Выбрать главу

– ¿ Qué estaba haciendo el agente Milton en su casa si usted no estaba? -repitió Rider.

La miré.

– Me estaba esperando.

– ¿Para hacer qué?

– Le pedí que nos reuniéramos allí, pero me retrasé porque paré a comprar café por el camino.

– ¿Por qué iba a reunirse con usted tan tarde?

– Porque tenía información que iba a aclararle algunas cosas.

– ¿Cuál era esa información?

– Era información acerca de cómo un terrorista implicado en un caso en el que él estaba trabajando terminó con un billete de cien dólares que supuestamente salió de un robo que yo estaba investigando. Me pidieron que abandonara el caso. Le dije que había comprendido la situación y que había descubierto que los dos casos no estaban relacionados. Lo invité a venir al despacho de mi abogada por la mañana, donde ustedes dos iban a venir y donde iba a explicarlo todo. Pero él no quería esperar, así que le dije que nos reuniéramos en casa. -¿Y qué? ¿le dio una llave?

– No, no lo hice. Pero debí de dejar la puerta mal cerrada porque estaba dentro cuando llegué a casa. Supongo que podría decirse que tenía permiso porque lo invité a la casa, pero no le dije exactamente que entrara.

– El agente Milton tenía diversos dispositivos de escucha en miniatura en el bolsillo de su abrigo. ¿Sabe algo de eso o por qué los tenía?

Suponía que los había sacado de mi casa, pero no lo dije.

– Ni idea -dije-. Supongo que habría tenido que preguntárselo a él.

– ¿Y el coche? Lo encontraron aparcado a un manzana de su casa. De hecho, estaba más lejos que el que usaron los cuatro asaltantes. ¿Tiene alguna idea de por qué Milton aparcó tan lejos de su casa si estaba invitado?

– No, ni idea. Como he dicho, supongo que él es el único que lo sabía.

– Exactamente.

Vi que Rider se caldeaba. Su mirada se hizo más penetrante y trató de interpretar las que yo intercambiaba con Lindell. Sabía que había algo en juego, pero era lo bastante lista para no mencionarlo ante la cámara. Le había enseñado bien.

– De acuerdo, señor Bosch. Nos ha contado hasta el último detalle de lo que ha pasado esta noche, pero no cómo encaja en nada. Antes de que todo se desatara, usted convocó una reunión para esta mañana para explicárnoslo a todos. Así que adelante. Díganos lo que tenía.

– ¿Quiere decir desde el principio?

– Desde el principio.

Asentí.

– Muy bien, supongo que todo empezó cuando Ray Vaughn y Linus Simonson decidieron robar la entrega de dinero al rodaje. Había alguna conexión entre ellos. Una de sus antiguas colegas en el banco comentó que creía que Vaughn era gay y que Simonson le dijo que había intentado aproximarse a él. En cualquier caso, tanto si Simonson atrajo a Vaughn como si fue al revés, ambos decidieron llevarse el dinero. Ambos lo planearon y Simonson reclutó a sus cuatro amigos, para el trabajo sucio. Así empezó.

– ¿Qué ocurrió con Angella Benton? -preguntó Kizmin Rider.

– Estoy llegando a eso. Sin contárselo a los demás, Vaughn y Linus decidieron que necesitaban algo para que los polis pensaran que el golpe se gestó en el interior de la productora de cine, y no en el banco. La eligieron a ella. Ella había ido al banco en una ocasión con documentos relativos al préstamo. De manera que sabían que podía llegarse a la conclusión de que Angella Benton estaba al corriente del envío de dinero. Ellos la eligieron y probablemente la observaron durante un par de días y descubrieron cuándo era más vulnerable y cuándo actuar. La asesinaron y uno de ellos puso semen sobre el cadáver para que al principio pareciera un caso de índole sexual, de modo que no se relacionara inmediatamente con la productora de cine o con el plan de rodar escenas con dinero real. Eso vendría después. Después del golpe.

