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Los padres de Jason, Hollis, James, Corrie y los gemelos, moviéndose nerviosos, bostezando y farfullando en charla de gemelos, estaban en el banco frente a él. Jason vio que cada adulto era responsable de un niño, incluyendo a su abuela, que no miraba con ceño al pequeño ser humano sentado silenciosamente a su lado, seguramente un regalo especial de Dios. Vio a su tía Melissande, de cincuenta años ahora, sentada dos filas más adelante. Seguía siendo tan hermosa que hacía parar en seco a hombres jóvenes. Parecía más hermana suya y de James que la hermana mayor de su madre. Tío Tony, su esposo, estaba sentado a su lado, con un brazo apoyado en el banco detrás de ella y sus dedos jugando con un mechón de su hermoso cabello negro.

La iglesia estaba llena hasta desbordar porque todos los parientes del novio habían venido a Glenclose-on-Rowan para la boda. Los únicos parientes que faltaban eran tía Sinjun y tío Colin de Escocia, y Meggie y Thomas de Irlanda. Jason se ubicó en el banco junto a un niño de cuatro años que, tío Ryder le susurró por encima de la cabeza del niño, se llamaba Harvey. Se veía demasiado viejo para su edad, y se veía asustado, pero eso cambiaría ahora que estaba con Ryder. Era un pequeñito muy afortunado. Con el tiempo olvidaría todas las cosas malas que le habían sucedido. Harvey tenía ojos grandes y muy oscuros, casi tan negros como los de Douglas Sherbrooke, y cabello castaño oscuro, lacio y brillante. Sus pómulos aún eran demasiado marcados, su cuerpo demasiado delgado, pero eso también cambiaría.

Cuando la señorita Hallie Carrick se deslizó por el pasillo para apoyar a la señorita Breckenridge, esparciendo pétalos de rosa del jardín de Mary Rose, él atrapó su mirada y le ofreció un alegre saludito. ¿Había una sonrisa sarcástica de triunfo en su boca? No, seguramente era demasiado educada como para permitir que cualquier tipo de regodeo apareciera.

Evidentemente ella no consideró su saludo y la sonrisa de regocijo porque lo gracioso fue que se vio momentáneamente sorprendida, y casi dejó caer el adorable ramo de flores que llevaba. Jason hubiese jurado que ella hizo una risita cuando tuvo que hacer un pasito rápido para agarrar las pequeñas rosas atadas con cintas. Entonces le devolvió la sonrisa y el saludito.

Harvey lo codeó en las costillas.

– ¿Quién es ese ángel que ‘stá deslizándose pod el pasillo, adojando pétalos de dosa y midándolo?

– Esa es la señorita Carrick, la dama de honor de la señorita Breckenridge, la novia -dijo Jason. -Está arrojando los pétalos de rosa, en vez de esparcirlos con elegancia, ¿cierto?

– Señod -dijo Harvey, su voz fuerte y más clara que el agua por encima de la música del órgano, -podía adojadlas de un balde sobe mi cabeza. ¿No es más bunita que’l sol billando en un chadco de agua limpia en el callejón de Watt? Quiedo casadme con el ángel cuando quezca.

– No, no querrás, Harvey. Créeme. Ella no es ningún ángel. Te comería las orejas en el desayuno. -Tomó la mano del niñito y lo acercó más. Hubo sonrisas y algunas carcajadas siguiendo el anuncio de Harvey. Harvey abrió su boca pero Jason, bien entrenado con los niños Wyndham, dijo rápidamente: -Quiero que cuenten los pelos que puedes en mi brazo hasta que los tengas todos.

– No se ven muchos -dijo Harvey, -y eso es bueno podque sólo puedo contad hasta cuato.

Eso estaba mal, pensó Jason. Alice Wyndham, de cuatro años, podía contar hasta cincuenta y uno. Al menos Harvey contaba con gran precisión. Eso lo mantuvo en silencio durante aproximadamente veinte segundos. Jason miró por el banco a su tío Ryder, que acababa de besar la cabeza de un niño. Estaba asintiendo hacia Jason, sonriendo. Desde que su tío Ryder había sido un hombre muy joven de veinte años, había estado acogiendo niños abandonados o rescatándolos de padres borrachos o amos sádicos. Había sido su tía Sinjun quien había comenzado a llamarlos los Queridos.

