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—No necesito otro sermón sobre los temas acuciantes de actualidad, Manzoni. Sabe, usted es tan pomposa… pero entiende tan poco. ¿No se da cuenta?, a la gente no le interesa saber sobre los temas acuciantes. Debido a usted y su remaldito Ajenjo, la gente entiende que los temas acuciantes sencillamente no cuentan. No importa cómo bombeemos agua por todo el planeta ni lo que reste decir de eso, porque, de todos modos, el Ajenjo va a arrancar todas las cosas de cuajo. Todo lo que el público quiere es entretenimiento, distracción.

—¿Y ése es el límite de lo que usted ambiciona?

Hiram se encogió de hombros.

—¿Qué más se puede hacer?

Kate resopló para liberar su repugnancia:

—Sabe, su monopolio no va a durar para siempre. En la industria y en la prensa se especula mucho respecto de cómo consigue usted todas las noticias sensacionales. No podrá pasar mucho tiempo antes de que alguien descubra el porqué y repita las investigaciones que usted hizo.

—Tengo patentes…

—Ah, sí, claro, eso lo protegerá. Si usted persiste en su actitud, no le va a quedar cosa alguna para dejarle a Bobby.

Los ojos del hombre se achicaron hasta convertirse en ranuras.

—Ni se atreva a hablar de mi hijo. Sabe, cada día que pasa lamento más haberla traído acá, Manzoni. Sí, aportó algunos artículos buenos, pero no tiene sentido del equilibrio, no lo tiene en absoluto.

—¿Equilibrio? ¿Ése es el nombre que le da? ¿Usar la cámara Gusano nada más que para tomas de celebridades en ropa interior?…

Sonó el tono suave de una campanilla. Hiram alzó la cabeza, dirigiéndose hacia el aire y dijo:

—Dije que no quería que se me interrumpiera.

El tono de voz inofensivo del motor de búsqueda sonó desde el aire.

—Temo que tengo una superposición, señor Patterson.

—¿Qué clase de superposición?

—Acá está un tal Michael Mavens que viene a verlo a usted. A usted también, Ms. Manzoni.

—¿Mavens? No conozco a alguien de…

—Pertenece al FBI, señor Patterson. El Organismo Federal de…

—Sé qué es el FBI. —Hiram dio un golpe sobre el escritorio, frustrado. —Una maldita cosa después de otra.

Por fin, pensó Kate.

Hiram la miró fijamente.

—Tan sólo cuídese de lo que le dice a este imbécil.

Kate frunció el entrecejo.

—¿Es a este imbécil-encargado-de-hacer-cumplir la-ley, nom-brado-por-el-Estado-y-que-proviene-del-FBI al que se está refiriendo? Incluso usted tiene que responder ante la ley, Hiram. Diré lo que me parezca mejor.

Hiram apretó un puño, pareció estar pronto a decir más; despues se limitó a sacudir la cabeza. Avanzó de una zancada hacia la ventana panorámica y la luz azul del cielo, filtrada al pasar por el vidrio coloreado, arrancó brillos de su calva coronilla. —Remaldición —dijo—. Mil veces remaldición.

Michael Mavens, agente especial del FBI, llevaba el traje gris carbón, la camisa sin cuello y la corbata de cordón propios de la repartición. Era rubio, delgado como un alambre y parecía como si hubiese jugado mucho al tenis de gimnasio, sin duda que en alguna academia ultracompetitiva del FBI.

A Kate le pareció notablemente joven, alrededor de los veinte años. Y estaba nervioso: arrastró con torpeza la silla que Hiram le ofreció; manejó de manera desmañada su maletín cuando lo abrió y pescó de adentro una pantalla flexible.

Kate miró a Hiram: vio el gesto calculador en su cara oscura y ancha. También Hiram había descubierto la sorprendente incomodidad de este agente.

Después de mostrarles su insignia, Mavens dijo:

—Me agrada encontrarlos a ambos acá, señor Patterson, Ms. Manzoni. Estoy investigando lo que aparenta ser una violación de la seguridad…

Hiram fue al ataque.

