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“Mantengo dotaciones de camarógrafos y corresponsales por todo el mundo, a un costo considerable. Tengo agentes locales en cada esquina del planeta… pero no podemos estar en todas partes y si no estamos ahí puede tardar horas, días inclusive, poner una dotación en el lugar. En el negocio de las noticias, durante las veinticuatro horas —crean lo que les digo— llegar un minuto tarde es fatal.

David frunció el entrecejo:

—No entiendo. ¿Estás hablando sobre ventajas para competir? Ahí hay gente muriendo, delante de tus propios ojos.

—La gente muere todo el tiempo —dijo Hiram con aspereza. —La gente muere en guerras por los recursos naturales, como en este caso que vimos de El Cairo, o por diferencias religiosas o étnicas sutiles o porque algún maldito tifón o una condenada sequía la golpea cuando el clima se vuelve loco o, sencillamente, sólo muere. No puedo alterar eso. Si no lo muestro, alguien más lo hará. No estoy acá para debatir sobre moralidad. Lo único que me preocupa es el futuro de mi negocio y, en este preciso momento, me están derrotando. Y es por eso que necesito apoyo… el apoyo de ustedes dos.

Bobby dijo con brusquedad:

—Primero háblanos sobre nuestras madres.

David contuvo el aliento.

Hiram se atragantó con el café. Dijo con lentitud:

—Está bien. Pero, en verdad, no hay mucho para decir… Eve —la madre de David— fue mi primera esposa.

—Y tu primera fortuna —dijo David con frialdad.

Hiram se encogió de hombros.

—Usamos la herencia de Eve como la base monetaria que nos permitió iniciar la empresa. Es importante que lo entiendas, David: nunca despojé a tu madre. En aquellos primeros tiempos éramos socios. Teníamos una especie de plan empresario de largo plazo. Recuerdo que lo escribimos en el reverso del menú de nuestra recepción de bodas… Logramos cada uno de esos malditos objetivos, y más aún. Multiplicamos la fortuna de tu madre por diez. Y te tuvimos a ti.

—Pero tuviste una aventura amorosa y tu matrimonio se deshizo —dijo David.

Hiram miró con fijeza a David.

—¡Qué enjuiciador eres! Igual que tu madre.

—Limítate a contarnos, papá —acució Bobby.

Hiram asintió con una leve inclinación de cabeza.

—Sí, tuve un amorío… con tu madre, Bobby. Heather, así se llamaba. Nunca quise que las cosas salieran así. David, mi relación con Eve había estado fallando durante mucho tiempo. ¡Esa maldita religión de ella!

—Así que la desechaste.

—Ella trató de desecharme a mí. Quise que llegáramos a una conciliación, que fuéramos civilizados respecto de esa cuestión. Al final me abandonó… llevándote con ella.

David se inclinó hacia adelante.

—Pero la dejaste afuera de tus intereses empresarios. De una empresa que habías levantado con el dinero de ella.

Hiram se encogió de hombros.

—Ya te dije que busqué una conciliación. Ella quería todo. No pudimos llegar a un acuerdo. —La mirada se endureció. —Yo no estaba dispuesto a ceder todo lo que había construido. No por el capricho de una fanática enloquecida por la religión… ni siquiera cuando esa fanática fuese mi esposa, tu madre. Cuando ella perdió su demanda de todo-o-nada, se fue a Francia contigo y desapareció de la faz de la Tierra… o lo intentó —sonrió—; no resultó difícil seguirte el rastro. —Hiram extendió la mano para tocar el brazo de David, pero éste lo retiró. —David, nunca lo supiste, pero estuve a tu lado. Encontré maneras de… hmmm… serte de utilidad, sin que tu madre se enterara. No me atrevería a ir tan lejos como decir que me debes todo lo que tienes, pero…

David sintió que la ira lo quemaba.

—¿Qué te hace pensar que yo quería tu ayuda?

Intervino Bobby:

—¿Dónde está tu madre ahora?

David trató de calmarse.