Jason levantó al inquieto Harvey sobre su pierna izquierda, y por suerte pronto sintió el pequeño cuerpo caer contra su pecho. Jason se las arregló en su mayor parte para mantener la mirada sobre su primo Leo Sherbrooke, mientras estaba alto y orgulloso frente a una muchacha con un pesado velo que era, evidentemente, Melissa Breckenridge. Ella no saltó encima de Leo, al menos hasta que su nuevo suegro, el reverendo Tysen Sherbrooke, le dijo con una maravillosa sonrisa en su rostro que la novia podía besar al novio.

En la recepción que siguió a la ceremonia, los invitados desbordaban la vicaría hasta los encantadores jardines de la vicaría. Se oyó que el reverendo Sherbrooke bendecía a Dios por otorgar este magnífico día soleado una buena docena de veces. Después de tres brindis del excelente champagne provisto por el conde de Northcliffe, Tysen se aclaró la garganta para atraer la atención de todos. Desafortunadamente, en ese momento en particular, uno de los niños gritó “¡Tengo que ir detrás de ese arbusto!”, lo que hizo que todos se disolvieran en risas. Tysen lo intentó otra vez.

– Mi esposa me ha informado que para evitar que todos estemos como una cuba, hace falta comer y bailar. La condesa de Northcliffe ha consentido a tocar si todos los jóvenes ayudan a abrir espacio en la salita.

En cuatro minutos, Alexandra había comenzado a tocar un vals cadencioso con Leo llevando a su novia al centro de la pista. Jason se dio vuelta al escuchar un suspiro. Vio a su tío Tysen mirando fijamente a Leo, sacudiendo la cabeza con perplejidad, probablemente porque su hijo ahora estaba realmente casado. Tenía un brazo alrededor de los hombros de Rory, ya de diecinueve años, estudiante en Oxford, un hombre casi adulto. Tantos cambios, pensó Jason, todos los primos casándose, produciendo la siguiente generación.

Vio a su hermano conducir a Corrie hacia la pista, los gemelos en brazos de su abuelo, saludando como loco a sus padres. Su primo Max, el hijo mayor de tío Tysen, ofreció su mano a una joven que Jason no había visto antes. Bajó la mirada para ver a Harvey tirando de la pierna de su pantalón.

– Quiedo bailad con el ángel.

– No puedes. El ángel está bailando con mi primo Grayson, que probablemente está contándole una historia de fantasmas. ¿Por qué no le mostramos tú y yo cómo bailar bien el vals a este grupo?

Jason levantó a Harvey en sus brazos y empezó a valsear con él alrededor del perímetro de la sala con grandes pasos abiertos. Uno de los gemelos gritó:

– ¡Tío Jason, quiero bailar el vals contigo!

Jason se rió y le respondió:

– Baila con tu abuelo.

Por el rabillo del ojo vio a su padre, con un gemelo en cada brazo, balanceándose con el vals, moviéndose alrededor de la habitación, a menos de un metro detrás de Jason y Harvey. La risa fluía tan libremente como el champagne. Los adultos y los niños valseaban. En general, era una buena tarde, la familia de Melissa mezclándose bien con todos los Sherbrooke.

Una hora más tarde, Jason estaba sentado en una hamaca en los jardines de la vicaría, su pie derecho empujando perezosamente de vez en cuando para mantener la hamaca en movimiento en un agradable desliz fluido. Harvey, totalmente satisfecho, exhausto por todo el baile, estaba repantigado en su regazo, con la cabeza contra el pecho de Jason. Una voz femenina le dijo en voz baja desde atrás:

– No espero que me felicite, pero supongo que como tenía la delantera en nuestra competición, debería decirle que probablemente usted corrió una buena carrera. Sin embargo, a decir verdad, no sé qué hizo. Podría haberse simplemente sentado en una zanja y darse por vencido, por lo que sé. Además, no me pidió bailar el vals. Creo que cada uno de los hombres en la boda me pidió bailar el vals. Todos excepto usted. Seguramente eso no definiría a un gentil perdedor, y tenía grandes expectativas de usted luego de esa sonrisa y el saludito en la ceremonia.

Jason, que no quería molestar a Harvey, no se dio vuelta, y dijo hacia el cementerio más allá de la pared del fondo del jardín: