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Lo recordaba claramente. Ese mismo día lo había estado pensando.

– ¿Protectores?

– Exactamente.

– Pero no comprendo, ¿qué pasa en los bosques? ¿Y los montañeros desaparecidos? ¿Y la sangre?

Se puso serio de inmediato. Parecía preocupado.

– Intentamos hacer nuestro trabajo, Bella. Intentamos protegerlos, pero siempre llegamos una pizca tarde.

– ¿Protegerlos? ¿De qué? ¿De verdad hay un gran oso merodeando por allí?

– Bella, cariño, nosotros sólo protegemos a las personas de un enemigo. Lo que éste hace es la razón de nuestra existencia.

Le miré con expresión ausente durante unos instantes hasta comprenderle. Entonces, la sangre huyó de mi rostro y se me escapó un grito inarticulado de pánico.

Él asintió.

– Pensé que precisamente tú de entre todos ibas a comprender lo que sucedía.

– Laurent -susurré-. Sigue aquí.

Jacob parpadeó un par de veces y ladeó la cabeza a un lado:

– ¿Quién es Laurent?

Intenté poner en orden mis pensamientos en medio de todo ese caos para poder responderle.

– Le conoces, le viste en el prado. Estabais allí… -las palabras adquirieron un tono de asombro a medida que me iba convenciendo de todo-. Estabais allí, evitasteis que me matara…

– Ah, ¿te refieres a la sanguijuela de pelo negro? -esbozó una sonrisa tensa y fiera-. ¿Se llamaba así?

Me estremecí.

– ¿En qué estabais pensando? -susurré-. Podía haberos matado, Jake. No te haces idea de lo peligrosos…

Otra carcajada me interrumpió.

– Bella, un sólo vampiro no supone mucho problema para una manada grande como la nuestra. Fue tan fácil que casi no resultó divertido.

– ¿Qué fue fácil?

– Acabar con el vampiro que te iba a matar. Ahora bien, eso no lo incluyo en lo de asesinar -agregó a toda prisa-. Los vampiros no cuentan como personas.

Sólo conseguí articular las palabras para que me leyera los labios:

– ¿Vosotros matasteis a Laurent?

Asintió.

– Fue un trabajo en equipo-matizó.

– ¿Ha muerto Laurent?-susurré.

Su expresión cambió.

– Eso no te preocupa, ¿verdad? Iba a matarte, buscaba su presa, Bella. Estábamos muy seguros de eso cuando decidimos atacar. Lo sabes, ¿verdad?

– Lo sé. No, no estoy disgustada. Estoy… -tenía que sentarme. Retrocedí un paso hasta sentir la madera en las pantorrillas y me dejé caer sobre la misma-. Laurent ha muerto, no va a volver a por mí.

– ¿No te enfadas? No era uno de tus amigos ni nada de eso, ¿verdad?

– ¿Amigo mío? -alcé la vista, confusa y mareada de puro alivio. Los ojos se me humedecieron y comencé a balbucear-: No, Jake… Al contrario… Pensé que acabaría encontrándome… Le he estado esperando cada noche con la esperanza de que se conformara conmigo y dejara tranquilo a Charlie. He pasado tanto miedo, Jacob. Pero… ¿cómo es posible? ¡Era un vampiro! ¿Cómo le habéis matado? Era fuerte y duro como el mármol…

Se sentó junto a mí y me rodeó con un brazo en gesto de consuelo.

– Fuimos creados para eso, Bella. Nosotros también somos fuertes. Desearía que me hubieras dicho que tenías tanto miedo. No tenías por qué.

– Tú no estabas ahí para escucharme -musité, sumida en mis pensamientos.

– Sí, cierto.

– Espera, Jake… Pensé que lo sabías porque la noche pasada dijiste que no era seguro que estuvieras en mi habitación. Creí que eras consciente de que podía acudir un vampiro. ¿No te estabas refiriendo a eso?

Me miró desconcertado durante un minuto y luego ladeó la cabeza.

– No, no me refería a eso.

– Entonces, ¿por qué creías que no era seguro para ti quedarte?

Me miró con ojos llenos de culpabilidad.

– No dije que no fuera seguro para mí. Estaba pensando en ti.

– ¿Qué quieres decir?

