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– Sí, eso ya lo había oído antes. De hecho, creo que fue el FBI quien me lo dijo.

Lindell asintió.

– No vayas al choque o te arrepentirás.

Antes de que pudiera pensar en una respuesta, se levantó. Buscó en uno de los bolsillos y sacó un paquete de cigarrillos y un encendedor amarillo.

– Voy a bajar a fumar un pitillo -dijo-. Eso te dará unos minutos para pensar y recordar cualquier otra cosa que hayas olvidado decirme.

Iba a lanzarle otra pulla cuando me di cuenta de que se estaba marchando sin el expediente. Lo dejó sobre la mesa y yo instintivamente supe que lo estaba haciendo a propósito. Quería que yo lo viera.

Entonces me di cuenta de que nos habían estado grabando. Lo que me había dicho era para algún tipo de registro o tal vez para que lo oyera su superior. Lo que me estaba permitiendo hacer era algo distinto.

– Tómate tu tiempo -dije-. Hay mucho en que pensar.

– Puto edificio federal. Tengo que bajar hasta abajo del todo.

Al abrir la puerta, volvió a mirarme y me guiñó el ojo. En cuanto cerró la puerta, yo deslicé el expediente sobre la mesa y lo abrí.

12

El expediente tenía escrito el nombre de Martha Gessler en la lengüeta. Saqué mi libreta y lo anoté en la parte superior de una hoja en blanco antes de abrir el archivo de un dedo de grosor y ver lo que Lindell me había dejado. Supuse que disponía de quince minutos a lo sumo para revisar el expediente.

En la parte superior de los documentos apilados en el fichero había una página suelta con un número de teléfono. Supuse que me lo había dejado específicamente para mí, así que doblé el papel y me lo guardé en el bolsillo. El resto del expediente era una recopilación de informes de investigación, la mayoría de los cuales tenían el nombre y la firma de Lindell, que se identificaba como agente de la ORP, la Oficina de Responsabilidad Profesional, es decir, el equivalente en el FBI de asuntos internos.

El archivo contenía los informes que detallaban la investigación de la desaparición de la agente especial Martha Gessler el 19 de marzo de 2000. Esta fecha fue inmediatamente significativa para mí, porque sabía que Angella Benton había sido asesinada el 16 de mayo de 1999. Eso situaba la desaparición de Gessler unos diez meses después, es decir, aproximadamente en la fecha en que

Cross dijo que la agente había llamado a Dorsey en relación con el número de serie del billete.

Según el informe de investigación, en el momento de su desaparición Gessler no estaba trabajando como agente operativa, sino como criminóloga analista de delitos. Hacía mucho que la habían trasladado de la unidad de robos de bancos, donde había conocido a mi esposa, a la unidad de delitos informáticos. Trabajaba en investigaciones de Internet y estaba desarrollando software para examinar los modelos de actuación delictivos. Supuse que el programa del que Cross me había hablado era algo que excedía las responsabilidades de su puesto.

En la tarde del 19 de marzo de 2000 Gessler salió de Westwood después de una larga jornada laboral. Sus compañeros recordaban que se había quedado en la oficina hasta las 20.30. Sin embargo, todo indicaba que nunca llegó a su casa de Sherman Oaks. Era soltera. Su desaparición no se descubrió hasta el día siguiente, cuando no se presentó a trabajar y no contestó a las llamadas al teléfono y al busca. Un agente fue a su domicilio y descubrió que no estaba. Su casa se hallaba patas arriba, pero después se determinó que los dos perros de Gessler, enloquecidos por el hambre y la falta de atención, habían pasado la noche destrozando la casa. Me fijé en que, según el informe del incidente, el compañero agente que hizo ese descubrimiento fue Roy Lindell. No sabía si eso significaba algo. Posiblemente como agente asignado a la ORP lo enviaron para comprobar si su compañera estaba bien. De todos modos, anoté su nombre debajo del de ella en mi libreta.

