– No. ¿Debería?
– No lo sé. Ha desaparecido. Hace tres años que desapareció, desde que llamó a Jack. -Joder, Harry.
– Sí. Así que me metí en eso cuando telefoneé para seguir la pista de esa llamada.
– ¿Van a venir a hablar conmigo?
– No lo sé. Pero quería avisarte. Creo que podrían venir. No sé cómo, pero lo han relacionado con un asunto de terrorismo. Ahora lo lleva uno de esos equipos que crearon después del Once de Septiembre. Y he oído que les gusta primero pegarte la patada en el culo y después leerte tus derechos.
– No quiero que vengan aquí, Harry. ¿Qué has destapado?
– Lo siento, Law. Si vienen, déjales que hagan preguntas y tú contéstalas lo mejor que puedas. Consigue sus nombres y dile a Danny que me llame después de que se vayan.
– Lo intentaré. Sólo quiero que me dejen en paz. -Ya lo sé, Law.
Me acerqué a su silla y puse la petaca en su campo de visión.
– ¿Quieres más?
– ¿Estás de broma?
Le eché un buen chorro en la boca, y después otro. Esperé que lo tragara y a que el alcohol asomara en su mirada. Se le pusieron los ojos vidriosos.
– ¿Estás bien?
– Ya lo creo.
– Tengo que hacerte unas cuantas preguntas más. Se me ocurrió después de hablar con el FBI. -¿Qué preguntas?
– Es sobre la llamada que recibió Jack. El FBI dice que no hay constancia de que Gessler llamara por el asunto de los números de serie.
– Eso es sencillo. Tal vez no fue ella. Como te he dicho, Jack no me dijo el nombre. O si me lo dijo lo he olvidado.
– Estoy convencido de que era ella. Todo lo demás que describiste coincide. Tenía un programa como el que describiste en su portátil. Desapareció con ella.
– Ahí lo tienes. Probablemente había un registro de su llamada, pero desapareció con ella.
– Supongo. ¿Y la fecha de la llamada? ¿Puedes recordar algo más acerca de cuándo llamó?
– Ah, joder, no lo sé, Harry. Era sólo un detalle más. Estoy seguro de que Jack lo puso en el registro.
Se refería al registro cronológico de la investigación. Todo se hacía constar en el registro. Al menos en teoría.
– Sí, ya lo sé -dije-, pero no tengo acceso a eso. Yo estoy fuera, ¿recuerdas?
– Sí.
– Me dijiste que creías que fue cuando llevabais diez o doce meses en el caso, ¿recuerdas? Dijiste que estabais trabajando en otros casos y que Jack se ocupó de la pista sobre Angella Benton. Su asesinato fue el dieciséis de mayo del noventa y nueve. Martha Gessler desapareció el siguiente diecinueve de marzo. Eso es casi exactamente diez meses.
– Entonces lo recordaba bien. ¿Qué más quieres de mí?
– Es sólo que…
No terminé. Estaba tratando de pensar qué preguntar y cómo decirlo. Algo fallaba en la cronología. -¿Es sólo qué?
– No lo sé. Me parece que si Jack había hablado recientemente con esa agente habría comentado algo cuando desapareció. Fue una noticia importante, ¿sabes? Salía todas las noches en los periódicos y en la tele. ¿Hay alguna posibilidad de que la llamada la recibiera antes? ¿Más cerca del inicio del caso? De esa forma Jack podría haberse olvidado de ella cuando saltó a las noticias.
Cross no dijo nada durante un rato, reflexionando. Yo consideré también otras posibilidades, pero siempre me topaba con una pared.
– Dame otro trago, ¿quieres, Harry?
Bebió demasiado y el whisky le volvió y le quemó en la garganta. Cuando habló de nuevo su voz sonó más ronca de lo habitual.
– No lo creo. Creo que fueron diez meses.
– Cierra los ojos un segundo, Law.
– ¿De qué estás hablando?
– Sólo cierra los ojos y concéntrate en ese recuerdo. Sea lo que sea que tengas grabado, concéntrate en eso.
– ¿Estás intentando hipnotizarme, Harry?
– Sólo intento centrar tus pensamientos, ayudarte a recordar lo que dijo Jack.
– No funcionará.