Miró al suelo y dio un puntapié a una piedra.

– Hay más de una razón por la que no debo estar cerca de ti, Bella. Por una parte, se suponía que no tenía que revelarte nuestro secreto, eso era importante, pero por otra, no es seguro para ti. Podrías resultar herida… si me enfado, si me disgusto más de la cuenta…

Reflexioné al respecto detenidamente.

– ¿Cuando hace un momento te enfadaste…? ¿Cuando te grité y te pusiste a temblar…?

– Sí -su rostro se descompuso un poco más-. Es muy estúpido por mi parte, debería ser capaz de controlarme mejor. Te prometo que no tenía intención de enfadarme dijeras lo que dijeras, pero me hería tanto perderte en caso de que no aceptaras lo que soy…

– ¿Qué sucedería si te enfurecieras mucho? -susurré.

– Me convertiría en lobo… -me contestó en otro susurro.

– ¿No ha de haber luna llena?

Puso los ojos en blanco.

– La versión de Hollywood no es muy rigurosa -suspiró y se puso serio de nuevo-. No tienes por qué preocuparte, Bella. Nos vamos a encargar de esto y pondremos especial atención en cuidar de Charlie y los demás… No vamos a permitir que le pase nada. En eso, puedes confiar en mí.

Fue entonces cuando caí en la cuenta de algo muy, muy obvio. La idea de Jacob y sus amigos luchando contra Laurent me había despistado hasta el punto de haber perdido la noción del tiempo, pero se me ocurrió cuando Jacob volvió a utilizar el verbo en presente.

Nos vamos a encargar de esto.

Luego no había terminado.

– Laurent ha muerto -dije con voz entrecortada mientras me quedaba rígida y helada como un bloque de hielo.

– ¿Bella? -preguntó Jacob con ansiedad al tiempo que me acariciaba la mejilla lívida.

– Si Laurent murió hace una… semana… En ese caso, alguien más está matando gente ahora.

Jacob asintió.

– Resulta que eran dos. Creemos que su compañera nos tiene ganas. Según nuestras leyendas, los vampiros se encabronan mucho cuando matas a su pareja, pero ésta no hace otra cosa que alejarse a toda prisa para volver enseguida, y así una y otra vez. Sería más fácil quitarla de en medio si conociéramos su objetivo, pero su conducta carece de sentido. Sigue bailando al filo de la navaja, parece que estuviera probando nuestras defensas en busca de una forma de entrar, pero ¿adónde quiere entrar? ¿Dónde pretende ir? A Sam le parece que intenta separarnos para disponer de mayores oportunidades…

Su voz perdió intensidad hasta que empezó a sonar como si hablara al otro extremo de un túnel largo. No fui capaz de distinguir las palabras por más tiempo. Mi frente se perló de sudor y sufrí un retortijón en el estómago como si volviera a tener la gripe. Exactamente igual que si tuviera la gripe.

Me aparté de él a toda prisa y me incliné sobre el tronco del árbol. Las arcadas me convulsionaron todo el cuerpo sin resultado alguno. El estómago vacío se contrajo a causa de la náusea producida por el pánico, pero no tenía nada que vomitar.

Victoria estaba ahí. Me buscaba. Mataba extranjeros en los mismos bosques que Charlie estaba rastreando.

La cabeza empezó a darme vueltas hasta marearme y volver a provocarme arcadas.

Jacob me sujetó por los hombros y evitó que me resbalara y cayera sobre las rocas. Sentí su cálido aliento en la mejilla.

– Bella, ¿qué te pasa?

– Victoria -respondí entrecortadamente en cuanto fui capaz de recobrar el aliento entre los espasmos de las náuseas.

En mi mente, Edward gruñó con furia ante la mención de ese nombre.

Sentí que Jacob me levantaba de mi postración y me colocaba torpemente en su regazo de forma que mi cabeza desmadejada descansara sobre su hombro. Me sostuvo para que no perdiese el equilibrio, evitando que desfalleciera y cayera; retiró de mi rostro el sudado pelo negro.

– ¿Quién? -preguntó Jacob-. ¿Me oyes? ¡Bella, Bella!

– No era la compañera de Laurent -gemí apoyada en su hombro-, sólo eran amigos…