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—¿Dónde vas a alojarte? La Ducher irá a la cocina lo quiera o no. Para ti es distinto. No puedes ni soñar en volver al castillo, será destruido y a la merced de la hidras. Por aquí la habitación es escasa, con todas estas casas derruidas. Será menester también buscarte un trabajo. La ley ahora prohibe la pereza.

—¿Dónde está esta ley? — preguntó Ida—. Queremos ser buenos ciudadanos. Y para ello debemos conocerla.

—¡Ay, señorita! No está todavía redactada. Hay todo un montón de textos en los procedimientos verbales y sesiones del Consejo. Por cierto, ¿no eres jurista?

— Acababa de terminar mi segundo año.

— He aquí un trabajo hecho a la medida para ti. Tú redactarás nuestro Código. Hablaré de ello en el Consejo. En cuando a ti — dijo a Beltaire— te tomo conmigo. Me ayudarás en el trabajo de ministro de Minas. Con tu formación científica serás muy pronto un excelente perito. Notas: alimentación en la cantina y un techo, como el mío, sobre tu cabeza.

Miguel se unió a nosotros.

— Si quieres contratar a Beltaire, llegas tarde, acabo de hacerlo.

— Tanto peor. Tomaré a mi hermana. La astronomía tendrá que aguardar. Por cierto, que ha bajado con Menard. Nos va a explicar sus teorías esta noche.

Observé a Helios en lo alto.

— Queda tiempo, pues. Oye, Miguel, ¿le molestaría a tu hermana compartir su alojamiento con esta joven, en espera de que le encontremos otra cosa?

— Aquí está. Puedes preguntárselo.

— Hazlo por mí. ¡Me intimida el astrónomo que hay en tu hermana!

— Te equivocas. ¡Es una chica estupenda, y que te tiene mucha simpatía!

—¿Y tú qué sabes?

— Ella me lo dice muy a menudo.

Y marchó riéndose.

II — LA ORGANIZACIÓN

Por la tarde la Academia de Ciencias de Telus se reunió en la sala de la escuela. Menard iba a hacer su comunicación. Estaban presentes Miguel y Martina, Massacre, Vandal, Breffort, mi tío, los ingenieros, el señor cura, el maestro, Enrique e Ida, Luis, mi hermano, yo mismo, y algunos curiosos. Menard subió a la tribuna.

— Voy a explicaros el resultado de mis observaciones y cálculos. Nos encontramos, como todos sabéis en otro mundo. Llamémosle Telus, ya que este nombre ha prevalecido. Su Ecuador debe aproximarse a los 50.000 km. La intensidad de la gravedad en la superficie es de unos 0,9 g. terrestres; Telus posee tres satélites a unas distancias que no conozco todavía con precisión. A unos 100.000 kilómetros el menor de ellos, Febo, que nos parece el mayor. A 530.000 kms. Selenio, mayor que nuestra antigua Luna y a unos 780.000 km. Artemis, en realidad tres veces mayor. Yo creí al principio que nos encontrábamos ante un sistema de doble astro solar. Nada de esto. En realidad Sol, el pequeño sol rojo, no es más que un gran planeta exterior, todavía en estado estelar. Pero más allá, se sitúan aún otros planetas que giran alrededor de Helios y no de Sol. Por otra parte, éste posee al menos once satélites. De momento nos hallamos en un régimen de oposición: cuando Helios se pone, Sol se levanta. Pero dentro de un tiempo, quizás un cuarto de año de Telus, nos encontraremos en cuadrante. Tendremos entonces ya los dos soles simultáneamente, ya uno sólo, o ninguno, lo cual será más cómodo para las observaciones — terminó con satisfacción.

«Los días y las noches son, y permanecen, iguales. Estamos, pues, en un planeta cuyo eje está muy poco inclinado con relación al plano de su órbita. Como, por otra parte, la temperatura es moderada, creo que debemos estar situados hacia los 45° de latitud Norte. Admitiendo la hipótesis de una oblicuidad nula, la latitud del observatorio sería de 45° 12 minutos.

«Voy a comunicaros la única hipótesis, no demasiado absurda, que he conseguido montar. La idea junto con otra, la tuve en las horas que siguieron a nuestra llegada.

