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—No puedo creerlo —susurró Kate—. Está funcionando. Es como si todas las paredes sencillamente se hubieran convertido en vidrio. Bienvenido a la pecera de pececitos dorados…

Bobby operó su pantalla flexible, haciendo que la imagen reconstruida tomara una visión panorámica.

—Creía que los rinocerontes estaban extinguidos.

—Lo están ahora. Billybob estaba complicado en un consorcio industrial que adquirió de un zoológico privado en Francia la última pareja reproductora. Los genetistas habían estado tratando de apoderarse de los rinocerontes para guardar material genético, quizás óvulos y espermatozoides, hasta cigotas, con la esperanza de restaurar la especie en el futuro. Pero Billybob había llegado ahí primero y, por eso, es el propietario del cuero de los últimos rinocerontes existentes. Fue un buen negocio, si se lo mira de ese modo, por esas pieles se pueden exigir precios increíblemente altos.

—Pero ilegales.

—Sí. Pero nadie tendría el coraje de entablar un juicio contra alguien tan poderoso como Billybob. Después de todo, cuando llegue el día del Ajenjo, todos los rinocerontes se extinguirán de todos modos: ¿Qué diferencia habría? ¿Puedes hacer un acercamiento con esta cosa?

—En sentido metafórico: puedo aumentar y destacar de manera selectiva.

—¿Podemos ver esos papeles que están sobre el escritorio?

Con la uña del dedo, Bobby marcó los iconos de acercamiento y el foco del software progresivamente se desplazó hasta colocarse sobre el revoltijo de papeles que había en la mesa del escritorio. La boca del agujero de gusano parecía haberse ubicado a un metro del suelo y unos dos del escritorio. Kate se preguntaba si sería visible la diminuta cuenta reflectora que flotaba en el aire, así que los papeles se veían en línea oblicua por la distorsión de la perspectiva. Además, no era fácil su lectura, algunos estaban boca abajo u ocultos por otros. De todos modos, Bobby alcanzó a discernir secciones. Invirtió las imágenes, introdujo correcciones para la distorsión debida a la perspectiva y las limpió con rutinas de soportes lógicas inteligentes para mejoramiento de imágenes, de manera que Kate pudiera visualizar la gran cantidad de información del material.

En su mayor parte era papeleo de rutina de una empresa, prueba escalofriante de cómo Billybob se enriquecía en escala industrial a partir de estadounidenses crédulos… pero nada ilegal. Kate hizo que Bobby efectuara una exploración, revolviendo precipitadamente el material que estaba desparramado.

Y en ese momento, por fin, ella descubrió algo valioso.

—Alto —dijo—. Ajusta… Bueno, bueno. —Era un informe técnico, escrito en letra apretada, repleto de cifras, acerca de los efectos adversos por la estimulación con dopamina en sujetos de mucha edad.

—Eso es—susurró—, la prueba del delito. —Se puso de pie y empezó a recorrer la sala a zancadas, incapaz de contener su inquieta energía.

—¡Qué imbécil! Si se es traficante de drogas, se lo es para siempre. Si podemos conseguir una imagen del propio Billybob leyendo eso…; mejor aún, firmándolo. ¡Bobby, necesitamos encontrarlo!

Bobby suspiró y se reclinó en su asiento.

—Pues entonces pregúntale a David. Yo sé hacer giros sobre el eje y hacer acercamientos y alejamientos, pero en estos momentos no sé cómo hacer que esta cámara Gusano dé una imagen panorámica.

—¿ ¡Cámara Gusano! ? —preguntó Kate con una amplia sonrisa.

—Papá hace trabajar a sus especialistas en comercialización con aun mayor intensidad que a sus ingenieros. Mira, Kate, son las tres y media de la mañana. Seamos pacientes. Acá tengo cierre de seguridad hasta el mediodía de mañana, seguramente lo podremos sorprender a Billybob en su oficina antes de esa hora. Si no, volveremos a intentarlo otro día.

—Sí —Kate asintió con la cabeza, tensa—, tienes razón. Simplemente ocurre que estoy habituada a trabajar con rapidez.

