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El rostro de Tuf era absolutamente indescifrable. Lenta y tranquilamente cruzó sus largos dedos sobre el bulto de su estómago.

—Exactamente —le dijo—. Una erudición histórica digna de envidia.

—Vaya, gracias —replicó ella amistosamente—. Si me equivoco corríjame pero, aun contando con mi erudición histórica, me parece recordar que el Imperio Federal se derrumbó hace… bueno, unos mil años. y el CIE se esfumó también. Lo dispersaron, lo hicieron volver a Prometeo o a la Vieja Tierra, fue destruido en combate, abandonó el espacio humano… lo que sea. Por supuesto, y según se dice, los naturales de Prometeo siguen poseyendo una buena parte de la vieja técnica biológica, pero no suelen venir mucho por aquí y no estoy segura de ello. Pero sí he oído decir que son muy celosos en cuanto a compartir sus conocimientos. Por lo tanto veamos si he entendido bien: ahí está una sembradora del viejo CIE, que sigue en funcionamiento y que usted ha encontrado por pura casualidad, siendo también la única persona que se encuentra a bordo.

—Correcto —dijo Haviland Tuf. Tolly sonrió.

—Y yo soy la Emperatriz de la Nebulosa del Cangrejo. El rostro de Tuf no se movió ni un milímetro.

—Me temo que en tal caso se me ha puesto en comunicación con la persona equivocada. Yo deseaba hablar con la Maestre de Puerto de S’uthlam.

Tolly tomó otro sorbo de cerveza. —Yo soy la condenada Maestre de Puerto —le replicó secamente—. Tuf, ya basta de tonterías. Está usted sentado ahí, dentro de una nave que se parece muy sospechosamente a una nave de guerra y que, casualmente, es treinta veces más grande que nuestro mayor acorazado de la flotilla defensiva planetaria, y está poniendo extremadamente nervioso a un montón muy grande de gente. La mitad de los gusanos de tierra de los grandes hoteles creen que se trata de una nave alienígena venida para robarnos el aire y comerse a nuestros niños, y la otra mitad está segura de que se trata sólo de un efecto especial amablemente previsto por nosotros para su diversión. En estos mismos instantes centenares de ellos están alquilando trajes y trineos de vacío y dentro de un par de horas estarán reptando por encima de su casco. y mi gente tampoco tiene ni la menor idea de qué hacer. Por lo tanto, Tuf, vayamos al condenado meollo del asunto. ¿Qué quiere?

—Me siento decepcionado —dijo Tuf—. He llegado hasta aquí a costa de grandes dificultades para consultar con los cibertecs e hiladores de Puerto S’uthlam, cuyas capacidades son famosas muy lejos de aquí y cuya reputación por su conducta ética y honesta no es superada en ningún otro lugar. No pensaba encontrarme con esta inesperada agresividad y con tales sospechas infundadas. No pido nada más que ciertas alteraciones y algunos arreglos. Tolly Mune le escuchaba sólo a medias. Estaba contemplando los pies de la proyección holográfica, junto a los cuales acababa de aparecer una criatura pequeña y cubierta de pelo blanco y negro.

—Tuf —dijo, sintiendo la garganta algo reseca—, discúlpeme, pero hay alguna condenada especie de alimaña, frotándose contra su pierna. —Dio otro sorbo a su cerveza. Haviland Tuf se agachó y cogió al animal.

—Maestre de Puerto Mune —dijo—, los gatos no pueden ser calificados de alimañas sin cometer un grave error. A decir verdad, el felino es un enemigo implacable de casi todos los parásitos y plagas, pero éste no es sino uno de los muchos atributos fascinantes y benéficos de esta admirable especie. ¿Sabe que en tiempos lejanos la humanidad les adoró como dioses? Ésta es Desorden. La gata empezó a emitir una especie de ronquido ahogado, al acunarla Tuf en el hueco de uno de sus enormes brazos y empezar a pasarle lenta y sosegadamente la mano por su pelaje.

—Oh —dijo ella—. Un… un animal doméstico, ¿se dice así? Los únicos animales existentes en S’uthlam son los que nos comemos, pero de vez en cuando recibimos visitantes que poseen animales domésticos. No deje que su… ¿felino?

