Hice clic en el botón LEER y el artículo completo ocupó la pantalla. El recuadro que había encima del texto informaba de que se había publicado un mes antes en la página A13 del periódico. La noticia iba acompañada de la foto de un hombre con la piel muy bronceada y el pelo rubio y rizado.
por Josh Meyer
de la redacción del Times
Un presunto correo de dinero de los defensores del terrorismo global fue detenido ayer cuando intentaba cruzar la frontera mexicana en Calexico con una cartera llena de billetes, según informó el Departamento de Justicia.
Mousouwa Aziz, 39, que llevaba cuatro años en la lista de terroristas buscados, fue aprehendido por agentes de la patrulla fronteriza cuando intentaba cruzar de Estados Unidos a México.
Aziz, de quien el FBI cree que tiene vínculos con una célula filipina de terroristas de al-Qaeda, llevaba una gran cantidad de dinero estadounidense en una cartera oculta bajo el asiento del coche en el que pretendía cruzar la frontera. Aziz, que viajaba solo, fue detenido sin que ofreciera resistencia. Se halla retenido en un lugar desconocido según las normas federales aplicadas a los combatientes enemigos.
Los agentes aseguraron que Aziz trató de camuflarse tiñéndose el pelo de rubio y afeitándose la barba.
«Es una detención significativa -dijo Abraham Klein, ayudante del fiscal general en la unidad de antiterrorismo de Los Ángeles-. Nuestros esfuerzos en todo el mundo se han dirigido a cortar los fondos a los terroristas. Se cree que este presunto terrorista está implicado en actividades para financiar el terrorismo en nuestro país y en el extranjero.»
Klein y otras fuentes aseguraron que la de Aziz podría ser una detención clave en los esfuerzos de interrumpir la entrega de dinero -el fluido vital de la actividad terrorista de larga duración- a aquellos que tienen por objetivo intereses americanos.
«No sólo les arrebatamos una buena cantidad de dólares con este arresto, sino, lo que quizá es más importante, detuvimos a una de las personas que estaba metida en el negocio de entregar dinero a terroristas en reserva», aseguró una fuente del Departamento de Justicia que habló a condición de no ser identificada.
Aziz es un ciudadano jordano que asistió a la universidad en Cleveland, Ohio, y habla un inglés fluido, dijo la fuente de Justicia. Portaba un pasaporte y un permiso de conducir de Alabama que lo identificaban como Frank Aiello.
El nombre de Aziz fue puesto en una lista de vigilancia del FBI hace cuatro años, después de que se lo relacionara con entregas de dinero a terroristas implicados en los atentados contra las embajadas de Estados Unidos en África. Los agentes federales se referían a Aziz como Mouse por su pequeña estatura, su capacidad para ocultarse de las autoridades en los meses recientes y por la dificultad que tenían los agentes en pronunciar su nombre.
Después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, se elevó el nivel de alerta en relación con Aziz, pese a que otras fuentes informaron de que no había pruebas de una relación directa entre Aziz y los 19 terroristas que llevaron a cabo los atentados suicidas.
«Este hombre es un correo -dijo la fuente de Justicia-. Su trabajo es mover dinero desde el punto A hasta el punto B. Después, el dinero se utiliza para comprar materiales para la fabricación de bombas y armas, para financiar el estilo de vida de los terroristas mientras planean y llevan a cabo sus operaciones.»
No estaba claro por qué Aziz aparentemente trataba de llevarse dinero estadounidense del país.
«El dólar de Estados Unidos sirve en todas partes -declaró Klein-. De hecho, es más fuerte que la divisa nacional en la mayoría de los países en los que existen células terroristas. El dólar estadounidense llega muy lejos. Puede ser que este sospechoso estuviera llevando el dinero a las Filipinas simplemente para ayudar a financiar una operación.»
El ayudante del fiscal también apuntó que el dinero podría haberse dirigido a terroristas que planeaban infiltrarse en Estados Unidos.
Klein se negó a revelar cuánto dinero estaba transportando Aziz o de dónde salió éste. En meses recientes, los investigadores federales han señalado que buena parte de la financiación terrorista ha surgido de actividades ilegales cometidas en el interior de Estados Unidos. Por ejemplo, el FBI vinculó una operación de drogas del último año con una red de financiación de los terroristas.
