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– Cuando hablas del Fantasma de Medianoche de California, ¿sabes en qué pienso, Smith? En calor, mucho calor, y en bambú creciendo más de diez metros v balanceándose en la brisa y más calor y un montón de monjes alborotando con sus flautas en algún sitio y cuando recitan sutras con redobles de tambor y ruido de campanillas y ruido de bastones es como oír a un enorme coyote prehistórico cantando… Las cosas que residen en vosotros, locos, se remontan a los días en que los hombres se casaban con osos y hablaban al búfalo ante Dios. Pásame otro trago. Tened siempre los calcetines remendados y las botas engrasadas.

Pero como si eso no fuera bastante, Coughlin dice con toda tranquilidad:

– Sacad punta a vuestros lápices, arreglaos la corbata, sacad brillo a los zapatos y cerraos la bragueta, limpiaos los dientes, peinaos, fregad el suelo, comed pasteles de fresa, abrid los ojos…

– Peinad el suelo y comed los ojos, eso está bien -dice Alvah, pellizcándose muy serio el labio de abajo. -Recordando todo el tiempo en que he hecho cuanto he podido, pero el rododendro sólo está iluminado a medias, y las hormigas y las abejas son comunistas y los tranvías están aburridos.

– Y japonesitos en el tren F cantando Inky Dinky Parly Vu -grité yo.

– Y las montañas viven en la ignorancia total así que por eso abandono; por tanto, quitaos los zapatos y metéoslos en el bolsillo. Acabo de contestar a todas vuestras preguntas, venga un trago, mauvais sujet.

– No pises al tonto del culo -grité borracho.

– Trata de hacerlo sin pisar al armadillo -dice Coughlin-. No seas mamón toda la vida, estúpido de mierda.

¿No ves lo que quiero decir? Mi león ha comido bastante v yo duermo al lado de él.

– ;Oh! -dice Alvah-. Me gustaría entender todo eso.

Y yo estaba asombrado, MUY asombrado, por el rápido maravilloso golpeteo en mi cerebro dormido. Todos estábamos superpasados v borrachos. Fue una noche loca. Terminó con Coughlin y yo peleándonos v haciendo agujeros en las paredes y a punto de derribar la,casa: Alvah estaba muv enfadado al día siguiente. Durante la lucha casi le rompo la pierna al pobre Coughlin; incluso yo mismo terminé con una astilla clavada varios centímetros en la piel que sólo saldría casi un año después. Entretanto, en determinado momento, Morlev apareció en la puerta como un espectro llevando un par de litros de yogur y preguntando si queríamos un poco. Japhy se fue a las donde la madrugada diciendo que vendría a recogerme por la mañana para iniciar el gran día destinado a la compra de mi equipo. Todo anduvo muy bien con los lunáticos zen; el furgón del manicomio estaba demasiado lejos para oírnos. Pero hay una enseñanza en todo esto, como se comprueba al pasear de noche por una calle de los alrededores y hay una casa v otra a ambos lados de la calle, todas ellas con' la lámpara del cuarto de estar encendida v dentro el cuadrado azulado de la televisión, cada familia concentrando su atención en el mismo espectáculo v nadie habla; silencio también en los alrededores; perros que te ladran porque pasas sobre pies humanos v no sobre ruedas. Se comprende lo que quiero decir: uno empieza a parecerse a todo el mundo y piensa también como todos, v los lunáticos zen hace tiempo que han vuelto al polvo, con la risa en el polvo de sus labios. Sólo se puede decir una cosa de la gente que mira la televisión, de los millones v millones clavados en el Ojo único: no hacen daño a nadie mientras están ahí sentados delante del Ojo. Pero tampoco hace daño Japhy… lo veo en los años venideros caminando sigilosamente con la mochila a la espalda, por calles de las afueras, pasando junto a las azules ventanas de la televisión, solo, dueño de los únicos pensamientos no electrificados por el Amo de la Conexión. En lo que a mí respecta, quizá la respuesta esté en mi poema del Amigo que dice:

