Bobby la besó en la coronilla.
—Sabía que te iba a encontrar acá. ¿Sabes qué hora es?
Kate echó una rápida mirada a un reloj que aparecía en la pantalla flexible.
—¿Tarde en la tarde temprana?
Bobby rió.
—Sí… hora de Moscú. Pero esto es Seattle, Washington, hemisferio occidental, y de este lado del planeta acaba de dar poco más de las diez de la mañana: estuviste trabajando toda la noche. Una vez más. Tengo la sensación de que me estás evitando.
Kate contestó con irritación:
—Bobby, tú no entiendes. Estoy siguiéndole el rastro a este tipo. Es un trabajo de veinticuatro horas seguidas. Collins es un agente secreto de la CÍA que parece estar abriendo líneas de comunicación entre nuestro gobierno y diversos insurrectos tenebrosos de la zona del mar de Aral. Acá está pasando algo y nuestros mandatarios no nos quieren decir de qué se trata.
—Pero —dijo Bobby con burlona solemnidad— la cámara Gusano todo lo ve…
Estaba vestido con ropas informales de esquiar, coloridas, brillantes, con adaptación térmica, muy costosas. En la calidez de este rincón de la Fábrica de Gusanos, Kate pudo ver cómo los poros artificiales de la tela se habían abierto, revelando un lustre marrón tenue de piel tostada por el sol. Bobby se inclinó hacia la pantalla flexible, estudió la imagen y garrapateó notas.
—¿Cuánto tiempo va a durar el vuelo de Collins?
—Difícil de decir. Horas.
Se irguió.
—Pues entonces tómate un recreo: tu blanco está trabado en ese avión hasta que aterrice, o se estrelle, y la cámara Gusano alegremente puede hacer su seguimiento por sí misma. Y, además, el hombre está durmiendo.
—Pero está con Popov. Si se despierta…
—Entonces el sistema de grabación recogerá cualquier cosa que él diga y haga. Vamos. Concédete un respiro… y concédemelo a mí.
…Pero no quiero estar contigo, Bobby, pensó Kate, porque hay cosas sobre las que prefiero no discutir.
Y sin embargo…
Y, sin embargo, todavía se sentía atraída por Bobby, a pesar de lo que sabía sobre él.
Te estás volviendo demasiado complicada, Kate, demasiado introvertida. Un descanso de este sitio frío y desprovisto de vida en verdad te hará bien.
Al tiempo que hacía un esfuerzo por sonreír, tomó la mano de Bobby.
Era un día agradable, tranquilo, un bienvenido intervalo entre dos de los sistemas de tormenta sucesivos que ahora castigaban en forma habitual la costa del Pacífico.
Con sendos tazones de café con leche que sostenían en ambas manos, la pareja caminaba por las zonas parquizadas que Hiram había construido en torno a su Fábrica de Gusanos: eran obras de tierra, estanques, puentes sobre arroyos y árboles inadecuadamente grandes y antiguos, todo ello importado e instalado según el típico estilo de Hiram, pensó Kate, con abundancia de gastos y carencia de distinción o buen gusto. Pero el cielo lucía un azul límpido y brillante, el sol de invierno realmente brindaba un poco de calor en las caras y los dos jóvenes estaban dejando un rastro de pisadas oscuras en la espesa capa plateada de rocío que aún no se había evaporado.
Encontraron un banco. Tenía un sistema para reconocimiento de temperaturas y se había autocalentado lo suficiente como para hacer que el rocío despareciera. Se sentaron, bebiendo el café.
—Sigo creyendo que te has estado ocultando de mí—dijo Bobby con tono apacible. Kate notó que los implantes retiñíanos de él se habían polarizado ante la luz del sol, adquiriendo un brillo plateado, parecido al de un insecto—. Se trata de la cámara Gusano, ¿no? Todas las consecuencias éticas que encuentras tan perturbadoras.
Con una vehemencia que la hizo avergonzarse de sí misma, se apresuró a utilizar el pie involuntario que Bobby le había dado.