—Ciertamente —dijo Tuf. —Bueno, no le deje salir de la nave. Recuerdo que cuando era ayudante de M.P. en una ocasión tuve un ¡aleo absolutamente espantoso. Una mosca que debía tener el cerebro estropeado perdió a su maldito animal, justo cuando teníamos de visita a ese enviado alienígena y nuestras patrullas de seguridad les confundieron. Le resultaría casi imposible creer lo nervioso que se puso todo el mundo. —La gente suele excitarse en demasía muchas veces —dijo Haviland Tuf.

—¿De qué clase de reparaciones y cambios me hablaba? Tuf respondió con un encogimiento de hombros.

—Pequeñas cosas que sin duda serán fácilmente realizables para expertos tan eficientes como los suyos. Tal y como he señalado, el Arca es ciertamente una nave muy antigua y las vicisitudes de la guerra y la falta de cuidados han dejado sus marcas en ella. Hay cubiertas enteras y sectores a oscuras y sin funcionar que han sido dañados incluso más allá de las admirables capacidades de autorreparación que posee el navío. Deseo que tales partes sean reparadas y puestas de nuevo en pleno funcionamiento.

»Por otra parte, como quizá ya sepa por sus estudios históricos, el Arca tenía una tripulación de doscientos hombres. Se encuentra lo suficientemente automatizada como para que me haya resultado posible hacerla funcionar yo solo, pero no sin ciertos inconvenientes, debo admitirlo. El centro de mando, localizado en la torre del puente, representa un agotador viaje diario desde mis aposentos y, además, he descubierto que el puente no ha sido adecuadamente diseñado para satisfacer mis necesidades. Tengo que ir constantemente de una estación de control a otra para ejecutar la multitud de complejas tareas requeridas para el manejo de la nave. Existen también otras funciones para las cuales debo abandonar el puente y viajar de un lado a otro de esta inmensa nave. y hay tareas que me ha resultado imposible llevar a cabo pues, al parecer, requerirían mi presencia simultánea en dos o más lugares separados por kilómetros de distancia y situados en cubiertas distintas. Cerca de mis aposentos se encuentra una pequeña pero cómoda sala de comunicaciones auxiliares, que parece estar en perfecto funcionamiento. Me gustaría que sus cibertecs reprogramaran y diseñaran otra vez los sistemas de mando para que en el futuro me resulte posible llevar a cabo todo lo que necesite desde aquí, sin necesidad de realizar el agotador viaje diario hasta el puente. A decir verdad, sin que ni tan siquiera deba levantarme de mi asiento.

»Aparte de esas tareas de mayor importancia tengo en mente unas pocas alteraciones más. Puede que alguna modernización, incluso. Me gustaría añadir un cocina con todas las especias y condimentos posibles, así como una biblioteca de recetas para que pueda tomar unas colaciones más variadas e interesantes al paladar que los nada atractivos aunque nutritivos menús militares que el Arca está ahora programada para servir. Una amplia provisión de vinos y cervezas, los mecanismos necesarios para que, en el futuro, pueda fermentar mis propios licores durante los prolongados viajes espaciales y también aumentar mis posibilidades recreativas adquiriendo algunos libros, hologramas y cristales musicales de este último milenio. Ah, también algunos nuevos programas de seguridad y unos cuantos cambios de poca importancia y complejidad. Ya le daré una lista completa.

Tolly Mune le había estado escuchando con asombro creciente.

—Maldición —dijo al terminar Tuf—. Entonces, ¿realmente tiene una nave sembradora del CIE?

—Ciertamente —dijo Haviland Tuf, con un tono de voz que a ella le pareció algo envarado.

Tolly sonrió. —Mis disculpas. Voy a reunir una cuadrilla de cibertecs especializados y les mandaré allí, a gritos si hace falta, para que echen un vistazo, con lo cual podrán darle una valoración. De todos modos, no se haga ilusiones. Con una nave tan grande, hará falta bastante tiempo antes de que empiecen a solucionarlo todo. Será mejor que disponga también algún tipo de patrulla de seguridad o tendrá a todo tipo de mirones y curiosos andando por la nave y robándole recuerdos de ella. —Sus ojos recorrieron pensativos de arriba a abajo su holograma. Le necesitaré para que hable con mi cuadrilla y les indique dónde están las cosas, pero después será mejor que no se meta en su camino y les deje a su aire. No puede meter esa condenada monstruosidad en la telaraña, es infernalmente grande. ¿Tiene algún modo de salir de ahí?