Bobby sonrió.

—¿Antes de que algún otro periodista ansioso se inmiscuya en tu primicia?

—Eso sucede.

—Eh. —Bobby extendió el brazo y, ahuecando su mano, le tomó el mentón. En la Fábrica de Gusanos, sombría como una caverna, la cara oscura de Bobby era poco menos que invisible, pero el contacto con su mano era cálido, seco, inspiraba confianza. —No debes preocuparte. Tan sólo piensa que en este preciso instante, nadie en todo el planeta, nadie más, tiene acceso a esta tecnología de las cámaras Gusano. No existe modo alguno por el que Billybob pueda detectar qué tramamos, ni alguien más puede conseguir dar el golpe antes que tú. ¿Qué son unas pocas horas?

Ella respiraba agitada, jadeante; su corazón golpeaba contra el pecho: Kate parecía percibir la presencia de Bobby delante de ella en la oscuridad, en un nivel más profundo que el de la vista o el del olfato o, inclusive, que el del tacto, como si un núcleo existente muy en su interior estuviera reaccionando ante la cálida masa indefinida en la oscuridad que era el cuerpo de Bobby.

Ella extendió el brazo, le cubrió la mano y la besó.

—Tienes razón. Tenemos que esperar. Pero estoy consumiendo energía de todos modos… así que hagamos algo constructivo con ella.

Bobby pareció vacilar, como si tratara de comprender el significado de lo que ella le estaba diciendo.

Bien, Kate, se dijo a sí misma, no eres como las demás muchachas que conoció en su dorada y cómoda vida. A lo mejor necesita un poco de ayuda.

Pasó la mano libre alrededor del cuello de él y lo atrajo, hasta sentir sus labios sobre los de ella. La lengua de Kate, ardiente e inquisitiva, invadió la boca de él y recorrió una hilera de dientes inferiores perfectos. Los labios de él respondieron con avidez.

Al principio, Bobby fue tierno, hasta cariñoso pero, a medida que aumentaba la pasión, Kate advertía un cambio en su postura, en su actitud. Mientras respondía a las silenciosas órdenes de Bobby, estaba consciente de que le permitía asumir el control y, aun cuando Bobby la llevó hasta un profundo climax con la facilidad de un experto, Kate Sentía que él estaba distraído, perdido en los misterios de su mente extraña y herida; concentrado en el acto físico, no en ella.

Sabe hacer el amor —pensó ella— quizá mejor que cualquier otro que yo haya conocido… pero no sabe cómo amar. —Una forma cursi de decirlo y tristemente cierta.

Cuando él acercó su cuerpo, los dedos de ella le acariciaron la nuca y percibieron una dureza redonda debajo del cabello. Tenía el tamaño aproximado de una moneda de cinco centavos de dólar, igual de metálica y fría.

Era un borne para el cerebro.

* * *

En el silencio de la mañana primaveral de la Fábrica de Gusanos, David estaba sentado ante el resplandor de su pantalla flexible.

Él miraba la parte superior de su propia cabeza desde una altura de dos o tres metros. No era una imagen agradable: David se veía excedido de peso y una pequeña zona calva que no había advertido antes se distinguía en su coronilla, como una monedita rosada en medio de su despeinada cabellera.

Levantó la mano para palpar la zona calva.

La imagen que aparecía en la pantalla levantó la mano también, como un títere esclavo de las acciones del operador. David saludó con la mano, en un gesto infantil, y miró hacia arriba. Pero, claro está, no había qué ver, ninguna señal del diminuto desgarro en el espacio-tiempo que transmitía estas imágenes.

Tocó suavemente la pantalla flexible y el punto de vista giró en torno a un eje imaginario, quedando directamente hacia adelante. Otro toque, con vacilación, y el punto de vista empezó a desplazarse avanzando a través de las oscuras salas de la Fábrica de Gusanos; al principio lo hacía en forma un tanto espasmódica; después, con mayor suavidad. Enormes máquinas, que se alzaban amenazadoras y bastante siniestras, pasaron flotando frente a él como macizas nubes.