—¿Por qué intervalos y no distancias?
—Jerga de los físicos. Lo siento. Un intervalo es como una distancia, pero en el espacio-tiempo, que es espacio más tiempo. En realidad no es más que el teorema de Pitágoras. —Tomó un block de hojas tamaño oficio y empezó a garrapatear: —Supon que vas al centro comercial y caminas unas cuadras hacia el este y otras hacia el norte. Después puedes calcular la distancia que recorriste de esta manera: —Sostuvo el block en alto:
(distancia) al cuadrado = (este) al cuadrado + (norte) al cuadrado
—Caminaste describiendo un triángulo rectángulo. El cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de… —Hasta ahí sé. —Pero los físicos piensan en el espacio y el tiempo como en una sola entidad, en la que el tiempo es una cuarta coordenada, además de las tres del espacio. —Escribió en su block una vez más:
(intervalo) al cuadrado = (separación del tiempo) al cuadrado-Reparación del espacio) al cuadrado
—A esto se lo denomina la métrica correspondiente a un espacio-tiempo de Minkowski. Y…
—¿Cómo puedes hablar de una separación en el tiempo del mismo modo en que hablas de una separación en el espacio? Mides el tiempo en minutos, pero el espacio en kilómetros.
David movió la cabeza con un gesto de aprobación.
—Buena pregunta. Hay que usar unidades en las que a tiempo y espacio se los haga equivalentes. —Estudió a Bobby, para ver si su hermano lo entendía. —Basta decir que si se mide el tiempo en minutos y el espacio en minutos luz, todo funciona de maravillas.
—Pero en esto hay algo más que no está tan bien. ¿Por qué éste es un signo menos en vez de uno más?
David se acarició la carnosa nariz.
—Un mapa del espacio-tiempo no funciona exactamente igual que un mapa del centro de Seattle. A la métrica se la diseñó de modo que la trayectoria de un fotón, una partícula que se desplaza a la velocidad de la luz, sea un intervalo nulo. El intervalo es cero, porque los términos espacio y tiempo se cancelan entre sí.
—Esto es relatividad. Tiene algo que ver con la dilatación del tiempo y con reglas que se contraen, y…
—Sí —David palmeó el hombro de Bobby—, es exactamente eso. Esta métrica es invariante según la transformación de Lorentz. No importa. El asunto es, Bobby, que esta clase de ecuación debo usarla cuando trabajo en un universo relativista, y por cierto que así lo hago si estoy tratando de construir un agujero de gusano que llegue hasta Saturno y más allá.
Bobby meditó sobre la sencilla ecuación manuscrita. Con su propio remolino emocional todavía agitándose a su alrededor. Sentía una lógica fría que lo recorría, con números, ecuaciones e imágenes evolucionando, como si su mente hubiera estado padeciendo alguna clase de sinestesia intelectual. Dijo lentamente:
—David, me estás diciendo que las distancias en el espacio y en el tiempo son equivalentes de algún modo, ¿no es así? Tus agujeros de gusano se extienden por intervalos de espacio-tiempo, en lugar de sólo distancias. Y eso quiere decir que si logras estabilizar un agujero de gusano lo suficientemente grande como para llegar a Saturno, a través de ochenta minutos luz…
—¿Sí?…
—Entonces podría extenderse a través de ocho minutos: es decir, a través del tiempo.—Se quedó mirando fijamente a David. —¿Lo que digo es muy tonto?
David se sentó en silencio durante varios segundos.
—Dios santo —dijo con lentitud—. Ni siquiera tomé en cuenta esa posibilidad. He estado configurando el agujero de gusano para que se extienda un intervalo parecido al espacio, sin siquiera pensar en eso. —De modo febril empezó a pulsar su pantalla flexible. —Puedo volver a configurarlo desde acá mismo. Si restrinjo el intervalo parecido al espacio hasta unos metros, entonces el resto de la distancia del agujero de gusano está forzado a volverse parecido al tiempo…
—¿Qué querría decir eso?¿David?
