Reinó una oscuridad absoluta en cuanto apagué las luces del coche. Charlie se había marchado con tanta prisa que se había olvidado de dejar encendida la lámpara del porche. Sentí una punzada de duda al mirar hacia la casa, sumergida en las sombras. ¿Qué ocurriría si esto resultara ser realmente una trampa?
Volví la vista atrás, hacia el coche negro, casi invisible en la noche. No. Conocía aquel coche de verdad.
Sin embargo, cuando alcé la mano para recoger la llave que se encontraba en la parte superior de la puerta, las manos me temblaban aún más que antes. El pomo giró fácilmente cuando lo moví para abrir. El vestíbulo estaba en tinieblas.
Hubiera querido saludar en voz alta, pero tenía la garganta demasiado seca. Apenas parecía capaz de respirar.
Me adentré un paso en la casa y manoteé en busca del interruptor. Estaba tan oscuro como el agua negra… Pero ¿dónde se encontraba?
Todo estaba negro, igual que el agua negra en la que una llama anaranjada brillaba de forma imposible. Una llama que no podía ser un fuego, pero en ese caso, ¿qué podía ser…? Tanteé la pared con los dedos temblorosos, intentando encender la luz…
De pronto, empezaron a resonar en mi mente las palabras que Jacob había dicho esa tarde hasta sumergirme en ellas… Victoria se arrojó al agua, y los chupasangres tienen allí más ventaja. Por eso volví corriendo a casa. Temía que a nado duplicara la velocidad con la que se movía a pie, y que regresara…
La mano se me quedó helada en plena búsqueda, al igual que el resto del cuerpo, cuando comprendí qué era ese extraño color naranja en el agua…
… el cabello de Victoria, del mismo color que el fuego, que flameaba suelto con el viento…
Ella había estado en el espigón con Jacob y conmigo. Si Sam no hubiera estado allí, si sólo hubiéramos estado nosotros dos… Era incapaz de respirar o de moverme.
La luz se encendió, a pesar de que mi mano helada aún no había encontrado el interruptor.
Parpadeé bajo la luminosidad repentina y vi que alguien estaba allí, aguardándome.
La visita
Mi visitante esperó en el centro del vestíbulo, hermosa hasta lo increíble, pálida y absolutamente inmóvil, sin apartar sus penetrantes ojazos negros de mi rostro.
Me temblaron las rodillas durante un segundo y estuve a punte de caerme. Después, me arrojé sobre ella.
– ¡Alice!, ¡Oh, Alice! -gimoteé mientras colisionaba contra su cuerpo.
Había olvidado lo dura que era; como correr de cabeza hacia una pared de cemento.
– ¿Bella? -había una extraña mezcla de alivio y confusión en su voz.
La rodeé con los brazos e inspiré para inhalar al máximo el olor de su piel; no se parecía a ningún otro, no era floral ni especiado ni cítrico ni almizclado. Ningún perfume en el mundo podía comparársele. Mi memoria no le había hecho justicia en absoluto.
No me di cuenta del momento en que el jadeo se transformó en otra cosa; sólo fui consciente de estar sollozando cuando Alice me llevó hacia el sofá del salón y me acomodó en su regazo. Era como intentar acurrucarse en una piedra fría, pero una piedra que se amoldaba confortablemente a la forma de mi cuerpo. Me acarició la espalda a un ritmo dulce, a la espera de que recobrara el control de mi persona.
– Lo… siento -balbuceé-. ¡Es sólo… que estoy tan feliz… de verte!
– Está bien, Bella. Todo va bien.
– Sí -sollocé; y por una vez me pareció que así era.
Alice suspiró.
– Había olvidado lo efusiva que eres -comentó con cierto tono de desaprobación en la voz.
Levanté la vista y la miré con los ojos anegados de lágrimas. Alice tenía el cuello rígido e intentaba apartarlo de mí al tiempo que apretaba los labios firmemente. Los ojos se le habían vuelto oscuros como la brea.
– ¡Oh! -bufé al percatarme del problema. Estaba sedienta y yo olía de un modo apetecible. Había llovido mucho desde la última vez que había tenido que preocuparme de esas cosas-. Lo siento.