«Sabéis sin duda que ciertos astrónomos consideran al Universo como una hiperesfera (o mejor, un hiperesferoide) de cuatro dimensiones, curvo y espeso según la última de ellas, con el grueso de una molécula, flotando en un hiperespacio que no podemos concebir más que muy vagamente y por analogía. La mayoría de los técnicos consideran incluso que fuera del compuesto Espacio-Tiempo no existe nada, ni el vacío, pues el vacío pertenece al espacio. Esta concepción me había parecido siempre muy pobre y ahora, en cambio, creo tener la prueba de lo contrario. Según esta teoría, habría en el hiperespacio una multitud de hiperesferas-universos flotando, como lo harían en esta habitación unos cuantos globos infantiles. Tomemos dos de estos globos. Uno es nuestro viejo Universo, perdido en su inmensidad, con nuestra Galaxia y nuestro sistema solar. El otro es el Universo que comprende a Telus, en su propia galaxia. Por una razón desconocida estos universos chocaron. Hubo una interpenetración parcial de los dos compuestos, y Telus y la Tierra se encontraron en el mismo lugar, a la vez en ambos universos. Por causas, igualmente desconocidas, un fragmento de Tierra fue captado por el nuevo universo: puede ser que Telus perdiera también algunas plumas en el encuentro, y nuestros amigos terrestres estén a la caza de la hidra por las llanuras del Ródano. Existe una suposición cierta, que los dos universos estaban animados de una velocidad sensiblemente igual y del mismo sentido, como también eran aproximadamente iguales las velocidades en sus respectivas órbitas. Sin ello es poco probable que hubiéramos sobrevivido. Es lo que explica también, que la misión interplanetaria en la que figuraba el primo de Juan Bournat, aquí presente, pudiera sospechar el cataclismo por el lado de Neptuno, y ganarlo por velocidad en su regreso hacia la Tierra. Es posible que los planetas exteriores de nuestro antiguo sistema solar, hayan sido aspirados, en este universo, y en este caso me divierto pensando la cara que deben poner mis colegas de la Tierra. Pero no lo creo probable.

«Quedan muchas cosas en el misterio. ¿Cómo no hubo, así lo parece, interpenetración de los espacios al nivel del átomo, lo que habría probablemente originado una fantástica explosión? ¿Cómo ocurrió que el cataclismo se limitara a la transferencia de un fragmento de Tierra a este nuevo universo? No lo sabemos. ¿Lo sabremos, algún día? Asimismo, es otra circunstancia turbadora que, por un azar inconcebible, hayamos caído en un planeta donde la vida protoplasmática es posible. El señor cura ve en ello la mano de la Providencia. ¿Quién sabe?

«Os he dicho que por un momento yo había concebido otra hipótesis aún más fantástica. Pensé que hubiésemos realizado un viaje a través del tiempo y que hubiésemos caído en el propio pasado de nuestro planeta, en el precámbrico, por ejemplo. Que se hubiese practicado como un nudo en el tiempo, y el Sol fuera Júpiter. Pero aparte el hecho de que esta hipótesis levantaba múltiples dificultades físicas y metafísicas, las características de Telus y de otros planetas lo desmienten categóricamente.

«Puede ser también, como han imaginado Miguel y Martina Sauvage, que hayamos topado con nuestro viejo universo a causa de un sencillo repliegue en la cuarta dimensión. En este caso, podríamos encontrarnos en el sistema de una estrella de la nebulosa de Andrómeda, por ejemplo, o simplemente al otro extremo de nuestra antigua galaxia. Quizá las observaciones futuras nos lo confirmarán.

«Para terminar y rendir homenaje al espíritu profético de determinados novelistas recordaré que J. H. Rosny, padre, había previsto en su «Fuerza misteriosa», un cataclismo análogo. Pero se trataba de un universo de una materia distinta a la del nuestro. Aquellos a los que interesen las ampliaciones matemáticas, pueden venir a verme.

Descendió de la tribuna, y al instante trabó una viva discusión con mi tío, Miguel y Martina. Me acerqué a ellos, pero al oír hablar de tensores, de campos de gravitación, etcétera, me batí rápidamente en retirada.