Lo sentí de verdad y creí en ello v me regocijé pensando en que tenía que contárselo a Japhy en cuanto volviera a California.
– Por lo menos, me escuchará -murmuré y sentía una gran compasión por los árboles: éramos la misma cosa; acaricié a los perros que nunca discutían conmigo. Todos los perros aman a Dios. Son más listos que sus amos. Se lo dije a los perros también, y me escuchaban con las orejas tiesas y lamiéndome la cara. Les daba igual una cosa que otra con tal de que yo siguiera allí. San Ramón de los Perros, eso es lo que fui aquel año, a no ser que fuera nadie o nada.
A veces en el bosque me limitaba a sentarme v a mirar las cosas tratando de adivinar el secreto de la existencia. Miraba los santos, los largos, los amarillos hierbajos doblados que ante mí constituían una estera de hierba Sede del Tathagata de la Pureza mientras señalaban en todas las direcciones y charlaban volubles cuando el viento dictaba Ta, Ta, Ta, en grupos chismosos con algunos de estos hierbajos solitarios orgullosos de mostrarse aparte, o enfermos y medio muertos y caídos, la entera congregación de los hierbajos vivos al viento de pronto sonando como campanas y saltando excitados y todo amarillo y pegado a la tierra y pienso Esto es.
– Rop rop rop -grito a los hierbajos, y se muestran a barlovento alargando sondas inteligentes para señalar y tentar y engañar; algunos introduciendo en la florecida imaginación la perturbadora idea, húmeda de tierra, de que habían convertido en karma sus propias raíces y tallos… Era mágico. Me duermo y sueño las palabras: "Gracias a estas enseñanzas, la tierra llegará a su fin", y sueño que mamá asiente solemnemente con toda la cabeza, ejem, y los ojos cerrados. ¿Qué me importaban todas aquellas molestas heridas y aburridas inquietudes del mundo? Los huesos humanos no son más que vanas líneas que se desvanecen, el universo entero un vacío molde de estrellas.
"Soy una Rata Bikhu Vacía", soñé.
¿Qué me importaba el graznido del pequeño uno mismo que vaga por todas partes? Me ocupaba de la manifestación, desasimiento, separación, surgimiento, aparición, rechazo, inanidad, alejamiento, extinción del rompimiento con todo, fuera, fuera, atrás, chas, chas.
"El polvo de mi pensamiento reunido dentro de un globo -pensé-, en esta soledad sin tiempo", y en realidad sonreí porque al fin estaba viendo la blanca luz en todas partes, en todas las cosas.
El viento cálido hizo hablar profundamente a los pinos una noche en que empezaba a experimentar lo que se llama "Samapatti", que en sánscrito significa Visitas Trascendenta les. Tenía la mente un tanto adormecida, pero físicamente estaba despierto del todo allí sentado derecho bajo mi árbol cuando, de repente, vi flores, montañas de ellas color rosa, rosa salmón, en el chisss del silencioso bosque (conseguir el nirvana es como localizar el silencio) y vi una antigua visión del Dipankara Buda que era el Buda que nunca decía nada, a Dipankara como una enorme y nevada Pirámide Buda con espesas y negras cejas enmarañadas, igual que John L. Levis, y una mirada terrible, todo en un sitio antiguo, un campo antiguo nevado como Alban ("Un nuevo campo", había gritado la predicadora negra), toda la visión erizándome el pelo. Recuerdo el extraño y mágico grito final que evocó en mí, signifique lo que signifique: Colyalcolor. Y aquélla, la visión, estaba desprovista de cualquier sensación de ser yo mismo, era pura ausencia de ego, simplemente unas actividades etéreas e indómitas desprovistas de cualquier predicado dañino… desprovistas de esfuerzo, desprovistas de error.
"Todo es perfecto -pensé-. La forma es vacuidad y la vacuidad es forma, y estamos aquí para siempre en una u otra forma, que es vacía. Lo que los muertos han conseguido: este rico murmullo silencioso de la Pura Tierra Iluminada. "
Tuve ganas de gritar por encima de los bosques y los techos de Carolina del Norte anunciando la verdad simple y gloriosa. Luego dije:
– Tengo la mochila preparada y es primavera, voy a ir al Sudoeste, a las tierras secas, a la extensa y solitaria región de Texas y Chihuahua y a las alegres calles nocturnas de México, con música saliendo por las puertas, chicas, vino, yerba, grandes sombreros, ¡viva! ¿Qué importa? Como las hormigas, que no tienen nada que hacer y se pasan el día entero atareadas, yo no tengo que hacer nada más que lo que quiera y ser amable y, con todo, mantenerme sin influencias de las consideraciones imaginarias y rezar por la luz.