– Así que ella era sólo un elemento de distracción, es lo que está diciendo -recapituló Rider con desánimo-. La mataron simplemente porque encajaba en un plan.

Asentí sombríamente.

– Qué mundo maravilloso, ¿no?

– Muy bien, sigamos. ¿Lo hicieron los dos?

– No lo sé, quizá. Simonson tenía una coartada para esa noche, pero la investigó Jack Dorsey, y llegaremos a él en un minuto. Yo apuesto a que lo hicieron juntos. Harían falta dos personas para reducirla sin lucha.

– El semen -dijo Rider-. Veremos si coincide con alguno de ellos. Como a Vaughn lo mataron en el asalto e hirieron a Simonson nunca se pensó en contrastar su ADN con el semen recogido en la escena del crimen.

Negué con la cabeza.

– Me da la sensación de que no coincidirá con ninguno de los dos.

– ¿Entonces de quién era?

– Quizá no lo sepamos nunca. A partir de la forma de las manchas decidimos que llevaron el semen a la escena del crimen y que lo derramaron sobre el cadáver. A saber de dónde lo sacaron. Quizá de uno de ellos, pero ¿por qué iban a dejar una pista que los relacionara con el crimen?

– ¿Entonces, qué? ¿Fueron a un desconocido y le pidieron que se corriera en una taza para ellos? -preguntó Lindell con incredulidad.

– No sería tan difícil de conseguir -dijo Rider-. Si te metes en un callejón de Hollywood encontrarás un condón lleno. Y si Vaughn era gay, entonces podía ser de alguno de sus compañeros y el compañero ni siquiera se habría enterado.

Asentí. Había estado pensando en lo mismo.

– Exactamente. Y probablemente por eso lo mataron. Simonson lo traicionó. Les dijo a sus chicos que se aseguraran de matarlo durante el asalto. Eso suponía más dinero para ellos y un vínculo con el caso Benton eliminado.

– Joder, son unos cabrones desalmados -dijo Lindell.

Sabía que estaba pensando en Marty Gessler y en su desconocido destino.

– Simonson aseguró la operación y el futuro del dinero cambiando el informe de números de serie de los billetes que él elaboró junto con otra empleada de BankLA. Podríamos decir que desmarcó los billetes.

– ¿Cómo? -preguntó Rider.

– Al principio pensé que probablemente puso números de serie falsos en el registro que él y otra empleada del banco elaboraron en la cámara acorazada. Pero supongo que eso habría sido demasiado arriesgado, porque ella no estaba implicada y podría haber decidido verificar los números. Así que supongo que lo que hizo Simonson fue crear un segundo informe, falso, en su ordenador. Un informe con números de serie inventados. Después lo imprimió, falsificó la firma de su compañera de trabajo y se lo dio al vicepresidente del banco para que lo firmara. Desde allí el informe fue a la compañía de seguros y luego a la poli después del golpe y en última instancia al FBI.

– Me pediste que llevara el original a la reunión que íbamos a tener esta mañana -dijo Rider-. ¿Por qué?

– ¿Sabes lo que es el temblor del falsificador? Es algo que puede apreciarse en una firma que ha sido falsificada. El trazó la firma de su compañera de trabajo del original del informe de los números de serie. En la fotocopia vi marcas de vacilación. La firma de ella debería haber sido suave, un garabato ininterrumpido. Sin embargo, parece que quien firmó esa página nunca levantó el boli, pero se detuvo y volvió a empezar después de casi cada letra. Es la prueba y creo que el original lo mostrará sin lugar a dudas.

– ¿Cómo se pasó eso por alto?

Me encogí de hombros.

– Tal vez no se pasó por alto.

– Dorsey y Cross.

– Creo que fue Dorsey. Cross no lo sé. Cross me ayudó en esto. De hecho fue él quien me llamó y me puso en marcha.

Lindell se inclinó hacia delante. Estábamos llegando a la parte de Marty Gessler y no quería perder detalle.