– Si tú no te dejas, seguro que no. Relájate, Law. Relájate e intenta olvidarlo todo. Como si tu mente fuera una pizarra. Tú la estás borrando. Piensa en lo que Jack dijo de la llamada.
Sus ojos se movieron bajo los finos y pálidos párpados, pero al cabo de un momento los movimientos se hicieron más lentos y se detuvieron. Observé su rostro y esperé. Hacía años que no utilizaba técnicas de hipnosis y había recurrido a ellas para obtener descripciones visuales de hechos y sospechosos. Lo que quería de Cross era un recuerdo de un tiempo y un lugar y del diálogo que lo acompañaron.
– ¿Ves la pizarra, Law?
– Sí, la veo.
– Vale, acércate a ella y escribe el nombre de Jack. Escríbelo arriba del todo para que te quede espacio debajo.
– Harry, esto es estúpido, yo…
– Hazlo por mí, Law. Escribe el nombre de Jack en la parte superior de la pizarra.
– Vale.
– Muy bien, Law. Ahora mira la pizarra y debajo del nombre de Jack escribe «llamada de teléfono». ¿Vale?
– Vale, ya está.
– Bien. Ahora mira esas cuatro palabras y concéntrate en ellas. Jack. Llamada de teléfono. Jack. Llamada de teléfono.
El silencio que siguió a mis palabras estuvo puntuado por el tic tac apenas perceptible del reloj nuevo.
– Ahora, Law, quiero que te concentres en el negro que rodea esas palabras. Alrededor de esas letras. Mira a través de las letras, Law, mira el negro. Mira a través de las letras.
Esperé y observé sus párpados. Vi que el movimiento de la retina empezaba de nuevo.
– Jack te está hablando, Law. Te está hablando de la agente. Dice que tiene nueva información sobre el golpe del rodaje.
Esperé un momento, preguntándome si debería haber mencionado el nombre de Gessler, pero decidí que era preferible no haberlo hecho.
– ¿Qué te está diciendo, Law?
– Hay algún problema con los números. No concuerdan.
– ¿Fue ella quien llamó?
– Sí, llamó ella.
– ¿Dónde estáis cuando te está diciendo esto, Law?
– Estamos en el coche. Vamos al tribunal.
– ¿Es un juicio?
– Sí.
– ¿Qué juicio es?
– Es ese chico mexicano. El chaval de la banda que mató al joyero coreano en Western. Alejandro Penjeda. Es el veredicto.
– ¿Penjeda es el acusado?
– Sí.
– ¿Y Jack recibe la llamada de la agente antes de que vosotros vayáis al tribunal a escuchar el veredicto?
– Eso es.
– Muy bien, Law.
Había conseguido lo que quería. Traté de pensar en qué más preguntarle.
– ¿Law? ¿Dijo Jack cuál era el nombre de la agente?
– No, no lo dijo.
– ¿Dijo que iba a comprobar la información que le había dado?
– Dijo que iba a hacer algunas comprobaciones, pero que le parecía que era una llamada de mierda. Dijo que no creía que significara nada.
– ¿Tú le crees?
– Sí.
– Vale, Law, voy a pedirte que abras los ojos dentro de un momento. Y cuando los abras, quiero que te sientas como si acabaras de despertarte, pero quiero que recuerdes lo que acabamos de hablar, ¿de acuerdo?
– Sí.
– Muy bien, Law, ahora abre los ojos.
Los párpados aletearon una vez y luego se abrieron. Sus pupilas se clavaron en el techo y vinieron hacia mí. Parecían más brillantes que antes.
– Harry…
– ¿Cómo te sientes, Law?
– Bien.
– ¿Recuerdas de qué hemos estado hablando?
– Sí, de ese chaval mexicano, Penjeda. No aceptó el trato que le ofreció el fiscal, perpetua con condicional. Se arriesgó con el jurado y perdió. Perpetua sin condicional.
– Todos los días se aprende algo.
Desde el fondo de su garganta sonó lo que quizá pretendía ser una risa.
– Sí, ése fue bueno -dijo-. Recuerdo que Jack me habló de la llamada de Westwood cuando íbamos al tribunal ese día.
– Perfecto. ¿Recuerdas cuándo fue el veredicto de Penjeda?