—¿Qué autorización tiene usted?

Mavens vaciló.

—Señor Patterson, conservo la esperanza de que todos podamos aportar algo más constructivo que eso.

—¿Constructivo? —repitió Hiram con brusquedad. —¿Qué clase de respuesta es ésa? ¿Está usted actuando sin autorización? —Extendió el brazo para tocar el icono de un teléfono que tenía en la mesa del escritorio.

Mavens repuso con calma:

—Conozco su secreto.

La mano de Hiram quedó suspendida sobre el destellante símbolo; después la retiró.

Mavens sonrió.

—Motor de búsqueda. Cubierta de seguridad defbi nivel tres cuatro, autorización Mavens, M. K. Confirmar, por favor.

Al cabo de unos segundos, el motor de búsqueda informó de nuevo:

—Cubierta en su sitio, agente especial Mavens.

Mavens asintió con leve inclinación de cabeza.

—Podemos hablar sin ambages.

Kate se sentó frente a Mavens, presa de la curiosidad, perpleja nerviosa.

Mavens extendió por completo su pantalla flexible sobre el escritorio: mostraba la imagen de un helicóptero militar grande cuyos morros estaban pintados de blanco. Mavens preguntó:

—¿Reconoce esto?

Hiram se inclinó para acercarse más.

—Es un Sikorsky, creo.

—En realidad, un VH-3D —corrigió Mavens.

—Es el Infante de Marina Uno —dijo Kate—, el helicóptero de la presidenta.

Mavens observó a Kate.

—Así es. Estoy seguro de que ambos saben que la presidenta y su marido han pasado estos últimos días en Cuba, en la conferencia sobre hidrología de la ONU. Allá estuvieron utilizando el Infante d? Marina Uno. Ayer, durante un vuelo corto, tuvo lugar una conversación breve y privada entre la presidenta Juárez y el primer ministro inglés Huxtable. —Tocó con suavidad la pantalla flexible, que reveló un diagrama esquemático en bloques del interior del helicóptero. —El Sikorsky es un pájaro grande para ser una antigualla, pero está atiborrado con equipo de comunicaciones. Solamente tiene diez asientos: cinco los ocupan los agentes del servicio secreto, un médico, y asistentes militares y personales de la presidenta.

Hiram parecía sentir curiosidad.

—Creo que uno de esos asistentes tiene la pelota de rugby[4].

Mavens pareció estar apenado.

—Ya no usamos más la. pelota de rugby, señor Patterson. En esa ocasión, los demás pasajeros, además de la presidenta Juárez en sí, fueron el señor Juárez, el jefe de estado mayor, el primer ministro Huxtable y un agente inglés de seguridad.

“Toda esta gente, así como los pilotos, tienen la aprobación más alta posible de seguridad que, en el caso de los agentes y de otros miembros del personal, se comprueba todos los días. El señor Huxtable, por supuesto, a pesar de su título a la antigua, ocupa un cargo equivalente al de gobernador de Estado. Al mismo Infante de Marina Uno se lo revisa varias veces por día. A pesar de sus melodramas virtuales sobre espías y agentes dobles, señor Patterson, las medidas modernas contra espionaje electrónico son sumamente resistentes a los errores de maniobra. Además, la presidenta y el señor Huxtable estaban aislados dentro de una cortina de seguridad, inclusive dentro del Sikorsky. No sabemos que exista manera alguna por la que se pudiera violar esos diversos niveles de seguridad. —Volvió sus ojos castaños hacia Kate. —Y, sin embargo, aparentemente se pudo.

“La noticia que usted dio fue exacta, Ms. Manzoni: Juárez y Huxtable sí mantuvieron una conversación sobre la posibilidad de una solución militar para la disputa de Inglaterra con Escocia por la provisión de agua.

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4

Valija que contiene los códigos para disparar las armas termonucleares, en caso de guerra. (N. del T.)