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«No mucho. Sólo por la catástrofe del avión y demás.» Estaba impresionado. Al parecer, Gibreel no había conseguido escapar de sus demonios interiores. Él, Salahuddin, creyó -ingenuamente, según se demostraba ahora- que los sucesos del fuego de Brickhall, cuando Gibreel le salvó la vida, en cierta manera los habrían purificado a ambos; que habrían expulsado los demonios lanzándolos a las llamas voraces; que, realmente, el amor podía desarrollar una fuerza humanizadora tan grande como la del odio; que la virtud podía transformar a los hombres tanto como el vicio. Pero nada era para siempre; ni, por lo visto, había cura que fuera completa.

«El mundo del cine está lleno de chiflados -decía Swatilekha a George afectuosamente-. No hay más que verle a usted, mister.» Pero Bhupen se había puesto serio: «Yo siempre consideré a Gibreel una fuerza positiva -dijo-. Un actor de una minoría que interpretaba personajes de muchas religiones y que era aceptado. Si ha perdido el favor, mala señal.»

Dos días después, Salahuddin Chamchawala leía en sus periódicos dominicales que un equipo internacional de montañeros había llegado a Bombay con intención de intentar la subida al Pico Escondido; y cuando vio que con la expedición venía Miss Alleluia Cone, la célebre «Reina del Everest», tuvo la extraña sensación de estar perseguido por un hechizo, de que una parte de su imaginación se proyectaba hacia el mundo real, de que el destino adquiría la lógica implacable de un sueño. «Ahora ya sé lo que es un fantasma -pensó-. Un asunto no concluido, eso es.»

* * *

Durante los dos días siguientes, la presencia de Allie en Bombay llegó a obsesionarle. Su pensamiento insistía en establecer extrañas asociaciones entre, por ejemplo, la evidente curación de los pies de la mujer y el fin de sus relaciones con Gibreeclass="underline" como si él la hubiera lisiado con sus celos. Él sabía que, en realidad, ella ya sufría aquella afección de los pies antes de conocer a Gibreel, pero se encontraba en un extraño estado de ánimo, disociado de la lógica. ¿Qué hacía ella aquí? ¿Por qué había venido? Llegó a convencerse de que se avecinaba un terrible desenlace.

Zeeny, que entre las operaciones en el hospital, las conferencias en la universidad y los preparativos para la cadena humana apenas tenía tiempo para Salahuddin y sus estados de ánimo, erróneamente vio en su reserva y sus silencios la expresión de dudas sobre su regreso a Bombay, sobre la forzada intervención en actividades políticas de una naturaleza que siempre aborreció, sobre ella misma. Para disimular sus temores, le hizo una especie de conferencia: «Si estás decidido a desprenderte de tus tendencias extranjerizantes, Salad baba, no te dejes caer ahora en una especie de limbo desligado de todo. ¿De acuerdo? Aquí estamos nosotros. Estamos delante de ti. Esta vez deberías tratar de establecer con esta tierra vínculos de persona mayor. Trata de abrazar a esta ciudad como es, no como un recuerdo de la infancia que te causa nostalgia y dolor. Acércatela. Tal como es. Haz tuyos sus defectos. Conviértete en criatura suya. Asúmela.» Él asintió distraídamente, y ella, pensando que se preparaba para marcharse otra vez, salió de la habitación con una indignación que lo dejó completamente desconcertado.

¿Debía llamar por teléfono a Allie? ¿Le habría contado Gibreel lo de las voces?

¿Debía tratar de ver a Gibreel?

Va a ocurrir algo, le advertía su voz interior. Va a ocurrir y tú no sabes qué es, y nada puedes hacer para evitarlo. Oh, sí, es algo malo.

* * *

Ocurrió el día de la manifestación, que por cierto, contra todos los pronósticos, tuvo un éxito bastante satisfactorio. Se registraron, sí, algunas escaramuzas en el distrito de Mazagaon, pero, en conjunto, el acto fue pacífico. Los observadores del PCI(M) informaron que se había tendido una cadena de hombres y mujeres cogidos de la mano que discurría ininterrumpidamente de arriba abajo de la ciudad, y Salahuddin, que estaba en Muhammad Ali Road, entre Zeeny y Bhupen, tuvo que reconocer que la imagen poseía fuerza. Muchos de los que estaban en la cadena lloraban. La orden de juntar las manos fue dada por los organizadores -entre los que Swatilekha ocupaba lugar preeminente, circulando en la parte trasera de un jeep, megáfono en mano- a las ocho en punto de la mañana; una hora después, cuando el tráfico de la ciudad alcanzaba su punto culminante, la multitud empezó a dispersarse. No obstante, a pesar de los miles de personas que intervinieron en el acto, a pesar de su carácter pacífico y de su mensaje positivo, la formación de la cadena humana no fue recogida por los servicios informativos de la televisión de Doordarshan. Tampoco All-India Radio se refirió a ella. La mayoría de los periódicos proclives al Gobierno omitieron también toda mención. Sólo un diario en lengua inglesa y un dominical dieron la noticia; nada más. Zeeny, recordando el tratamiento que se había dado a la cadena de Kerala, había vaticinado este silencio ensordecedor cuando ella y Salahuddin volvían a casa. «Es un acto comunista -explicó-. Por lo tanto, inexistente.»

¿Qué acaparaba los titulares de los periódicos de la tarde?

