El segundo artículo, también breve, era el que yo quería: el veredicto del caso Penjeda. Llevaba fecha del 14 de marzo y se refería a los hechos del día anterior. Cogí el bloc de mi bolsillo y completé esa parte de la cronología, colocando la nueva información en el lugar adecuado.
Angella Benton. Asesinada. 16-5-1999
Golpe del rodaje. 19-5-1999
Gessler-Dorsey. Llamada telefónica. 13-3-2000
Martha Gessler. Desaparecida. 19-3-2000
Miré lo que tenía. Martha Gessler había desaparecido, y presumiblemente había sido asesinada, seis días después de hablar con Jack Dorsey acerca de la anomalía en la lista de números de serie.
– Si no quiere nada más, voy a volver a mi sitio.
Había olvidado que la señora Molloy continuaba detrás de mí. Me levanté y le señalé su sitio.
– En realidad sería más rápido si usted pudiera hacerlo -dije-. Necesito hacer un par de búsquedas más.
– Se supone que no estamos aquí para hacer búsquedas. Usted debería tener la suficiente experiencia con el ordenador si va a usarlo.
– Entiendo. Voy a aprender, pero ahora mismo no soy lo bastante capaz y estas búsquedas son muy importantes.
Ella pareció dudar. Lamenté no tener la licencia de investigador privado que había obtenido del estado de California. Tal vez eso la habría impresionado. Se inclinó hacia atrás para ver los cubículos del escritorio de entrada y verificar si alguien precisaba su ayuda. Parenting Today rondaba por ahí, tratando de actuar como si estuviera esperando a alguien o esperando ayuda.
– Volveré en cuanto le pregunte a ese caballero si necesita ayuda -dijo la señora Molloy.
La mujer se fue sin aguardar respuesta. Observé mientras le preguntaba a Parenting Today si necesitaba algo. Éste negó con la cabeza y me miró antes de alejarse. La señora Molloy se acercó entonces por el pasillo y se sentó en la silla situada ante el ordenador.
– ¿Cuál es la siguiente búsqueda?
La bibliotecaria movió el ratón con suavidad y rápidamente volvió al formulario de búsqueda.
– Pruebe con «John Dorsey» -dije- y para reducir un poco ¿puede añadir «Nat's Bar»?
Ella tecleó la información e inició la búsqueda. Obtuvo trece resultados y le pedí que abriera el primero. Llevaba fecha del 7 de abril de 2000 y relataba los sucesos del día anterior.
UN POLICÍA MUERTO Y OTRO HERIDO
EN UN TIROTEO EN UN BAR DE HOLLYWOOD
por Keisha Russell
de la redacción del Times
Dos detectives de la policía de Los Ángeles que estaban comiendo en un bar de Hollywood y un camarero fueron abatidos por los disparos de un hombre que entró en el establecimiento para robar a punta de pistola.
En el tiroteo de la una de la tarde en el Nat's de Cherokee Avenue resultó muerto el detective John H. Dorsey, 49, víctima de múltiples heridas de bala, y su compañero Lawton Cross Jr., 38, quedó en estado crítico por heridas en la cabeza y el cuello. Donald Rice, 29, un camarero que trabajaba en el salón, recibió múltiples impactos de bala y también murió en la escena del crimen.
El sospechoso, que llevaba un pasamontañas negro, huyó llevándose de la caja registradora una cantidad indeterminada de dinero, según el teniente James Macy, de la unidad de agentes implicados en tiroteos.
«Parece que se trató de unos pocos cientos de dólares a lo sumo -declaró Macy en una conferencia de prensa concedida en el exterior del bar donde se produjeron los disparos-. No encontramos ninguna razón que explique por qué este hombre empezó a disparar.»
Macy continuó diciendo que no estaba claro que Dorsey y Cross hubieran intentado detener el atraco, ocasionando así el tiroteo. Aseguró que ambos detectives recibieron los disparos mientras estaban sentados en un reservado de la zona de bar escasamente iluminada. Ninguno de los dos había desenfundado el arma.