– Es culpa mía. Ha pasado ya mucho tiempo desde que salí de caza. No debería permitirme estar tan sedienta, pero hoy tenía mucha prisa -me dirigió una mirada deslumbrante-. Y hablando del tema, ¿podrías explicarme cómo es que estás viva?
Su pregunta me devolvió a la realidad y cesaron los sollozos. Me di cuenta de qué había pasado y cuál era la razón de que Alice estuviera aquí.
Tragué saliva de forma audible.
– Me viste caer.
– No -negó con los ojos entrecerrados-. Te vi saltar.
Apreté los labios mientras pensaba en una explicación que no pareciera una chifladura.
Alice sacudió la cabeza.
– Le dije que esto terminaría ocurriendo, pero no me creyó. «Bella me lo prometió» -remedó su voz tan perfectamente que me estremecí por el impacto mientras el dolor se deslizaba por mi pecho-. «Ni se te ocurra seguir mirando en su futuro» -continúo ella, imitándolo-. «Ya le hemos hecho bastante daño.»
»Pero dejar de mirar no significa que se deje de ver -prosiguió-. Te juro que no te vigilaba, Bella. Es sólo que estoy ya en sintonía contigo, y no me lo pensé dos veces cuando te vi saltar, me metí en el avión. Sabía que sería demasiado tarde, pero no podía quedarme sin hacer nada. Así que me planté aquí con la esperanza de que tal vez podría ayudar a Charlie de algún modo y vas tú y llegas… -sacudió la cabeza, esta vez confusa. Se le notaba la tensión en la voz-. Te vi caer en el agua, y esperé y esperé a ver si salías, pero no fue así. ¿Qué pasó? ¿Y cómo has podido hacerle a Charlie una cosa así? ¿No te paraste a pensar el daño que esto le causaría? ¿Y a mi hermano? ¿Puedes hacerte una idea de lo que Edward…?
La atajé en cuanto pronunció su nombre. La habría dejado continuar, incluso después de darme cuenta del malentendido en el que ella se encontraba, sólo por oír el perfecto tono acampanado de su voz, pero era hora de interrumpirla.
– Alice, yo no intentaba suicidarme.
Ella me miró, dubitativa.
– Entonces, ¡¿me estás diciendo que no estabas saltando desde un acantilado?!
– No, pero… -hice una mueca-. Era sólo por diversión.
Su expresión se endureció.
– Había visto saltar a algunos amigos de Jacob -insistí-, Parecía… divertido, y como me aburría…
Ella esperó.
– No se me ocurrió pensar que la tormenta afectaría a las corrientes. En realidad, no pensé mucho en el agua -Alice no se lo tragó. Vi con absoluta claridad que ella seguía creyendo que había intentado suicidarme. Decidí dirigirla en otra dirección-. Pero si me viste allí, ¿cómo es que no viste a Jacob?
Ladeó la cabeza, distraída, y yo continué:
– Es verdad que posiblemente me habría ahogado si Jacob no hubiera saltado detrás de mí. Bien, de acuerdo, no era cuestión de probabilidades, me hubiera ahogado seguro, pero lo cierto es que Jake me sacó del agua y supongo que me arrastró hasta la playa, de esa parte no me acuerdo. Quizás estuviera más de un minuto debajo del agua hasta que el me atrapó. ¿Por qué no viste eso?
Ella torció el gesto con perplejidad.
– ¿Te sacó alguien?
– Sí. Jacob me salvó.
La miré con curiosidad mientras una serie de pensamientos enigmáticos pasaban fugazmente por su rostro. Algo le había molestado… ¿Que su visión hubiera sido imperfecta? No estaba segura. Entonces, ella se inclinó de modo deliberado y me olisqueó el hombro.
Me quedé helada.
– No seas ridícula -murmuró al tiempo que me olfateaba un poco más.
– ¿Qué haces?
Ignoró mi pregunta.
– ¿Quién te acompañaba en la calle hace un rato? Daba la impresión de que estabais discutiendo.
– Jacob Black. Es… mi mejor amigo, o algo así. Al menos, lo era… -cruzó por mi mente la imagen del rostro enfadado y traicionado de Jacob; me pregunté qué seríamos el uno para el otro a partir de ahora.