Agradecimientos
La ficción histórica no se escribe nunca en aislamiento, pero esta novela ha sido un proyecto mucho menos solitario que ninguno de los que había emprendido hasta ahora. Mis novelas históricas anteriores se centraban en acontecimientos de poca importancia y apenas investigados, pero tratar de abarcar la guerra de la Independencia de Estados Unidos y los períodos federalistas, los padres fundadores, Nueva York, Filadelfia y la Pensilvania occidental de finales del siglo XVIII, junto con otras innumerables cuestiones, ha sido uno de los proyectos más difíciles de mi carrera. Por eso, me gustaría empezar por dar las gracias a los que han hecho posible la investigación.
En Filadelfia tuve la fortuna de contar con la ayuda y el apoyo de personas e instituciones maravillosas. Muchas gracias a la Library Company de Filadelfia, con sus asombrosas colecciones y su gente maravillosa, en especial Wendy Wolson, Sarah Wheatherwax, Phil Lapsansky y John C. Van Horne. También quiero dar las gracias a la Historical Society de Filadelfia, quizá menos sociable, pero poseedora de una colección de valor incalculable. Me entusiasmó la cantidad de información útil, específica y erudita que recibí de muchos de los historiadores vivos de la ciudad, sobre todo de Mitchell Kramer. Mi viejo amigo Jack Lynch, una enciclopedia andante del siglo XVIII, me fue de gran ayuda y me indicó dónde encontrar la documentación que tanto necesitaba. Bernice T. Hamel, a quien no conocía de nada, literalmente se me llevó de la calle para ayudarme en la investigación sobre la taberna de El Hombre Cargado de Problemas y Paul Boni también colaboró en mis pesquisas sobre la vida de las tabernas en el siglo XVIII. Asimismo, recibí ayuda de Edward Colimore y del Museo Nacional de Historia Judía Americana.
Mis investigaciones en Pittsburgh fueron un placer gracias a los Amigos de los Animales de Pittsburgh y a Robert Fragasso, del Fragasso Group. Robert fue extraordinariamente generoso con su tiempo y sus recursos. También quiero dar las gracias a Lisa Lazor, del Centro de Historia John Heinz.
En Nueva York quiero agradecer la colaboración de Joseph Ditta, de la Historical Society de la ciudad. En cuanto al whisky, estoy en deuda con Gar Regan y Mike Veach. En mi investigación sobre el Banco de Estados Unidos, tuve la fortuna de contar con la generosa ayuda de las principales autoridades mundiales de los primeros bancos americanos: David J. Cowen, Richard Sylla y Robert E. Whright. Cari G. Karsh me ayudó a comprender la logística del Banco de Carpenter's Hall. Lamentablemente, me vi obligado a eliminar varios párrafos sobre Thomas Jefferson. No obstante, debo dar las gracias a Jeff Looney, de Monticello, por su información y sus consejos.
También quiero agradecer la hospitalidad de muchas cafeterías que para mí han sido un hogar lejos de casa: el desaparecido y añorado Café Espuma, donde surgió por primera vez la idea de escribir este libro; el Ruta Maya, en el centro de San Antonio, donde escribí las primeras versiones, y el Olmos Perk, donde terminé y pulí el libro.
Estoy en deuda con aquellos cuyos oídos castigué durante la Thrillersfest de 2006, sobre todo Joseph Finder, Catherine Neville y Leslie Silbert. Y estoy eternamente agradecido a los primeros lectores de este largo manuscrito: Billy Taylor y Sophia Hollander.
Y, como siempre, quiero dar las gracias a la ayuda y al apoyo que me ha prestado mi fenomenal agente, Liz Darhansoff. Si merece la pena leer esta novela es solo por el trabajo duro y los consejos, creativos e ingeniosos, de mi extraordinaria editora, Jennifer Hershey, y también de Dana Isaacson. Sospecho que cometo más errores tipográficos que el resto de los escritores, por lo que quiero dar las gracias a Dennis Ambrose, de Random House, y a Janet Hotson Baker, mi correctora de pruebas. Espero no estar revelando ningún secreto pero, suponiendo que mi publicista sea de nuevo Sally Marvin, quiero darle las gracias de antemano por su maravilloso e incansable trabajo. Y, si no es ella, aprovecho aquí para darle las gracias por la labor realizada en el pasado. Debido a la cronología necesaria de los calendarios de publicación, los publicistas no reciben nunca los elogios que merecen.
Por razones que no es preciso explicar, quiero expresar mi agradecimiento a mi familia por el amor y el aliento que me han dado, así como a los gatos, por su valor terapéutico y por asegurarse de que no me quedaba durmiendo en la cama más tiempo del necesario.
DAVID LISS
David Liss, licenciado en literatura inglesa por la Universidad de Columbia, es el autor de Una conspiración de papel, que le mereció el Premio Edgar a la Mejor Primera Novela. El mercader de café, su segunda novela, recibió también una buena acogida al ser seleccionada como uno de los mejores 25 libros publicados en 2003 por la New York Public Library. A esta siguieron La conjura en la que encontramos al mismo protagonista; El asesino ético, su primera incursión en la novela negra; La compañía de la seda y Los rebeldes de Filadelfia. Liss vive actualmente en San Antonio, Texas.