—Ya veo —dijo Tuf.
—¿Y no sientes ninguna curiosidad al respecto? ¿No te interesa saber adónde vamos? ¿No quieres conocer la razón por la que Lion y Waan han mantenido en secreto el destino final, hasta encontrarnos todos a bordo? ¿O la causa de que Lion contratara una guardaespaldas?
Haviland Tuf acarició lentamente el largo pelaje de Champiñón, pero sus ojos no se apartaron ni un segundo del rostro de Rica.
—La curiosidad es mi gran vicio. Me temo que se ha dado cuenta de ello y ahora busca explotar mi debilidad.
—La curiosidad mató al gato —dijo Rica.
—Una idea de lo más desagradable, pero que me parece también muy improbable teniendo en cuenta la situación —comentó Tuf.
—Pero la satisfacción le hizo resucitar —añadió Rica—. Lion sabe que estamos metidos en un asunto de enormes dimensiones y altamente peligroso. Para conseguir sus fines necesitaban a Nevis o a una persona como él. Ya habían decidido un reparto entre cuatro, pero Nevis tiene el tipo de reputación que te hace dudar sobre si va a conformarse con ese reparto. Ésa es la razón de mi presencia aquí: debo ocuparme de que quede satisfecho con ello. —Rica se encogió de hombros y pasó los dedos por la funda de su aguijón—. Además, constituyo un seguro de vida contra cualquier otro tipo de complicaciones que pueden presentarse.
—¿Puedo permitirme indicar que esa misma presencia representa una complicación adicional?
Rica sonrió lúgubremente. —Indícaselo a Lion —le dijo, poniéndose en pie y desperezándose—. y piensa en todo eso, Tuf. Tal y como yo veo las cosas, Nevis te ha subestimado. Pero tú no debes subestimarle, y a mí tampoco. Nunca, nunca me subestimes. Quizá llegue un momento en el que desees contar con un aliado y puede que ese momento llegue más pronto de lo que piensas.
Cuando faltaban tres días para la llegada, Celise Waan se quejó nuevamente de la comida. Tuf les había servido una bruhaha de vegetales picantes al estilo de Halagreen: el plato resultaba exótico y sabroso, pero ya era la sexta vez que aparecía en la mesa durante el viaje. La antropóloga esparció los vegetales por todo el plato, con una mueca de repugnancia, y dijo:
—¿Por qué no podemos comer un poco de comida auténtica?
Tuf, en silencio, pinchó hábilmente un gran hongo con su tenedor y lo alzó hasta tenerlo delante de la cara. Lo estuvo contemplando durante unos instantes, inclinó la cabeza a un lado para contemplarlo desde otro ángulo, lo hizo girar examinándolo atentamente y por último lo tocó con la punta del dedo.
—No consigo entender por completo la naturaleza de su queja, señora —dijo por fin—. Debo decir que, para mis pobres sentidos, este hongo resulta francamente real, aunque debo confesar también que no es sino una pequeña muestra del plato en su conjunto. Es posible que el resto del bruhaha sea una mera ilusión, pero no lo creo.
—Ya sabes a qué me refiero —dijo Celise Waan con voz aguda—. Quiero carne.
—Ah, ya —dijo Haviland Tuf—, y yo deseo ser inconmensurablemente rico. Es fácil concebir tales fantasías pero es mucho más difícil convertirlas en realidad.
—¡Estoy harta de esos condenados vegetales! —chilló Celise Waan—. ¿Pretendes decirme acaso que, en esta maldita nave, no hay ni un miserable trozo de carne?
Tuf entrelazó los dedos formando un puente con ellos. —Ciertamente, no entraba en mis intenciones dar pie a un error tal —dijo—. Yo no como carne, pero no me importa admitir que a bordo de la Cornucopia de Mercancías Excelentes a Bajos Precios hay cierta cantidad de carne, aunque no hay demasiada.
En el rostro de Celise Waan apareció una furiosa satisfacción. Se volvió sucesivamente a mirar a los demás ocupantes de la mesa y vio que Rica Danwstar intentaba ocultar una sonrisa. Kaj Nevis ni tan siquiera lo intentaba, mientras que Jefri Lion parecía inquieto.
—¿Veis? —les dijo—. Estaba segura de que se estaba guardando toda la buena comida para él —luego, con gestos lentos y cuidadosos, cogió su plato y lo lanzó al otro extremo de la habitación. El plato se estrelló ruidosamente en un mamparo metálico, dejando caer su contenido de bruhaha picante sobre el lecho de Rica Danwstar. Rica sonrió dulcemente.
—Acabas de cambiar tu catre por el mío, Waan —le dijo.
