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Lo que salió de la boca de ella fue:

– Me enteré sobre esta propiedad por su tío Tysen. Estaba contándonos acerca del Señor Calamar y cómo gastaba tanto dinero en los establos y corrales. Y Leo se metió para hablar sobre el hijo, Thomas, que era un derrochador y un matón, y cómo quería vender para cancelar a todos sus acreedores. Leo me trajo aquí ayer y supe en el momento en que vi los establos que lo quería. Él también acordó escoltarme aquí hoy, pero como es hombre, y como logró arrastrar a Melissa hoy, claramente tenía otras cosas en mente. Como Melissa intentaría bajar la luna del cielo si Leo lo deseara, pueden estar seguros de que la ha llevado a rastras a algún lugar privado en el bosque para retozar.

– ¿Retozar? -Las cejas de Jason estaban levantadas, la mueca astuta. -Qué palabra borrosa, aguada como la sopa es esa, únicamente adecuada para mujeres a las que no les gusta hablar claro e ir al grano. -Una pausa infinitesimal, y entonces: -O que no pueden ser más claras porque no saben de qué están hablando.

James miró de reojo a su gemelo. ¿Qué estaba pasando aquí? Bueno, habían pasado cinco años, y Jason había estado viviendo en un país extranjero. ¿Quizás los hombres en Norteamérica insultaban a las mujeres de ese modo?

James se aclaró la garganta y llevó ambos pares de ojos hacia él.

– La casa es un desastre. Seguramente no desea molestarse con semejante ruina llena de moho.

– ¿A quién le importa? Son los establos, los corrales, esta hermosa sala de casillas de cría y alumbramiento lo que es importante. ¿Vio la sala de aperos? Podré trabajar allí con mi jefe de mozos de cuadra.

Jason quería decirle que le dispararía entre los ojos antes de permitirle que comprara Lyon’s gate, pero en cambio se volvió hacia su hermano.

– Vamos. Pretendo comprar esta propiedad inmediatamente. Usted, señorita Carrick, no tiene suerte. Buen día, señora.

– Ya lo veremos, señor Sherbrooke -le dijo ella por encima del hombro mientras salía galopando por el camino de entrada.

– ¿Leo se casará? No puedo imaginar a Leo casado -dijo Jason, riendo.

– Supongo que nadie te lo mencionó en las cartas. No lo has visto en cinco años, Jase. Es tan loco por los caballos como tú, ha pasado los últimos tres años en la caballeriza Rothermere con los Hawksbury.

– ¿Has conocido a la muchacha con quien se casará? ¿Esta Melissa que está loca por él?

– Es bastante encantadora, de veras. Muy diferente a las muchachas habituales, podrías decir. Pero no había conocido a su amiga.

– Aunque sea inglesa de nacimiento, actúa como una norteamericana, qué pena. Eso significa que lo que dije antes, que es descarada, presumida, que no sabe cuándo echarse atrás… Bueno, eso no tiene nada que ver.

– Es muy hermosa.

Jason se encogió de hombros.

– ¿Por qué Leo no está intentando comprar esta propiedad? ¿Cuántos años tiene Leo ahora?

– Más o menos nuestra edad, quizás un poquito más joven. En realidad, Leo tiene el ojo puesto en una caballeriza cerca de Yorkshire, cerca de Rothermere y la familia de su futura esposa. Oh, sí, todos iremos a la vicaría el sábado para la boda, pasaremos la noche allí, lo que debería ser toda una experiencia, dado que tío Ryder traerá a todos los Queridos. Estaremos apilados hasta las vigas. Oh, sí, tío Tysen casará a Leo y Melissa.

Jason se había dado vuelta para ver a Hallie Carrick alejándose, con esa gruesa trenza suya saltando arriba y abajo contra su espalda. Montaba bien, maldita fuera. Podía ser que montara tan bien como Jessie Wyndham.

– Me marcho a Londres en una hora. Tendré esta propiedad. Yo mismo veré a Thomas Hoverton. Estará hecho antes de que esa muchacha pueda empezar a ordenar un plan de acción.

James se dobló de risa.

– Esto es simplemente demasiado gracioso. Corrie no va a creerlo.

Seguía riendo cuando los dos entraron a Northcliffe Hall, las botas de Jason aporreando al subir la escalera principal para ir a empacar y partir hacia Londres.

Veinte minutos más tarde, cuando Jason se alejaba por el ancho camino de entrada de Northcliffe, James gritó:

– No olvides estar en la vicaría el sábado.

CAPÍTULO 07

Al principio Jason no la reconoció. Oyó una risa suave, adorable, y su cabeza automáticamente se volvió en su dirección. ¿Era esta la novia? No. Era Hallie Carrick.

Habían desaparecido los viejos pantalones a la rodilla, el sombrero andrajoso, la gruesa y sucia trenza, las botas tan polvorientas como su rostro. En su lugar había un vestido lavanda pálido, con grandes mangas infladas, un escote que podría ser más modesto, y una cintura del tamaño de un picaporte. Ballenas muy bien tensadas, imaginó, pero lo que estaba mirándole ahora era el cabello. Era dorado, ningún otro modo de describir el color, el mismo color exacto que el de su padre, tan brillante como el vestido de satén que llevaba su tía Mary Rose, tejido en una trenza gruesa e intrincada en la coronilla de su cabeza con mechoncitos y rizos colgando artísticamente alrededor de sus orejas. Pequeños aretes de diamantes chispeaban entre esa miríada de mechones, chispeaban igual que su risa.

Jason hizo una sonrisa fácil, muy masculina. Era una muchacha, pese a sus alardeos y presunción. ¿Por qué no admirarla, ya que Lyon’s gate ahora era suyo? Podía permitirse ser gentil. Había ganado. Su posesión jamás había estado en duda, aunque Thomas Hoverton no había estado en Londres cuando Jason había llegado allí. Le había llevado sólo una hora localizar al abogado Hoverton, Arlo Clark de la calle Burksted 29, que casi había estallado en lágrimas y caído de cabeza cuando se había dado cuenta de que Jason estaba allí para hacer realmente una oferta por la propiedad Hoverton. El señor Clark tenía los papeles allí mismo en un cajón, donde se habían llenado de moho durante casi dos años. La oferta era más que generosa, aunque Jason se dio cuenta de que el abogado nunca admitiría eso. Uno tenía que jugar el juego. El juego había terminado enseguida, y Jason había firmado su nombre con un floreo y una sensación de profundo placer. El señor Clark había firmado luego en el lugar de Thomas Hoverton, ya que era su representante legal.

Sí, el señor Clark conocía al astuto Willy Bibber, el abogado de Sherbrooke, y ellos se ocuparían de la transferencia de los fondos. Todo estaba perfectamente. Jason podía tomar posesión de Lyon’s gate en cuanto quisiera.

Sí, Jason podía ser cortés con este paquete norteamericano con su acento inglés y su sangre inglesa. Ahora incluso podía apreciar sus vírgenes ojos azules, su cabello dorado que seguramente pertenecía a una princesa de cuento de hadas -una imagen que no encajaba con la personalidad de ella para nada- y una figura para hacer gimotear a cualquier hombre. Y esa risa suya, demasiado libre, demasiado fácil, demasiado norteamericana, sonaba como si no tuviera una preocupación en el mundo. Bueno, la tendría en breve cuando se diera cuenta de que había perdido ante él.

Jason había llegado no más de diez minutos antes de la ceremonia y se había visto instantáneamente rodeado por su enorme familia. Por hoy al menos, no habría tensión girando en el aire porque él no era el foco de la atención de todos, gracias a Dios. Nadie le preguntaría cómo se estaba sintiendo o si ya había superado la traición que casi había destruido a su familia. Su tío Ryder, con un niño sentado en cada pierna y otro a cada lado, hizo que todos se apretaran para que Jason pudiera entrar en el mismo banco. Su tía Sophie estaba sentada entre dos niños mayores, Grayson a continuación, con dos pequeños en sus piernas. Grayson, un narrador nato, era el único hijo biológico de tío Ryder y tía Sophie, alto y con la apariencia Sherbrooke, y ojos tan azules como un claro cielo de verano.