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Rica Danwstar se rió. —Oh, ¿de veras?

—Ciertamente —dijo Haviland Tuf, cogiendo a Caos y levantándole para que Rica pudiera verlo—. Contemplad mi prueba. He explorado esta nave y he logrado dominar los secretos de la técnica de clonación de los desaparecidos Imperiales de la Tierra. Resultó ser una experiencia tan impresionante como embriagadora y estoy impaciente por repetirla. De hecho, he decidido abandonar la grosera llamada de la profesión mercantil, por la más noble de ingeniero ecológico. Tengo la esperanza de que no tengáis la intención de interponeros en mi camino. Tened la seguridad, señora, de que os devolveré a ShanDellor y me ocuparé personalmente de que se os abone hasta la última fracción de la paga prometida por Jefri Lion y por los demás.

Rica Danwstar meneó la cabeza con incredulidad. —Tuffy, no tienes precio —dijo. Dio un paso hacia adelante, haciendo girar el aguijón en su dedo—. ¿Crees entonces que tienes derecho a poseer la nave porque puedes usarla y yo no?

—Ésa es exactamente la razón de mi teoría —dijo Tuf aprobadoramente.

Rica rió de nuevo. —Ten, no me hace falta esto —le dijo con voz alegre, y le arrojó el arma.

Tuf extendió la mano y la cogió al vuelo. —Al parecer mi reclamación acaba de verse fortalecida, tan inesperada como decisivamente. Ahora me es posible amenazar con el uso de este arma.

—No lo harás —replicó ella—. Reglas, Tuf. Tú siempre juegas siguiendo las reglas. Yo soy la que siempre prefiere darle una patada al tablero de juego —extendió la mano en la que llevaba el manojo de tiras—. ¿Sabes qué he estado haciendo mientras que tú creabas un gatito clínico?

—Obviamente, no —dijo Haviland Tuf. —Obviamente —repitió Rica con voz sardónica—. He estado en el puente, Tuf, jugando con el ordenador y aprendiendo prácticamente todo lo que necesito saber sobre el ClE y su Arca.

—Ya —pestañeó Tuf. —Ahí arriba hay una gran pantalla —dijo ella—. Puedes considerarla como un gran tablero de juego, Tuf. He estado observando cada movimiento. Las piezas rojas erais tú y los demás. También yo era una pieza roja. y las piezas negras, las bioarmas, como gusta de llamarlas el sistema, aunque yo prefiero llamarlas monstruos. Es más corto y no tan pomposo.

—Sin embargo, es una palabra cargada de connotaciones —dijo Tuf.

—Oh, ciertamente. Pero vayamos al asunto principal. Atravesamos la esfera defensiva e incluso logramos manejar la defensa de plagas, pero Anittas logró que le mataran y decidió vengarse un poco, por lo cual dejó sueltos a los monstruos utilizados para la segunda línea defensiva. y yo me quedé sentada ahí arriba y estuve viendo cómo las piezas negras y las rojas se perseguían mutuamente. Pero faltaba algo, Tuf. ¿Sabes qué era?

—Sospecho que se trata de una pregunta retórica —dijo Tuf.

—Ciertamente —le imitó Rica Danwstar y se rió—. ¡Faltaban las piezas verdes, Tuf! El sistema estaba programado para representar a los intrusos en rojo, a sus propias bioarmas en negro y al personal autorizado del Arca en verde. Naturalmente, no había puntos verdes yeso me hizo empezar a meditar, Tuf. Estaba claro que los monstruos eran una defensa a utilizar en último extremo, claro, pero… ¿había sido concebida para utilizarla sólo cuando la nave era un pecio abandonado?

Tuf cruzó las manos sobre su vientre. —Pienso que no. La existencia de esa pantalla y sus capacidades de información, implican la existencia de alguien que pudiera observarla. Aún más, si el sistema estaba codificado para mostrar al personal de la nave, a los intrusos ya los defensores monstruosos, de forma simultánea y en varios colores, entonces debe tomarse en consideración la posibilidad de que los tres grupos mencionados estuvieran a bordo y en acción al mismo tiempo.

—Sí —dijo Rica—. y ahora, la pregunta clave.

Haviland Tuf vio que algo se movía detrás de ella en el corredor.

—Mis disculpas pero… —empezó a decir.

Rica le indicó que callara con un gesto impaciente.

—Si estaban dispuestos a soltar esos horrores enjaulados que poseían para repeler a un ataque en una situación de emergencia, ¿cómo podían evitar que sus propios hombres murieran ante ellos?

—Un dilema interesante —admitió Tuf—. Siento grandes deseos de conocer la respuesta a dicho enigma, pero me temo que deberé posponer tal placer. —Se aclaró la garganta y añadió—. No siento el menor deseo de interrumpir tan fascinante discursos pero con todo me siento obligado a señalar que…

El suelo se estremeció.

—Sí —dijo Rica sonriendo.

—Me siento obligado a señalar —repitió Tuf—, que un dinosaurio carnívoro de más bien gran tamaño acaba de aparecer en el corredor y que en estos momentos intenta sorprendernos, aunque no lo hace demasiado bien.

El tiranosaurio lanzó un rugido.

Rica Danwstar no se inmutó. —¿De veras? —dijo y se rió—. No esperarás realmente que me deje sorprender por el viejo truco de «hay un dinosaurio a tu espalda». Esperaba algo mejor de ti, la verdad.

—¡Protesto! Soy totalmente sincero —Tuf puso en marcha el motor de su vehículo—. De ello da fe la rapidez con que he activado este aparato para huir del avance de la criatura. ¿Cómo es posible tanta suspicacia, Rica Danwstar? Estoy seguro de que el estruendoso caminar de la bestia y su rugido deben resultar perfectamente audibles.

—¿Qué rugido? —dijo Rica—. No, Tuf, seamos serios. Te estaba explicando algo muy importante. La respuesta es que olvidamos una pequeña pieza del rompecabezas total.

—Ciertamente —dijo Tuf. El tirano saurio se abalanzaba sobre ellos a una velocidad alarmante. Estaba de bastante mal humor y sus rugidos hacían difícil oír las palabras de Rica Danwstar.

—El Cuerpo de Ingeniería Ecológica era algo más que una fábrica de clones, Tuf. Eran científicos y militares, así como ingenieros gen éticos de primera categoría. Podían recrear las formas de vida de centenares de mundos y darles la chispa vital en sus cubas, pero eso no era todo lo que podían hacer. También podían juguetear con el DNA, cambiar esas formas de vida, ¡diseñarlas nuevamente para que se adecuaran a sus propósitos!

—Por supuesto —dijo Tuf—. Pido excusa pero me temo que debo salir huyendo de este dinosaurio. —El reptil se encontraba ahora a unos diez metros detrás de Rica y de pronto se detuvo. Su cola golpeó la pared y el vehículo de Tuf se estremeció ante el impacto. De sus fauces brotaban chorros de saliva y sus pequeñas patas delanteras arañaban el aire con frenesí.

—Sería una grave descortesía —dijo Rica—. Verás, Tuf, ahí está la respuesta. Esas bioarmas, esos monstruos, fueron mantenidos en estasis durante mil años y puede que aún más tiempo. Pero no eran monstruos normales. Habían sido clonados para un propósito especial, para defender a la nave contra los intrusos, y habían sido manipulados genéticamente para ello y sólo para ello. —El tiranosaurio dio un paso y luego otros dos. Ahora se encontraba justo detrás de ella y su sombra cubría por entero el cuerpo de Rica, sumiéndolo en las tinieblas.