—Quizá no. Pero sí tienen olor. ¿No te das cuenta?
Kate rió.
—Nunca se deben usar los mejores pantalones cuando hay que salir a batallar por la libertad y la verdad.
—¿Eh?
—Henrik Ibsen.
En ese momento, un hombre se paró sobre el gran trono central. Era de baja estatura, gordo, y la cara le brillaba por el sudor. Su voz amplificada retumbó:
—¡Bienvenidos a la Tierra de la Revelación! ¿Sabéis por qué es-& tais aquí? —Su dedo apuntó como una espada. —¿Lo sabéis? ¿Lo sabéis? Escuchadme ahora: “El día del Señor estuve en espíritu y detrás de mí oí una poderosa voz que, cual trompeta, dijo: 'Escribid en un pergamino lo que veis…'” —Y el hombre sostuvo en alto un pergamino centelleante.
Kate se inclinó hacia Bobby.
—Te presento a Billybob Meeks. Agradable, ¿no? Aplaudan todos. Coloración protectora.
—¿Qué es todo esto, Kate?
—Es evidente que nunca leíste el Libro de las Revelaciones, el desvariante remate cómico de la Biblia —señaló Kate—: siete lámparas que flotan en el aire. Veinticuatro tronos alrededor del gran trono. Revelaciones está plagado de números mágicos: tres, siete, doce. Y la descripción que da del fin de las cosas es muy literal. Aunque, por lo menos, Billybob usa las versiones tradicionales, y no las ediciones de módem a las que se reescribiera para mostrar cómo la fecha de 2534 para el Ajenjo estuvo presente en el texto todo el tiempo… —suspiró. —Los astrónomos que descubrieron el Ajenjo nos hicieron un flaco favor al denominarlo así: capítulo ocho, versículo diez: “El tercer ángel hizo sonar su trompeta y una grandiosa estrella, fulgurante cual antorcha, cayó del cielo sobre el tercero de los ríos y sobre los manantiales. El nombre de la estrella es Ajenjo…”
—No entiendo por qué me invitaste a venir aquí hoy. De hecho, no sé cómo conseguiste enviarme un mensaje. Después de que mi padre te echara…
—Hiram todavía no es omnipotente, Bobby —contestó ella—. Ni siquiera respecto de ti. Y en cuanto al porqué… mira hacia arriba.
Un robot teleguiado flotaba sobre la cabeza de ellos. Estaba marcado con una palabra sencilla y sin adornos: GRAINS. Se sumergió entre la multitud, en respuesta a llamadas de miembros de la congregación.
Bobby se sorprendió.
—¿Granos? ¿El acelerador cerebral?
—Sí. La especialidad de Billybob. ¿Leíste a Blake: En un Grano de Arena un Mundo ver / y un Paraíso, en una Flor que Crece en la Soledad / En la Palma de tu Mano lo Infinito Sostener / y en una Hora abarcar la Eternidad… El punto culminante es que si tomas Granos, tu percepción del tiempo se acelera. Desde el punto de vista subjetivo podrás elaborar más pensamientos, tener más experiencias, en el mismo tiempo externo a ti. Una vida más larga… obtenible en forma exclusiva de Billybob Meeks.
Bobby asintió con la cabeza.
—¿Pero qué hay de malo en ello?
—Bobby, mira a tu alrededor. Los ancianos tienen miedo de la muerte. Eso los vuelve vulnerables a esta clase de plan fraudulento.
—¿Qué plan fraudulento? ¿No es cierto que Grains realmente funciona?
—En un aspecto, sí. El reloj interno del cerebro en verdad marcha con mayor lentitud en la gente de edad avanzada. Y ése es el mecanismo con el que está jugando peligrosamente Billybob.
—¿Y el problema es…?
—Los efectos secundarios. Lo que Grains hace es estimular la producción de dopamina, el mensajero químico principal del cerebro: tratar de hacer que el cerebro de un viejo funcione con la misma rapidez que el de un niño.
—Lo que en realidad no está bien —dijo Bobby con tono vacilante—, ¿no es así?
Kate frunció el entrecejo, desconcertada por la pregunta: no era la primera vez que tenía la sensación de que algo no estaba claro respecto de Bobby.