—Murió. Cáncer. Las cosas pudieron haber sido más fáciles para ella. No pudimos pagar…

—No me dejó ayudarla —terció Hiram—. Incluso en el final me rechazó.

David dijo:

—¿Y qué esperabas? Le quitaste todo lo que tenía.

Hiram negó sacudiendo la cabeza.

—Ella me quitó algo más importante: tú.

—Y por eso —dijo con frialdad Bobby— concentraste tu ambición en mí.

Hiram se encogió de hombros.

—¿Qué puedo decir? Bobby, te di todo… todo lo que pude darles a los dos. Te preparé lo mejor que pude.

¿Preparé? —rió David, meditabundo—. ¿Qué clase de palabra es ésa?

Hiram dio un golpe sordo sobre la mesa.

—Si Joe Kennedy puede hacerlo, ¿por qué no Hiram Patterson? ¿No lo ven, muchachos? No hay límite para lo que podemos conseguir si trabajamos juntos…

—¿Estás hablando de política? —David contempló la cara suave y con gesto de asombro de Bobby. —¿Es eso lo que pretendes para Bobby? ¿Quizá la Presidencia misma? —rió—. Eres exactamente como te imaginaba, padre.

—¿Y cómo soy?

—Arrogante. Manipulador.

Hiram se estaba enojando.

—Y tú eres tal como yo esperaba: tan pomposo y mojigato como tu madre.

Bobby contemplaba a su padre, absorto.

David se puso de pie.

—Quizá ya hemos dicho lo suficiente.

El enojo de Hiram se disipó de inmediato.

—No. Espera. Lo siento. Tienes razón. No te arrastré hasta aquí para pelear contigo. Siéntate y escúchame… Por favor.

David permaneció parado.

—¿Qué quieres de mí?

Hiram se acomodó en la silla y lo estudió.

—Quiero que construyas para mí un agujero más grande de gusano.

—¿Cuánto más grande?

Hiram hizo una profunda inhalación.

—Lo suficientemente grande como para que se pueda mirar a través de él.

Siguió un prolongado silencio.

David se volvió a sentar, sacudiendo la cabeza.

—Eso es…

—¿ Imposible ? Lo sé. Pero déjame hablar de todos modos. —Hiram se levantó y caminó por el atiborrado y desordenado refectorio, gesticulando mientras hablaba, animado, excitado. —Supongamos que yo pudiera abrir de inmediato un agujero de gusano desde mi sala de redacción en Seattle, y que llegara directo a este suceso en El Cairo que constituye una noticia. Supongamos, también, que ese agujero de gusano fuera lo suficientemente amplio como para transmitir imágenes del suceso: desde cualquier parte del mundo, yo podría suministrar imágenes en forma directa a la red, sin que virtualmente hubiera demora alguna, ¿está bien? Piensa en ello: podría despedir a mis corresponsales locales y dotaciones de camarógrafos, reduciendo mis costos a una fracción. Hasta podría montar alguna clase de instalación automatizada de búsqueda, que hiciera una vigilancia continua a través de agujeros de gusano de vida efímera, esperando que surgiera la próxima noticia, dondequiera y cuando quiera. En verdad no hay límites.

Bobby sonrió sin muchas ganas.

—Papá, nunca podrían dar una noticia sensacional antes que tú.

—Y que lo digas. —Hiram se volvió hacia David. —Ése es el sueño. Ahora, dime por qué es imposible.

David frunció el entrecejo:

—Es difícil saber por dónde empezar. En estos precisos momentos puedes constituir Cadenas metaestables de Datos entre dos puntos fijos. Ése, por sí mismo, es un logro considerable. Pero necesitas una inmensa maquinaria en cada extremo para afianzar cada boca del agujero de gusano, ¿de acuerdo? Ahora, lo que deseas es abrir una boca estable de agujero de gusano en el extremo lejano, en el sitio donde se halla el suceso que es noticia, sin los beneficios de ninguna clase de afianzamiento.

—Eso es.

—Pues bien, eso es lo primero que es imposible, como estoy seguro de que te ha estado explicando tu personal técnico.