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Y, de hecho, me pasaba casi todo el tiempo de pie delante del fogón.

– ¿Qué significa que esos árboles y montañas de ahí fuera no sean mágicos sino reales?

– ¿Cómo? -decían.

– Significa que esos árboles y montañas de ahí fuera no son mágicos sino reales.

– ¿De verdad?

– ¿Qué significa que esos árboles y montañas de ahí fuera no sean en absoluto reales, sino mágicos? -seguía yo. -Bueno, venga ya…

– Significa que esos árboles y montañas no son en absoluto reales, sino mágicos.

– Bueno, ¿y qué pasa con eso? ¡Maldita sea!

– Pasa que vosotros preguntáis ¿y qué pasa con eso? ¡Maldita sea! -grité.

– ¿Y qué?

– Significa que preguntáis ¿y qué pasa con eso? ¡Maldita sea!

– Vamos, tío, ¿por qué no metes la cabeza en el saco de dormir y me traes café?

Siempre estaba preparando café en el fogón.

– ¡Corta ya! -gritó Warren Coughlin-. No hay quien te aguante.

Una tarde estaba sentado con unos niños en la hierba y me preguntaron:

– ¿Por qué es azul el cielo?

– Porque el cielo es azul.

– Quiero saber por qué es azul el cielo.

– El cielo es azul porque quieres saber por qué es azul el cielo.

– ¡Tonterías! -dijeron.

También había unos cuantos chavales que rondaban por allí y tiraban piedras al tejado de la cabaña, creyendo que estaba abandonada. Una tarde, en la época en que Japhy yvo teníamos un gatito negro, se acercaron sigilosamente a la puerta para mirar dentro. Justo cuando se disponían a abrir la puerta, la abrí yo con el gato negro en brazos y dije en voz muy alta:

– ¡Soy un fantasma!

Se atragantaron y me miraron y me creyeron y dijeron:

– Sí.

En seguida estaban al otro lado de la colina. Nunca volvieron a tirar piedras. Seguro que creyeron que yo era un brujo.

26

Se hacían planes para una gran fiesta de despedida a Japhy, unos cuantos días antes de que su barco zarpara rumbo a Japón. Pensaba hacer el viaje en un mercante japonés. Iba a ser la fiesta mayor de todas, y se extendería desde el tocadiscos de la sala de estar de Sean, hasta la hoguera del patio, la cima de la colina y todavía más lejos. Japhy y yo estábamos cansados de fiestas y no nos seducía la idea. Pero pensaba venir todo el mundo: todas las chicas, incluida Psyche, y el poeta Cacoethes, y Coughlin, y Alvah, y Princess, y su nuevo novio, y hasta el director de la Asociación Budista, Arthur Whane, con su mujer e hijos, y también el padre de Japhy, y por supuesto Bud, y parejas sin especificar de todas partes que traerían vino y comida y guitarras. Japhy dijo:

– Estoy cansado de estas fiestas. ¿Qué tal si tú y yo nos vamos a las pistas de Marin County después de la fiesta? Pasaremos unos cuantos días. Podemos coger las mochilas y dirigirnos a la zona de Potrero, Meadows o a Laurel Dell.

– ¡Estupendo!

En esto, de repente una tarde apareció Rhoda, la hermana de Japhy, con su prometido. Iba a casarse en la casa del padre de Japhy, en Mill Valley, con una gran recepción y todo. Japhy y yo estábamos sentados en la cabaña una tarde bochornosa, y de pronto, ella estaba en la puerta, delgada y rubia y preciosa, con su elegante novio de Chicago, un hombre muy guapo.

– ¡Caramba! -gritó Japhy, levantándose de un salto y besándola con un apasionado abrazo, que ella le devolvió de todo corazón. ¡Y cómo hablaron!

– Oye, ¿crees que resultará un buen marido?

– Lo será, lo he escogido con mucho cuidado, protestón. -Será mejor que lo sea o se las tendrá que ver conmigo. Luego, en plan de alarde, encendió un gran fuego y dijo:

– Así es como hacemos las cosas en esos montes de verdad del Norte.

Luego echó demasiado petróleo al fuego y se apartó; esperó como un niño travieso y ¡bruuum!: se oyó una gran explosión en el interior de la estufa y sentí claramente la sacudida al otro lado de la habitación. Estuvo a punto de irse todo al carajo. Luego le preguntó al pobre novio:

– Verás, ¿conoces algunas buenas posturas para la noche de bodas?

El pobre tipo acababa de hacer el servicio militar en Birmania y quería hablar de ese país, pero no consiguió meter baza. Japhy estaba más enloquecido que nunca y auténticamente celoso. Le invitaron a la elegante recepción y dijo:

– ¿Podría presentarme en pelotas?

– Haz lo que quieras, pero ven.

– Puedo imaginármelo todo, la coctelera y todas las señoras con sus elegantes sombreros y los guaperas destrozando corazones y música de órgano y todo el mundo secándose los ojos porque la novia es tan guapa y… ¿Por qué quieres entrar a formar parte de la clase media, Rhoda?

– ¿Y qué me importa? -dijo ella-. Quiero empezar a vivir.

Su novio tenía mucho dinero. En realidad era un tipo agradable y sentí que tuviera que aguantar todo aquello con una sonrisa.

Después de que se fueron, Japhy dijo:

– No aguantará a su lado más de seis meses. Rhoda es una chica muy loca y prefiere los pantalones vaqueros y andar por ahí a quedarse encerrada en un apartamento de Chicago.

– La quieres, ¿verdad?

– Y no sabes cuánto… Debería casarme con ella.

– ¡Pero si es tu hermana!

– Y qué cojones importa. Necesita a un hombre de verdad como yo. No sabes lo salvaje que es, no te criaste con ella en los bosques.

Rhoda era realmente guapa y lamenté que se hubiera presentado con su novio. En todo aquel tumulto de mujeres todavía no me había conseguido una para mí. No es que pusiera demasiado interés, pero a veces me sentía solo viéndolos a todos emparejados y pasándolo tan bien y entonces todo lo que podía hacer era meterme en el saco de dormir junto al rosal y suspirar y decir bah. Para mí todo se reducía a sabor de vino tinto en la boca y a un montón de leña.

Pero por entonces encontré algo parecido a un cuervo muerto en el cercado de los venados y pensé: "Bonito espectáculo para los ojos de una persona sensible, y todo proviene del sexo."

Así que aparté el sexo de nuevo de mi cabeza. Mientras el sol brillara y luego parpadeara y volviera a brillar, me bastaba. Sería bueno y seguiría solo, no tendría aventuras, me quedaría tranquilo y sería bueno.

"La compasión es la estrella que guía -dijo Buda-. No discutas con las autoridades o con mujeres. Suplica. Sé humilde."

Escribí un poemita dedicado a cuantos venían a la fiesta: "Hay en vuestros párpados guerras, y seda…, pero los santos se han ido, ido todos, libres de todo eso."

En realidad me creía una especie de santo demente. Y eso se basaba en que me decía: "Ray, no corras detrás del alcohol y las mujeres y la compañía, quédate en la cabaña y disfruta de la relación natural con las cosas tal y como son."