¿Qué chillaban a los lectores en caracteres de tres centímetros mientras no se dedicaba a la cadena humana ni un susurro de tipografía pequeña?

LA REINA DEL EVEREST Y PRODUCTOR CINEMATOGRÁFICO,

MUERTOS

DOBLE TRAGEDIA EN MALABAR HILL

GLBREEL FARISHTA, EN PARADERO DESCONOCIDO

LA MALDICIÓN DE EVEREST VILAS SE COBRA NUEVAS

VÍCTIMAS

El cadáver del prestigioso productor cinematográfico S. S. Sisodia había sido descubierto por el personal doméstico en el centro de la alfombra del salón del apartamento del célebre actor Mr. Gibreel Farishta, con una herida de bala en el corazón. Miss Alleluia Cone, en un accidente que se creía «relacionado con el hecho», había perdido la vida al caer desde la azotea del rascacielos, la misma desde la cual, unos dos años atrás, Mrs. Rekha Merchant había arrojado a sus hijos y a sí misma al asfalto de la calle.

Los periódicos de la mañana mostraban menos ambigüedad al referirse a la última actuación de Farishta. Farishta, SOSPECHOSO, SE ESCONDE.

«Vuelvo a Scandal Point», dijo Salahuddin a Zeeny, que, interpretando erróneamente esta retirada a una esfera más íntima del espíritu, se disparó: «Mister, vale más que te decidas de una vez.» Él, al marcharse, no supo qué decir para tranquilizarla; ¿cómo explicarle su agobiante sensación de culpabilidad, de responsabilidad; cómo decirle que aquellas muertes eran las Oscuras flores de unas semillas que él plantara hacía tiempo? «Necesito pensar -dijo en voz baja, con lo que confirmó las sospechas de ella-: Sólo un día o dos.» «Salad baba -dijo Zeeny secamente-, tengo que reconocer que tu sentido de la oportunidad es realmente fabuloso.»

* * *

La noche después de su participación en la cadena humana, Salahuddin Chamchawala contemplaba por la ventana del dormitorio de su infancia las formas nocturnas del mar de Arabia cuando Kasturba dio unos rápidos golpes en la puerta con los nudillos. «Un hombre pregunta por ti», dijo casi en un siseo, evidentemente asustada. Salahuddin no había visto a nadie entrar por la puerta. «Ha llamado a la puerta de servicio -dijo Kasturba en respuesta a su pregunta-. Y, escucha, baba, es ese Gibreel. Gibreel Farishta, del que los periódicos dicen…» Su voz se apagó y ella se mordió nerviosamente las uñas de la mano izquierda. «¿Dónde está?»

«¿Qué podía hacer? Tuve miedo -dijo Kasturba-. Lo hice pasar al estudio de tu padre. Te espera allí. Pero será mejor que no vayas. ¿Llamo a la policía? Baapu ré, qué cosas.»

No. No llames. Iré a ver qué quiere.

Gibreel estaba sentado en la cama de Changez, con la vieja lámpara en las manos. Llevaba un pijama kurta blanco sucio y ofrecía el aspecto del hombre que ha dormido en malas condiciones. Tenía los ojos extraviados, mates, muertos. «Compa -dijo con cansancio, señalando una butaca con un movimiento de la lámpara-. Como si estuvieras en tu casa.»

«Tienes un aspecto horrible», aventuró Salahuddin, recibiendo del otro una sonrisa distante, cínica, desconocida. «Siéntate y calla, compa -dijo Gibreel Farishta-. He venido a contarte un cuento.»

Entonces fuiste tú, comprendió Salahuddin. Tú lo hiciste: tú asesinaste a los dos. Pero Gibreel había cerrado los ojos, unido las yemas de los dedos y empezado a contar su historia, que era también el final de muchas historias, de esta manera:

Kan ma kan Fi qadim azzaman…
* * *

Tal vez sí tal vez no hace mucho mucho tiempo

Bueno algo por el estilo

No estoy seguro porque cuando vinieron a verme yo no era yo no yaar no era yo en absoluto hay días muy duros cómo decirle lo que es la enfermedad algo así pero no puedo estar seguro

Siempre hay una parte de mí que está fuera gritando no por favor no lo hagas pero no sirve de nada sabes cuando llega el mal

Yo soy el ángel el maldito ángel de dios y estos días es el ángel vengador Gibreel el vengador siempre la venganza por qué

No puedo estar seguro algo así por el delito de ser humano

y sobre todo mujer pero no exclusivamente la gente debe pagar

Algo así

Él me la trajo con buena intención ahora lo sé él sólo quería que hiciéramos las paces es que-que-que no ves

me dijo que ella no te ooo-olvida ni mucho menos y tú dijo estás lo-lo-loco por ella todos lo saben él sólo quería que hiciéramos que hiciéramos que hiciéramos

Pero yo oí versos

Tú me entiendes, compa

V e r s o s

Manzana colorada tarta de limón sin sin son

Me gusta el café me gusta el té

Azul la violeta perfumado el huerto acuérdate de mí cuando haya muerto muerto muerto

Cosas por el estilo

No podía sacármelos de la cabeza y ella se transformó delante de mis ojos yo la insulté puta y cosas así y a él yo lo conocía bien

Sisodia degenerado de ya sabes dónde yo sabía lo que ellos pretendían

reírse de mí en mi propia casa algo así