—Por supuesto que es perturbadora. Una tecnología de un poder tal…
—Pero estabas ahí cuando llegamos a un acuerdo con el FBI. Acuerdo que puso la cámara Gusano en manos de la gente.
—Oh, Bobby… La gente ni siquiera sabe de la existencia de esa maldita cosa y ni qué hablar de que no tiene la más remota idea de que los organismos del Estado la están usando contra ella. Mira todos los evasores de impuestos a los que súbitamente se atrapa, a los padres divorciados que mienten cuando tienen que pasar alimentos para los hijos, los controles de la ley Brady sobre los compradores de armas, los agresores sexuales en serie.
—Pero todo eso es para bien, ¿no? ¿Qué estás diciendo, que no confías en el Estado? Éste no es el siglo XX.
Kate gruñó:
—Recuerda lo que dijo Jefferson: “Todo gobierno degenera cuando se lo confía nada más que a las manos de los gobernantes del pueblo. En consecuencia, solamente es el pueblo mismo su único depositario seguro”… ¿Y qué pasa con el allanamiento ilegal de los republicanos? ¿Cómo puede ser eso bueno para los intereses del pueblo?
—No sabes con absoluta certeza si la Casa Blanca usó la cámara Gusano para eso.
—¿ Y de qué otra manera si no? —Kate negó con enérgico movimiento de cabeza. —Quise que Hiram me dejara investigar al respecto: me echó del caso de inmediato. Hicimos un arreglo como el de Fausto, Bobby. Los tipos del gobierno y los organismos del Estado no son necesariamente delincuentes, pero son nada más que seres humanos y al darles un arma tan poderosa y secreta… Bobby, no confiaría en mí misma con un poder así. El incidente de espionaje con el Partido Republicano no es más que el comienzo de la pesadilla orwelliana que estamos a punto de soportar.
“Y en cuanto a Hiram… ¿Tienes alguna idea de cómo trata a sus empleados aquí, en Nuestro Mundo? A la gente que viene a solicitar empleo la hace pasar por tamices que llegan hasta la obtención de su secuencia de adn. Obtiene el perfil de todos los empleados mediante la investigación de bases de datos sobre créditos, antecedentes policiales, hasta antecedentes federales. Ya cuenta con cien maneras para medir la productividad, el rendimiento y para controlar a su personal. Ahora que tiene la cámara Gusano, Hiram puede mantenernos vigilados veinticuatro horas por día, si así se le ocurriera… y no hay una sola remaldita cosa que podamos hacer al respecto. Hubo toda una serie de fallos judiciales que establecieron que los empleados carecen de protección constitucional contra la vigilancia sin permiso por parte de los empleadores.
—Pero Hiram necesita todo eso para hacer que su personal siga trabajando —dijo Bobby con frialdad—. Desde que diste a conocer lo del Ajenjo, el ausentismo ascendió de manera increíble, y el uso de alcohol y otros estupefacientes en el lugar de trabajo, y…
—Eso nada tiene que ver con el Ajenjo —interrumpió Kate con severidad—, eso es una cuestión de derechos básicos. Bobby, ¿no te das cuenta? Nuestro Mundo es una visión del futuro para todos nosotros… si monstruos como Hiram consiguen conservar la cámara Gusano. Y es por eso importante que la tecnología se disemine, y tan lejos y tan rápido como pudiese ser posible. Reciprocidad: por lo menos estaríamos en condiciones de observarlos cuando nos ob servan… —Kate buscó la mirada plateada parecida a la de un insecto que ahora tenía él.
Bobby contestó con tono calmo:
—Gracias por el sermón. ¿Y es por eso que me estás abandonando?
Ella desvió la mirada.
—No tiene que ver con la cámara Gusano, ¿no? —Bobby se inclinó hacia adelante, desafiándola. —Hay algo que no me quieres decir. Has estado así desde hace días. Semanas, inclusive. ¿Qué es, Kate? No tengas miedo de herirme. No podrás.