—No me importa —replicó Celise Waan—. Voy a conseguir una comida decente, aunque sólo sea por una vez, y supongo que ahora los demás estaréis dispuestos a conseguir vuestra parte de ella también, ¿no?
Rica sonrió.
—¡Oh, no! Querida. Es toda tuya. —Terminó su bruhaha y limpió el plato con una corteza de pan horneado con cebolla. Lion seguía pareciendo algo inquieto y Kaj Nevis dijo:
—Si puedes conseguir que Tuf te dé esa carne, es tuya.
—¡Excelente! —proclamó ella—. ¡Tuf, tráeme la carne!
Haviland Tuf la contempló con expresión impasible.
—Cierto, el contrato que hice con Kaj Nevis requiere de mí la manutención a lo largo de todo el viaje. Sin embargo, nada se dijo sobre la naturaleza de tal manutención. Siempre acabo siendo el perdedor: ahora parece que debo plegarme a vuestros caprichos culinarios. Muy bien, ése es el pobre destino que me ha correspondido en la vida. Sin embargo, ahora me siento repentinamente dominado por un capricho particular. Ya que debo plegarme al vuestro, ¿no resultaría equitativo el que se obrara de igual modo respecto al mío?
Waan frunció el ceño con aire de sospecha.
—¿A qué te refieres?
Tuf extendió las manos ante él.
—Oh, realmente no es nada importante. A cambio de la carne que tanto anheláis pido sólo un breve instante de indulgencia. En los últimos tiempos mi curiosidad ha aumentado hasta extremos alarmantes y me gustaría satisfacerla. Rica Danwstar me ha advertido de que la curiosidad insatisfecha terminará seguramente matando a mis gatos.
—Estoy a favor de eso —dijo la gorda antropóloga.
—Ya… —replicó Tuf—. Sin embargo, debo insistir. Ofrezco un trato: comida del tipo que tan melodramáticamente me ha sido exigida a cambio de un pequeño dato carente de valor y que nada os ha de costar proporcionarme. No tardaremos en llegar al sistema de H’Ro Brana, el destino previsto para el viaje. Me gustaría saber la razón de dicho viaje y qué esperáis encontrar en esa estrella de la plaga sobre la cual os he oído hablar.
Celise Waan se volvió nuevamente hacia los otros.
—Hemos pagado adecuadamente para ser bien alimentados —dijo—, y ahora se me somete a chantaje. Jefri, ¡termina con todo esto!
—Bueno… —dijo Jefri Lion—. Celise, la verdad es que no veo ningún mal en que lo sepa y, de todos modos, acabará descubriéndolo en cuanto lleguemos. Quizá sea el momento de hablar.
—Nevis —dijo ella—, ¿es que no piensas hacer nada?
—¿Por qué? —le preguntó él—. No cambia nada del asunto. Díselo y obtendrás tu carne. O quizá no. A mí me da igual.
Waan clavó ferozmente los ojos en Kaj Nevis y luego con una ferocidad aún mayor su mirada se desvió hacia el pálido e inmutable rostro de Haviland Tuf. Acabó cruzándose de brazos y dijo:
—Muy bien, si no queda otro remedio, cantaré para obtener mi cena.
—Un tono de conversación normal resultará perfectamente aceptable —dijo Tuf—. Celise Waan le ignoró.
—Voy a ser breve y concisa. El descubrimiento de la estrella de la plaga es mi mayor triunfo y el punto culminante de mi carrera, pero ninguno de vosotros posee la inteligencia o la cortesía necesarias para apreciar el trabajo ímprobo que me representó. Soy antropóloga en el Centro ShanDellor para el Progreso de la Cultura y el Conocimiento. Mi especialidad académica es el estudio de un tipo peculiar de culturas primitivas: las de los mundos coloniales que fueron dejados de lado en su aislamiento y que retrocedieron tecnológicamente después de la Gran Guerra. Naturalmente, muchos mundos humanos resultaron también afectados por ella y unos cuantos han sido estudiados de modo bastante amplio, pero yo trabajaba en campos menos conocidos: investigaba culturas no humanas y en particular las de los antiguos mundos esclavos de los Hranganos. Uno de los mundos que estudié fue H’Ro Brana: en tiempos era una colonia floreciente y un buen terreno de cría para los Hruun, los dactiloides y algunas otras razas esclavas menores de los Hranganos, pero hoy en día es un desierto a efectos prácticos. Las formas de vida que siguen encontrándose allí tienen existencias cortas y poco agradables, no estando muy por encima del nivel de las bestias aunque, como casi todas las culturas que han descendido a su estado actual, poseen historias sobre una edad de oro desaparecida. Pero lo más interesante de H’Ro Brana es una leyenda, una leyenda absolutamente única: La estrella de la plaga.