Fuentes federales también comentaron al Times que se creía que áreas despobladas de México podrían albergar campos de entrenamiento de terroristas relacionados con al-Qaeda. Klein rechazó hacer comentarios ayer acerca de la posibilidad de que Aziz se dirigiera a un campo de esas características.
Me quedé allí sentado un buen rato mirando la pantalla, preguntándome si acababa de tropezar con algo más significativo que una manera de burlarme de los federales. Me preguntaba si lo que acababa de leer podría de algún modo estar relacionado con mi propia investigación. ¿Acaso los agentes de la novena planta de Westwood habían conectado el dinero de la película con ese terrorista?
Mi reflexión se interrumpió cuando el altavoz anunció que la biblioteca iba a cerrar al cabo de quince minutos. Pulsé el botón IMPRIMIR y volví a la lista de artículos. Revisé los titulares, buscando más información acerca de la detención de Aziz. Sólo encontré uno, que se publicó dos días después del primer artículo. Decía que la comparecencia de Aziz ante el juez se había pospuesto indefinidamente mientras éste continuaba siendo interrogado por los agentes federales. El tono del artículo indicaba que Aziz estaba cooperando con los investigadores, aunque no lo especificaba ni lo decía claramente. Según la noticia, los cambios en las leyes federales aprobadas después de los atentados del 11 de Septiembre conferían a las autoridades federales un gran margen para retener a los presuntos terroristas en calidad de combatientes enemigos. El resto era información complementaria que ya se incluía en el primer artículo.
Volví a la lista y continué desplazándome por los titulares. Pasé casi diez minutos, pero no volví a leer otro artículo sobre Mousouwa Aziz.
El altavoz anunció que la biblioteca estaba cerrando. Miré en torno a mí y vi que la señora Molloy había vuelto al escritorio de entrada. Estaba guardando sus cosas en los cajones y preparándose para irse a casa. Decidí que no quería que Parenting Today supiera lo que había estado mirando en el ordenador. Al menos no enseguida. Así que me quedé en el cubículo hasta escuchar el siguiente anuncio de que la biblioteca estaba cerrando. Permanecí allí hasta que la señora Molloy se acercó a mi cubículo y me dijo que tenía que irme. Me dio los documentos impresos. Le pagué, doblé los artículos y me los guardé en el bolsillo de mi cazadora junto con mi libreta. Le di las gracias y me fui de la sección de hemeroteca.
En mi camino a la calle simulé que estaba contemplando los mosaicos y la arquitectura del edificio y di varias vueltas por la rotonda mientras buscaba a mi perseguidor. No lo vi y empecé a preguntarme si me estaba poniendo excesivamente paranoico.
Al parecer fui la última persona en salir por la puerta para el público. Tuve la idea de ir a la salida de empleados y esperar a la señora Molloy para averiguar si le habían hecho preguntas acerca de mis búsquedas, pero pensé que terminaría asustándola y lo dejé estar.
A solas, mientras caminaba por la tercera planta del garaje hacia mi coche, sentí un escalofrío de miedo en la columna. Tanto si me estaban siguiendo como si no, me había asustado a mí mismo. Aceleré el ritmo y casi estaba corriendo cuando llegué a la puerta del Mercedes.
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La paranoia no siempre es mala. Puede ayudarte a mantener una mínima ventaja y a veces esa mínima ventaja es lo que marca la diferencia. Desde la biblioteca me dirigí a Broadway y después hacia el edificio municipal. Podría parecer perfectamente normal que un ex policía se dirigiera al departamento de policía. No había nada extraño en ello. Sin embargo, al llegar al complejo del Los Ángeles Times di un fuerte volantazo hacia la izquierda sin pisar el freno ni poner el intermitente y me incorporé al tráfico que venía del túnel de la calle Tercera. Pisé el acelerador y el Mercedes respondió: la parte delantera se alzó como la popa de un velero al ir cogiendo velocidad mientras rugía a través del túnel de tres manzanas.