Sentado, pues, en mi árbol-Buda, en aquel "colyalcolor" de flores rosas y rojas y blanco marfil, entre bandadas de mágicas aves transcendentes reconociendo la iluminación de mi mente con suaves y misteriosos cantos (la alondra sin rumbo), en el perfume etéreo, misteriosamente antiguo, y la beatitud de los campos-Buda, vi que mi vida era una resplandeciente página en blanco y que podía hacer todo lo que quisiera.
Algo extraño sucedió al día siguiente que ilustró el auténtico poder que había obtenido de estas mágicas visiones. Mi madre llevaba cinco días tosiendo y la nariz le chorreaba y ahora empezaba a dolerle la garganta tanto que sus toses resultaban penosas y me sonaban muy mal. Decidí sumirme en un profundo trance y autohipnotizarme, recordándome: "Todo está vacío e iluminado", para averiguar el origen y curar la enfermedad de mi madre. Al instante, en mis ojos cerrados, tuve la visión de una botella de brandy que luego vi que era Heet, un medicamento para friegas, y encima de eso, superpuesto como en un fundido cinematográfico, distinguí claramente un cuadro de unas florecillas blancas, redondas, de pétalos pequeños. Al instante me levanté, era medianoche, mi madre tosía en la cama, y salí y cogí varios floreros con capullos que mi hermana había colocado por la casa la semana anterior y los saqué fuera. Luego cogí un poco de Heet del armario de las medicinas y le dije a mi madre que se frotara la garganta. Al día siguiente la tos había desaparecido. Posteriormente, cuando ya me había ido al Oeste haciendo autostop, una enfermera amiga nuestra oyó la historia y dijo:
– Sí, eso suena como a alergia a las flores.
Durante esa visión y esas actividades comprendí de modo perfectamente claro que la gente enferma al utilizar las coyunturas físicas para castigarse a sí misma, debido a su naturaleza autorreguladora de Dios, o su naturaleza de Buda, o su naturaleza de Alá, o de cualquier nombre que se quiera dar a Dios, y que todo funciona automáticamente de esa manera. Éste fue el primer y último "milagro" porque temí interesarme demasiado por estas cosas y envanecerme. También estaba un poco asustado de tanta responsabilidad.
Todos los de mi familia se enteraron de mi visión y de lo que había hecho, pero no pareció interesarles demasiado; de hecho, tampoco me interesó a mí. Y eso estaba bien. Ahora era muy rico, un supe multimillonario en gracias transcendentales Samapatti, a causa de un karma bueno y humilde, quizá porque me había compadecido del perro y perdonado a los hombres. Pero también sabía que era un heredero bienaventurado, y que el pecado final, el peor, es la integridad. Así que terminaría con aquello y me lanzaría a la carretera e iría a ver a Japhy. "No dejes que las penas te vuelvan malo", canta Frank Sinatra. Durante mi última noche en el bosque, la víspera de mi marcha a dedo, oí la palabra "cuerpo astral", que se refería a que las cosas no deben hacerse desaparecer, sino que debe hacerse que despierten a su auténtico cuerpo, a su cuerpo astral, supremamente puro. Vi que no había que hacer nada porque nunca pasa nada ni nunca pasará nada: todas las cosas son luz vacía. Así que me fui muy fortalecido, con mi mochila, dando un beso de adiós a mi madre. Se había gastado cinco dólares en poner unas medias suelas nuevas de goma con refuerzo a mis viejas botas y ahora estaba perfectamente preparado para el trabajo del próximo verano en la montaña. Nuestro viejo amigo Tom, el tendero, un auténtico personaje, me llevó en su vehículo hasta la autopista 64 y allá nos dijimos adiós con la mano y empecé a hacer autostop para recorrer los cinco mil kilómetros de vuelta a California. Regresaría de nuevo a casa las próximas Navidades.