidad. Convertidores de fuerza solar: funcionales. Baterías: cargadas, pero funcionando a bajo nivel mientras descomponían agua en hidrógeno líquidos. El flujo de luz solar de T3 podía estabilizarse en el vacío. Aquello produciría combustible.

El MAC estaba en manual. El flujo de CO2 indicaba que iba atestado de pasajeros. El dióxido de carbono se acumulaba lentamente; el sistema de soporte vital casi podía conducirlo… y la cabina estaba perdiendo aire. ¡Oh, mierda, iban a morir!

—Grabación del curso desde la ignición.

Llegó. El MAC estaba avanzando. Esto debió ocurrir cerca del punto L2 —la propia localización de Kendy, el punto de estabilidad tras el propio Mundo de Goldblatt. Y, si no hubiera sido por el Mundo de Goldblatt, el MAC hubiera vuelto a la seguridad… pero el corazón de un antiguo planeta gigante y gaseoso logró que la órbita del MAC fuese casi un círculo inclinado totalmente fuera del Anillo de Humo.

—Desvíate cuando lo ordene.

Confusión masiva en el funcionamiento.

—Dame una vista de video de la tripulación.

—Denegado.

Y la presión de la cabina seguía bajando. Había que hacer algo. Kendy radió:

—Copia —y esperó.

El computador del MAC pensó en ello, lentamente, bit a bit; multiplicó; y empezó a emitir su programa completo. Tardó veintiséis minutos. Kendy examinó (un Kendy simplificado, reformado con las subsiguientes órdenes y desvirtuado por el tiempo y la entropía) mientras enviaba:

—Preparación para actualización del programa.

—Preparándome.

Kendy no lo creía. El programa que llevaba muerto tanto tiempo podía ser fijado mediante órdenes de protección. Simplemente el no las había obtenido todavía… a menos que se hubieran estropeado. Kendy no tenía un programa actualizado, estaba seguro de ello. Tendría que ensamblarlo desde la ruptura…

La velocidad con la que un computador puede pensar era el triunfo y la tragedia de Kendy. Siempre estaba renovando la sorpresa que le causaba el aburrimiento de su vida sin incidentes. Se mantenía en uso porque Kendy estaba editando constantemente sus memorias. La capacidad de almacenamiento de su cerebro computarizado era fija. Siempre la llevaba cerca del límite. Había editado sus memorias sobre el motín, borrando los nombres de los personajes clave, por temor a que alguien pudiera vengarse de los descendientes de los amotinados. Regularmente, Kendy borraba las memorias sobre su aburrimiento.

En cierta ocasión estuvo analizando el Problema del Cuarto Color de la topología. La prueba propuesta en 1976 por Appel y Haken no podía ser comprobada más que por un computador. Kendy era un computador; había experimentado la prueba directamente y descubierto su validez. Sólo recordaba aquello. Los detalles habían sido borrados. Había usado un programa simplificado en los computadores del MAC, y luego lo borró. Pero ahora tenía el programa del MAC como modelo. Le echó un vistazo, afinándolo por todas partes, corrigiendo donde era oportuno hacerlo, actualizando su propia personalidad simplificada… dejando intactas las propias memorias del MAC sobre el tiempo del motín, porque Kendy había determinado ignorarlas. Buscaba un modo de taponar la fuga de aire en la cabina. No había esperanza: los sensores del soporte de vida habían fallado, no el programa. Casi había borrado la orden que impedía el uso del motor principal. El motor principal era más eficiente. Kendy no comprendía aquella orden… pero había entrado, y recientemente. Kendy lo dejó solo.