Peter sacó a su hermano de aquel embrollo y vi con alivio que seguía siendo lo bastante humano para emborracharse a su salud. Ahora reconoce que ese «pasatiempo» es su legítimo trabajo como aportación a la sociedad, y ha llegado a interesarse tanto por los asuntos públicos que de vez en cuando acepta pequeños encargos de carácter diplomático bajo la dirección del Ministerio de Asuntos Exteriores. Últimamente parece más dispuesto a mostrar sus sentimientos y un poco menos asustado de tener alguno que mostrar.
Por lo último que le dio fue por enamorarse de esa chica a la que libró de la acusación de haber envenenado a su amante. La chica se negó a casarse con él, como habría hecho cualquier mujer con personalidad. El agradecimiento y el humillante complejo de inferioridad no son fundamentos para un matrimonio; era una situación absurda desde el principio. En esta ocasión Peter demostró un poco de sentido común y siguió mi consejo. «Hijo mío -le dije-, lo que no era bueno para ti hace veinte años ahora sí lo es. No es a las criaturas jóvenes e inocentes a las que hay que tratar con delicadeza, sino a las que han sido heridas y tienen miedo. Empieza otra vez desde el principio… pero te aseguro que necesitarás toda la autodisciplina que hayas adquirido hasta ahora.»
Y la verdad es que lo ha intentado. Creo que no he visto a nadie con tanta paciencia. La chica es lista, es honrada y tiene personalidad, pero él tiene que enseñarle a recibir, que es mucho más difícil que aprender a dar. Creo que acabarán por encontrarse, si pueden evitar que las pasiones se adelanten a la voluntad. Sé que Peter comprende que en este caso no puede haber otro consentimiento que el libre consentimiento.
Peter tiene cuarenta y cinco años, y ya va siendo hora de que siente la cabeza. Como ven, yo he sido una de las influencias más importantes en su formación, y creo que, en líneas generales, puedo sentirme orgulloso. Es un Delagardie, con muy poco de los Wimsey, salvo (tengo que ser justo) ese hondo sentido de responsabilidad social que impide que la aristocracia terrateniente de Inglaterra sea un erial absoluto, desde el punto de vista espiritual. Tanto si sigue en su papel de detective como si no, Peter es un auténtico erudito y un auténtico caballero, y estoy deseando ver cómo se las apaña como marido y padre. Yo me estoy haciendo viejo, no tengo hijos (que yo sepa) y me gustaría ver feliz a Peter, pero como dice su madre, «Peter siempre lo ha tenido todo excepto aquellas cosas que realmente quería», y supongo que es más afortunado que la mayoría de la gente.
Paul Austin Delagardie
Dorothy L. Sayers