Los detectives habían llevado a cabo un interrogatorio en un establecimiento cercano a Nat's cuando decidieron hacer la pausa para comer en el bar, según declaró Macy. No había indicios de que ninguno de los dos hombres hubiera consumido alcohol en el local.
«Fueron allí por una cuestión de conveniencia -dijo Macy-. Fue la decisión más desafortunada que podían haber tomado.»
No había ningún otro cliente ni más empleados en el momento del incidente. Una persona que no se hallaba en el bar vio que el asesino huía después de disparar y logró proporcionar una descripción limitada del sospechoso. Como medida de precaución, el testigo no fue identificado por la policía.
Dejé de leer y le pregunté a la bibliotecaria si simplemente podía imprimirlo.
– Son cincuenta centavos por página -dijo-. Sólo en efectivo.
– Muy bien hágalo.
Ella pulsó el botón IMPRIMIR y se reclinó en su asiento para tratar de ver por el pasillo hasta el mostrador de la sección de hemeroteca. Yo que estaba de pie, lo veía mejor.
– Sigue libre. ¿Puede hacer una búsqueda más para mí?
– Si nos damos prisa. ¿Qué es?
Traté de pensar en algo que sirviera para lo que quería hacer a continuación.
– ¿Y la palabra «terrorismo»?
– ¿Está de broma? ¿Sabe cuántos artículos con esa palabra se han escrito en los últimos dos años?
– Claro, claro, ¿en qué estaba pensando? Recortémoslo. Las palabras de búsqueda han de estar relacionadas como en una frase, ¿no?
– No. Escuche, tengo que ir a mi…
– Vale, vale, ¿y si ponemos «FBI» y «presunto terrorista» y «al-Qaeda» y «célula». ¿Puede probar eso?
– Probablemente también sea demasiado.
Ella tecleó la información y esperamos hasta que el ordenador indicó que había 467 resultados, todos menos seis posteriores al 11 de septiembre de 2001. Debajo de la cifra de resultados había una lista con los títulos de cada uno de los artículos. La pantalla mostró la primera de las cuarenta y siete páginas de titulares.
– Va a tener que mirarlo usted solo -dijo la señora Molloy-. Tengo que volver a mi puesto.
Había empezado la última búsqueda casi como una broma. Suponía que Parenting Today interrogaría a la señora Molloy después de que yo me fuera o bien enviaría a otro agente mientras él continuaba mi persecución. Quería añadir un sesgo terrorista a mi búsqueda para darles un quebradero de cabeza. De pronto me di cuenta de que podría descubrir lo que estaba haciendo el FBI.
– De acuerdo -dije-. Gracias por su ayuda.
– Recuerde que esta tarde cerramos la biblioteca a las nueve. Dentro de veinticinco minutos.
– Vale, gracias. ¿Dónde salen los documentos impresos, por cierto?
– La impresora está en el escritorio de la entrada. Todo lo que imprima saldrá por allí. Venga a pagarme y yo se lo daré.
– Una maquinaria bien engrasada.
La bibliotecaria no respondió. Se alejó y me dejó solo con el ordenador. Eché un vistazo pero no vi a Parenting Today. Después volví a meterme en el cubículo y empecé a hojear la lista de artículos. Abrí algunos y comencé a leerlos, pero me detenía en cuanto averiguaba que la historia no tenía ni siquiera una relación remota con Los Ángeles. Me di cuenta de que debería haber incluido «Los Ángeles» en las palabras clave. Me levanté para ver si la señora Molloy estaba en el escritorio de la entrada, pero allí no había nadie.
Volví al ordenador y en la tercera página de la lista de artículos vi un titular que captó mi atención.
UN CORREO TERRORISTA CAPTURADO
EN LA FRONTERA