El vehículo personal de Gessler, un Ford Taurus de 1998, no estaba en la casa. Ocho días después se localizó en un aparcamiento de larga estancia del aeropuerto LAX. La llave estaba encima de uno de los neumáticos traseros. El parachoques trasero presentaba una rascada de cuarenta y cinco centímetros y había una luz de posición rota, daños que conocidos de la agente aseguraron que eran nuevos. De nuevo, Lindell figuraba en los informes como uno de esos conocidos.

El maletero del vehículo estaba vacío y en su interior no se hallaron pistas que de manera inmediata apuntaran a dónde podía estar Gessler o a qué le había ocurrido. El maletín que contenía su ordenador portátil y con el que había salido de la oficina también había desaparecido.

Los análisis forenses del vehículo no descubrieron indicio alguno de actos delictivos. Nunca se encontró ningún registro de que Gessler hubiera tomado un avión desde el LAX. Los agentes revisaron los vuelos de los aeropuertos de Burbank, Long Beach, Ontario y Orange County, pero tampoco hallaron ningún vuelo en cuya lista de pasajeros constara el nombre de Gessler.

Se sabía que Gessler llevaba una tarjeta de cajero automático, dos tarjetas de crédito para estaciones de servicio, así como una American Express y una Visa. En la noche de su desaparición, utilizó la tarjeta Chevron para pagar gasolina y una Coca-Cola Diet en la estación de servicio de Sepulveda Boulevard, cerca del museo Getty. El comprobante señalaba que había cargado 46,8 litros de gasolina sin plomo a las 20.53. La capacidad de su depósito era de 60 litros.

La compra era significativa porque situaba a Gessler en el paso de Sepulveda -en la ruta hacia su casa desde Westwood a Sherman Oaks- en un momento que cuadraba con su salida del FBI en las oficinas de Westwood. El cajero del turno de noche de Chevron también identificó a Gessler, de entre varias fotos, como una dienta habitual que había comprado gasolina la noche del 19 de marzo. Gessler era una mujer atractiva. Él la conocía y la recordaba. Le había dicho que no necesitaba beber Coca-Cola Diet y ella se mostró satisfecha con el cumplido.

Esta localización confirmada de la agente era importante por diversas razones. En primer lugar, si Gessler iba de Westwood al LAX, donde su coche fue posteriormente encontrado, era poco probable que hubiera viajado al norte por el paso de Sepúlveda para comprar combustible. El aeropuerto estaba al suroeste de la oficina del FBI, mientras que la estación de servicio quedaba directamente al norte.

El siguiente dato significativo era que la tarjeta de Gessler se utilizó una segunda vez esa noche en una estación de servicio Chevron de la autovía que conducía al condado de Kern, al norte. La tarjeta fue utilizada en un surtidor de autoservicio para comprar 110 litros de gasolina, más de lo que cabía en el vehículo de Gessler y en la mayoría de los coches. La autovía era la principal ruta a las zonas desérticas del condado de San Bernardino, al noreste. También era una importante ruta de camiones.

Lo último, pero no menos importante, era el hecho de que ninguna de las tarjetas de crédito de Gessler fue hallada o vuelta a utilizar jamás.

No había resumen ni conclusión en los informes que había revisado. Eso era algo que el investigador -Lindell- habría escrito y se habría reservado para él. No escribes un informe que concluya que tu compañera está muerta. Nunca dices lo obvio y siempre hablas en presente de la agente desaparecida.

Pero a partir de lo que había leído, para mí la conclusión era clara. Después de que Gessler pusiera gasolina en su coche en el paso de Sepúlveda, la obligaron a detenerse y la secuestraron, y no parecía que fuera a volver. Probablemente le golpearon el coche desde atrás. Ella se detuvo en el arcén para comprobar los daños e intercambiar la información de los seguros con el otro conductor.

Lo que ocurrió después se desconocía, pero probablemente fue secuestrada y su coche fue dejado en el aparcamiento del LAX, un movimiento que probablemente garantizaba que no sería hallado en varios días, permitiendo que la pista se enfriara y que los recuerdos de testigos potenciales se desvanecieran.