—Por supuesto que es algo malo. Es una manipulación maligna del cerebro. Bobby, la dopamina interviene en muchas de las funciones fundamentales del cerebro. Si los niveles de dopamina son demasiado bajos puedes padecer temblores, la incapacidad de iniciar movimientos voluntarios —el mal de Parkinson, por ejemplo—, y así toda la gama hasta llegar a la catatonia. Demasiada dopamina y puedes padecer agitación, trastornos obsesivo compulsivos, habla y movimientos descontrolados, adicciones, euforia. La congregación de Billybob —yo diría sus víctimas— no va a lograr la Eternidad cuando llegue su hora final. Con todo cinismo, Billybob les está quemando el cerebro.
“Algunos de los médicos están empezando a darse cuenta de lo que está pasando, pero nadie ha podido demostrar algo. Lo que realmente necesito son pruebas, provenientes de los propios laboratorios de Billybob, de que él sabe con exactitud lo que está haciendo… junto con pruebas de sus otras estafas.
—¿Tales como?
—Tales como la malversación de millones de dólares de compañías de seguros, al venderles listas falsas de miembros de su iglesia. Tales como el robo de una enorme donación proveniente de la Liga Antidifamación. Meeks sigue estafando, aunque ahora lo hace con mucho más estilo que cuando hacía bautismos por billetes… —Contempló a Bobby. —¿Nunca oíste hablar de eso? Durante un bautismo escondes un billete en la palma de la mano. De ese modo, la bendición de Dios se desvía al dinero en vez de al niño. Después vuelves a poner el billete en circulación y se supone que vuelve a ti con intereses… y para asegurarse de manera especial que eso funcione, entregas el dinero… a quién si no a tu predicador. Según las malas lenguas, Billybob tomó esa encantadora costumbre en Colombia, donde trabajaba como traficante de narcóticos.
Bobby parecía estar conmocionado.
—No tienes prueba alguna de eso.
—No aún —dijo Kate con tono sombrío—, pero la tendré.
—¿Cómo?
—Es de eso que quiero hablar contigo…
Bobby parecía estar levemente aturdido.
Kate dijo:
—Lo siento. Te estoy dando un sermón, ¿no?
—Un poquito.
—Hago eso cuando estoy enojada…
—Kate, tú estás enojada muchas veces…
—Siento que tengo derecho a estarlo. He estado tras la pista de este tipo durante meses.
Un robot teleguiado flotó sobre la cabeza de los presentes, portando juegos de Antiparras y Guantes virtuales.
—A estas antiparras y guantes los diseñó Tierra de la Revelación Corp, junto con Nuestro Mundo Corp., para lograr la plena experiencia de la Tierra de la Revelación. Se facturará de manera automática en vuestra tarjeta de crédito o cuenta personal, por minuto que estéis en línea. A estas antiparras y guantes…
Kate alzó el brazo y tomó dos juegos.
—Hora de salir a escena.
Bobby hizo un gesto de rechazo con la cabeza.
—Tengo implantes. No necesito…
—Billybob tiene su propia manera particular para dejar fuera de combate las tecnologías de la competencia. —Levantó las antiparras hacia su cabeza. —¿Estás listo?
—Supongo…
Kate experimentó una sensación de humedad alrededor de la órbita de los ojos, cuando de las antiparras se extendieron membranas para establecer con la piel del portador un empalme impermeable al paso de la luz. La sensación era como de bocas húmedas y frías que succionaban la cara.
Kate quedó suspendida instantáneamente en la oscuridad y en el silencio.
En ese momento, Bobby se materializó al lado de ella, flotando en el espacio y sosteniéndole la mano. Las antiparras y guantes eran, claro está, invisibles.
Y pronto la visión de Kate se aclaró más: había gente que flotaba en el aire alrededor de la pareja, y los había en tanta cantidad como hasta donde alcanzara la vista; parecían una nube de motas de polvo. Todos estaban vestidos con túnicas blancas y llevaban grandes y ostentosas hojas de palma… hasta descubrió que Bobby y ella misma las portaban. La luz fluía como un torrente desde el objeto que colgaba delante de ellos, haciéndolos refulgir.