Sonó una chicharra dolorosamente fuerte y habló el motor de búsqueda.
—Hiram te querría ver, Bobby.
Bobby miró rápidamente a David, inundado por un miedo súbito y absurdo.
David asintió con una breve inclinación de cabeza, ya absorbido en la nueva dirección de su trabajo.
—Te llamo más tarde, Bobby. Esto podría ser importante. Muy importante.
No había motivos para permanecer ahí. Bobby salió hacia la oscuridad de la Fábrica de Gusanos.
Hiram estaba midiendo a zancadas su oficina en el centro de la ciudad. Estaba visiblemente enojado; tenía los puños apretados. Kate estaba sentada a la gran mesa de conferencias. Se la veía apocada, encogida de miedo.
Bobby vaciló al llegar a la puerta, respiraba agitado, se sentía físicamente incapaz de forzarse a ingresar al salón, por la intensidad de las emociones que bullían allí. Pero Kate lo estaba mirando e intentando una sonrisa.
Entró al salón. Buscó la seguridad de un asiento, del lado de la mesa opuesto a aquél donde estaba Kate.
Bobby se amilanó, incapaz de hablar.
Hiram descargó una mirada llena de furia.
—Me decepcionaste, basura!
Kate intervino con tono airado.
—¡Por el amor de Dios, Hiram!
—¡Usted manténgase fuera de esto! —Hiram descargó un golpe sobre la mesa y una pantalla flexible que había sobre la superficie de plástico se encendió delante de Bobby, empezó a pasar fragmentos de un artículo periodístico, imágenes de Bobby, de un Hiram más joven, de una muchacha bonita, de aspecto tímido, vestida con ropa pasada de moda, sin colores y en tela deslucida; y luego, la imagen de la misma mujer dos décadas después, inteligente, cansada, donosa. El logotipo de Noticias en Línea de la Tierra estaba impreso en cada imagen.
—La encontraron, Bobby—dijo Hiram—. Gracias a ti. Porque no pudiste mantener tu maldita boca cerrada, ¿no es así?
—¿Encontraron a quién?
—A tu madre.
Kate estaba operando la pantalla flexible que tenía delante de sí, leyendo con rapidez la información que iba apareciendo como si fuera un papiro que se desenrollaba.
—Heather Mays. ¿Es ése su nombre? Se volvió a casar. Tiene una hija… tienes una medio hermana, Bobby.
La voz de Hiram era un gruñido.
—Manténgase fuera, pedazo de puta manipuladora. Sin usted nada de esto habría ocurrido.
Bobby, luchando por recuperar el control, preguntó.
—¿Nada de qué?
—Tu implante habría seguido manteniéndote juicioso y feliz. ¡Dios! Ojalá alguien hubiese puesto una cosa así en mi cabeza cuando yo tenía tu edad: me habría ahorrado un montón de problemas… y tú no habrías abierto la bocaza delante de Dan Schirra!
—¿Schirra? ¿De NET?
—Con la diferencia de que no se llamaba así cuando te conoció la semana pasada. ¿Qué hizo, ponerte borracho y lloroso para que en un mar de lágrimas te dedicaras a hablar sobre tu malvado padre, y una madre, a la que habías perdido hacía mucho?
—Ya recuerdo —dijo Bobby—, se hace llamar Mervyn, Mervyn Costa. Lo conozco desde hace mucho tiempo.
—Claro que lo conoces. Ha estado cultivando tu amistad en nombre de NET para llegar hasta mí. No sabías quién era él, pero te mantuviste reservado… antes, cuando tenías el implante que te ayudaba a mantener las ideas claras. Y ahora esto: se inauguró la temporada de caza de Hiram Patterson. Y todo es su maldita culpa, Manzoni.
Kate todavía estaba recorriendo la noticia y sus hipervínculos.