– ¿Quién gastó esta broma cruel a uno tras otro, escapándose como una rata al desierto tan llano? -preguntó Montana Slim, gesticulando hacia él, el amigo de los hombres, en su cubil de león-. ¿Se volvió loco Dios, como aquel indio que era un dador con más vueltas que el mismo río? ¿Por qué nos dio aquel jardín, un paraíso, para inundárnoslo luego todo vengativo? Dinos, buen amigo, lo que sepas; Harry v Dick quieren saber ese truco y por qué es tan bajo y tan mezquino el Eterno Escenario. ¿Dónde está el sentido de tanta comedia?,

Y pensé que quizá pudiera saberlo con estos Vagabundos del Dharma.

14

Pero yo tenía mis propios planes y éstos no tenían nada que ver con el aspecto "lunático" de todo esto. Quería hacerme con un equipo completo, con todo lo necesario para dormir, abrigarme, cocinar, comer, es decir, con una cocina v un dormitorio portátiles, v largarme a alguna parte y encontrar la soledad perfecta y contemplar el vacío perfecto de mi mente v ser completamente neutral con respecto a todas v cada una de mis ideas. También quería rezar, dedicarme sólo a eso; rezar por todas las criaturas vivas; consideraba que ésa era la única actividad decente que quedaba en el mundo. Estar en alguna apartada orilla, o en el desierto, o en la montaña, o en una cabaña de México o de Adirondack, y descansar y estar tranquilo y no hacer nada más; practicar lo que los chinos llaman "hacer- nada". De hecho, no quería tener nada que ver ni con las ideas de Japhy acerca de la sociedad (a mi juicio era mejor evitarla, rodearla), ni con ninguna de las ideas de Alvah sobre sacarle a la vida todo lo que se pueda porque su tristeza es muy dulce y uno morirá algún día.

Cuando Japhy vino a recogerme a la mañana siguiente, yo estaba pensando en todo esto. Él, Alvah y yo fuimos a Oakland en el coche de Morley y estuvimos en los almacenes del Monte de Piedad y del Ejército de Salvación comprando camisas de franela (a cincuenta centavos cada una) y camisetas. Todos habíamos elegido camisetas de color, y sólo un minuto después, cuando cruzábamos la calle bajo el limpio sol de la mañana, Japhy dijo:

– Fijaos, la tierra es un planeta fresco y lozano, ¿por qué preocuparse de nada? -(lo cual es cierto).

Luego, en las tiendas de ropa de segunda mano, revolvimos todo tipo de cajones y estantes polvorientos llenos de camisas lavadas y remendadas de todos los vagabundos del universo. Compré calcetines, un par de medias de lana escocesas muy largas que me llegaban por encima de la rodilla y me resultarían muy útiles en las noches frías cuando meditara bajo la helada. Y compré una bonita chaqueta de lona con cremallera por noventa centavos.

Luego fuimos al enorme almacén del ejército de Oakland y al fondo había colgados sacos de dormir y toda clase de equipamiento, incluidos colchones neumáticos como el de Morley, cantimploras, linternas, tiendas de campaña, rifles, botas de agua, y los más inverosímiles objetos para cazadores y pescadores. De todo aquello, Japhy y yo elegimos un montón de cosas útiles para los bikhus. Él compró una especie de parrilla de aluminio y me la regaló; como es de aluminio nunca se estropea y permite calentar cualquier tipo de cacharro encima de una hoguera. Eligió un excelente saco de dormir usado de pluma de pato; antes abrió la cremallera y examinó el interior. Luego una mochila completamente nueva, de la que me sentí muy orgulloso.

– Te regalaré mi funda para la bolsa de dormir -dijo Japhy.

Luego decidí comprar unos vasos de plástico blanco, y unos guantes de ferroviario nuevos. Consideré que tenía unas botas bastante nuevas en el Este, adonde iría por Navidades, aunque también pensé en comprarme un par de botas de montaña italianas como las de Japhy.