Cursi, sí, pensó Kate, pero innegablemente efectivo: el público estaba contemplando como hechizado la gigantesca imagen de Hiram, mientras la música de un verano desaparecido hacía siete décadas resonaba en todo el ámbito del salón.
—“Y creo ahora —dijo Hiram con el gesto ceremonioso de presentador de espectáculos— haber alcanzado la meta que fijé para mi vida. Les sugiero que se aferren de algo, aun de la mano de alguna otra persona…
El piso se volvió transparente.
Kate se sintió presa del vértigo, súbitamente suspendida sobre el espacio vacío, según indicaban sus ojos engañados, fijos en la solidez del piso que tenía debajo de los pies. Hubo una explosión de nerviosas carcajadas, unos pocos chillidos, y el delicado tintineo del cristal haciéndose añicos al caer.
Kate se sorprendió al descubrir que había aferrado el brazo de Bobby. Percibió la musculatura en el contacto; además en forma aparente, casi al descuido, Bobby había dejado que su mano cubriera la de ella. La muchacha, por su parte, no pensaba retirar la mano de esa posición.
La joven parecía estar flotando sobre un cielo lleno de estrellas, como si el lugar hubiera sido transportado al espacio sideral. Pero estas “estrellas”, dispuestas con el fondo de un cielo negro, se hallaban encerradas y constreñidas en un enrejado cúbico, enlazadas por un sutil e intrincado entrecruzamiento de luz multicolor. Al mirar hacia el interior del cubo, las imágenes retrocedían a medida que aumentaba la distancia. A Kate le parecía estar mirando un túnel infinitamente largo.
Con la música, astuta y sutilmente distinta de la grabación original, sonando aún en su entorno, Hiram dijo:
—No están mirando hacia lo alto, hacia el cielo, hacia el espacio sideral; por el contrario, están mirando hacia abajo, al interior de la estructura más profunda de la materia.
“Éste es un cristal de diamante. Los puntos blancos que ven son átomos de carbono. Los enlaces son las fuerzas de valencia que los unen. Quiero destacar que lo que verán a continuación, aunque mejorado, no es una simulación. Con tecnología moderna, éstos son microscopios de efecto túnel con barrido electrónico; podemos aumentar imágenes de la materia, aun en éste, el más fundamental de los niveles. Todo lo que ven es real. Ahora, adelantémonos.
Imágenes holográficas surgieron hasta colar el recinto, como si la sala y todos sus ocupantes se hubieran estado hundiendo en el cubo, y disminuyendo de tamaño al mismo tiempo. Átomos de carbono se dilataron sobre la cabeza de Kate en globos gris pálido, en su interior se podían visualizar provocadoras indicaciones de estructuras. Alrededor de la joven, el espacio centelleaba, puntos de luz que parpadeaban, se generaban y extinguían intermitentes. Todo era de una extraordinaria hermosura, como flotar a través de una nube de luciérnagas.
—Están mirando el espacio —dijo Hiram—, el espacio vacío. Ésta es la materia que llena el universo. Pero ahora estamos viendo el espacio con una resolución mucho más precisa que lo permitido por el ojo humano, un nivel en el cual los electrones individuales son visibles; y, en este nivel, los efectos cuánticos se vuelven importantes. El espacio vacío en realidad está lleno, lleno de campos de energía fluctuante. Y estos campos se manifiestan como partículas: fotones, pares electrón, positrón, quarks. Surgen como un fulgor en su breve existencia, y están conformados por masa y energía prestadas. Luego de ser utilizadas son restituidas a sus orígenes; y, conforme a la ley de conservación de la energía, las partículas desaparecen. Nosotros, seres humanos, vemos espacio, energía y materia desde muy arriba, como si un astronauta flotara sobre un océano. Desde nuestra altura es difícil distinguir en las olas los diminutos corpúsculos de espuma que ellas llevan. Pero están ahí.
“Y todavía no hemos llegado al final de nuestro viaje. ¡Agárrense del vaso, amigos!
La escala volvió a explotar. Kate se halló volando hacia el interior vítreo y constituido por varias capas, como una cebolla, de uno de los átomos de carbono. En el centro mismo había una protuberancia dura y refulgente, un enjambre de esferas que había sufrido un desafortunado accidente. ¿Era ése el núcleo… y las esferas internas eran protones y neutrones?
Cuando el núcleo voló hacia ella, Kate oyó gente que gritaba. Todavía agarrada del brazo de Bobby trató de no echarse atrás cuando se precipitaba hacia el interior de uno de los nucleones.
Y entonces…
No había forma aquí. No había conformación discernible; ni luz definida; ni color, más allá de un carmesí rojo sangre. Y, aun así, había movimiento; un retorcimiento lento, insidioso, interminable, señalado por burbujas que ascendían y estallaban. Era como la lenta ebullición de un líquido espeso y pestilente.
Hiram dijo:
—Hemos llegado a lo que los físicos denominan el nivel de Planck. Estamos veinte órdenes de magnitud más profundo que el nivel de partícula virtual que viéramos antes. Y en este nivel ni siquiera podemos estar seguros sobre la estructura del espacio en sí: topología y geometría se desbaratan, y el espacio y el tiempo se desenmarañan.
En éste, el más fundamental de los niveles, no había secuencia de tiempo, no había orden para el espacio. A la unificación del espacio-tiempo la desgarraban de punta a punta las fuerzas de la gravedad cuántica, y el espacio se convertía en una espuma probabilística borboteante, entrelazada por agujeros de gusano.
—Sí, agujeros de gusano —dijo Hiram—. Lo que estamos viendo aquí es la boca de agujeros de gusano que se están formando espontáneamente, entretejidos con campos eléctricos. El espacio es lo que evita que todo esté en el mismo lugar, ¿de acuerdo? Pero en este nivel el espacio es granoso y ya no podemos confiar en que haga su trabajo. Y así, la boca de un agujero de gusano puede conectar cualquier punto de esta región pequeña del espacio-tiempo con cualquier otro punto… en cualquier parte: el centro de la ciudad de Seattle, o Brisbane, Australia, o un planeta de Alfa del Centauro. Es como si puentes espaciotemporales estuviesen cobrando y perdiendo existencia de manera súbita. La enorme cara sonrió a los presentes desde lo alto, brindando confianza. No entiendo todo esto más que ustedes, decía la imagen. Confíen en mí. Mi personal técnico estará a su disposición para brindarles información básica explicada con tanta profundidad como les pudiera ser cómodo entender.
“Lo que es más importante es lo que pretendemos hacer con todo esto. Dicho con sencillez, vamos a llegar adentro de esta espuma cuántica y arrancar el agujero de gusano que queramos: un agujero de gusano que conecte nuestro laboratorio aquí, en Seattle, con una instalación idéntica en Brisbane, Australia, y cuando lo tengamos estabilizado, ese agujero de gusano formará un enlace a través del cual podremos enviar señales… a una velocidad mayor que la velocidad de la luz misma.
“Y esto, señoras y señores, es la base de una revolución en las comunicaciones. No más costosos satélites acribillados por micro-meteoritos y que se caen del cielo cuando su órbita entra en pérdida; no más el frustrante retardo de tiempo; no más tarifas espantosas. El mundo, nuestro mundo, por fin estará verdaderamente enlazado.
Mientras los virtuales seguían tocando había un ruido confuso de conversación; algunas que sólo buscaban el simple cuestionamiento.
—¡Imposible!… ¡Los agujeros de gusano son inestables. Toda la gente sabe eso!… ¡La radiación incidente que penetra hace que los agujeros de gusano se desplomen de inmediato!… ¡No existe manera alguna…!