Выбрать главу

– Siempre hago una buena carrera, señorita Carrick. Generalmente gano, excepto cuando es contra Jessie Wyndham. No dejaba de alentarla a comer para que ganara peso, pero nunca sucedió. Ella se reía de mí.

La propia Hallie se rió, caminó alrededor de la hamaca y se quedó allí parada, mirando al hermoso hombre que sostenía a un niñito derretido con la boca manchada de chocolate.

Le dijo:

– Vi a Jessie correr desde que tengo memoria. Es una asesina, Jessie. -Se quedó callada, frunció el ceño al mirar a Harvey dormido. -Es demasiado delgado.

– Sí, un poquito. Eso cambiará. Mi tío Ryder lo compró dos meses atrás al dueño de una fábrica en Manchester. Estaba trabajando catorce horas por día, arreglando máquinas que anudaban hilo.

– Oí a los padres de Melissa hablar sobre su tío Ryder y todos los niños que ha acogido a través de los años. No podían terminar de comprenderlo.

– ¿Y usted, señorita Carrick? ¿Qué piensa usted de los Queridos?

– Ese es un encantador nombre para ellos. En realidad, nunca he visto una magia tal como la que su tío tiene con los niños, excepto quizás por usted. Todos quieren arrastrarse encima de él. Es asombroso. ¿Vio a todos los parientes de Melissa valseando con los niños? No creo que el padre de Mellie haya bailado en treinta años, sin embargo estaba cargando a una niñita de no más de siete. Tantas risas hoy. Bastante asombroso, en realidad. Uno no vería eso en Londres, quizás ni siquiera en Baltimore. Serían todos adultos intentando actuar altivos y observando las joyas de los demás. ¿A cuántos niños ha acogido?

– No lo sé. Tendrá que preguntarle a él o a mi tía Sophie. Generalmente hay más o menos quince niños en la residencia en cualquier momento.

– Creo que es un hombre muy bueno. Él ve y actúa. No mucha gente lo hace.

– No, no muchos hacen. Entonces, tenemos otro hombre al cual debe aprobar. La lista está creciendo, señorita Carrick.

Ella luchó un momento, se quedó callada y estiró la mano para dar un empujón a la hamaca. Harvey roncó en su sueño.

– Nuevamente la he dejado muda.

– ¿No va a felicitarme, señor Sherbrooke?

– ¿Por acompañar a su amiga al altar? Harvey aquí estaba ciertamente impresionado con usted.

– Casi dejé caer el ramo. -Ella se inclinó, sacó un pañuelo de un bolsillo en su vestido que él no podría haber encontrado aunque hubiese estado buscándolo, y, al igual que Jessie, escupió el pañuelo y limpió eficientemente el rostro de Harvey. Lo vio mirándola fijamente y sólo dijo: -Yo misma crié a cuatro niños. ¿Vio a Melissa agarrar a Leo al final del oficio? Pensé que el reverendo Sherbrooke se reiría en voz alta.

Los jardines de la vicaría olían a madreselva y rosas a finales de la tarde, o quizás era el olor único de ella, Jason no estaba seguro. Le dijo:

– Recuerdo cuando era muy pequeño, tío Tysen rara vez reía, especialmente cuando daba un sermón. Su vida estaba dedicada a Dios, un Dios que evidentemente sólo estaba interesado en oír sobre interminables pecados y evitar transgresiones, siempre imposible. Este Dios de tío Tysen no creía en las risas o en los placeres diarios. Luego él conoció a Mary Rose. Ella trajo el amor y el perdón de Dios a su vida y a su iglesia. Trajo risas, paz y una infinita alegría. -Se quedó callado un momento, sintió su voz profundizarse al decir: -No me di cuenta de cuánto había extrañado a mi familia hasta hoy, cuando estaban todos a mi alrededor. Y mi tía Melissande, que siempre me palmeaba el rostro y me llamaba su espejo. Esta vez no lo hizo, me abrazó hasta que mi tío Tony finalmente la apartó. Había lágrimas en sus ojos.

¿Por qué le había dicho todo eso a ella? Después de todo, la había derrotado. En breve Hallie querría meterle un cuchillo entre las costillas. Harvey roncó nuevamente, dormido. Jason automáticamente lo agarró más fuerte, lo meció.

– Lo que dijo sobre su tío Tysen… fue bastante elocuente.

Él ignoró eso, sintiéndose un poco tonto por hablarle sobre eso a ella.

– ¿Por qué debería felicitarla, señorita Carrick?

Ella había olvidado su victoria, su absoluto triunfo, pero sólo por un momento. Le sonrió.

– Porque, naturalmente, soy la nueva dueña de Lyon’s gate.

Jason dejó de hamacarse. Levantó la mirada hacia un rostro que podría haber dado una terrible competencia a Helena de Troya.

– No -dijo él con calma, preguntándose cuál era su juego, -yo soy dueño de Lyon’s gate. Si quisiera verlo, para asegurarse de que no estoy mintiendo, puedo mostrarle la escritura. La tengo en mi bolsillo.

Eso la detuvo en seco.

– ¿Por qué está diciendo eso? No es posible, señor Sherbrooke. Tengo la escritura en mi ridículo, que está arriba, en mi dormitorio. Su broma no es graciosa, señor.

– No, yo no hago bromas sobre algo tan importante para mí como Lyon’s gate, señorita Carrick. Fui a Londres, me encontré con el abogado de Thomas Hoverton, y compré la propiedad.

– Ah, eso está aclarado entonces. -Ella se veía lista para bailar y arrojar más pétalos de rosa, la luz de victoria nuevamente en sus ojos. -No porque alguna vez hubiera estado en duda.

Su sonrisa creció. Jason la miró con el ceño fruncido.

– ¿De qué está hablando? ¿Qué ha hecho?

– Sabía dónde se encontraba Thomas… está quedándose con su tía Mildred en Upper Dallenby, a sólo treinta kilómetros de aquí. Fui allá, y él y yo logramos un acuerdo. Lyon’s gate es mío.

Ahora, ¿no era eso una patada en el trasero?, era lo único que Jason podía pensar.

CAPÍTULO 08

Era pasada la medianoche. Hacía rato que Leo y Melissa se habían ido de luna de miel, pasarían su primera noche de dicha matrimonial en Eastbourne, y luego se marchaban a Calais con la marea de la mañana en el paquebote de Alec Carrick, HiHo Columbus, nombrado así por Dev cuando había tenido cinco años.

Los Sherbrooke y la señorita Hallie Carrick estaban sentados en la salita. Jason sabía que cada uno de ellos golpearía a Hallie Carrick en la cabeza con gusto, tal vez enterrarla en el jardín, para que él, su amado pródigo devuelto, tuviera Lyon’s gate. Quedaba cerca de Northcliffe Hall, lo que significaba que él estaría cerca. Serían una familia otra vez, en cuanto se deshicieran de esta advenediza inglesa-americana que había tenido el descaro de interferir con su dinero para robar lo que su adorado hijo quería para él. Pero todos eran amables, solícitos, su madre incluso llegando a servir leche, no arsénico, en el té de la señorita Carrick, lo cual sin dudas hubiese preferido.

De pronto Hallie dijo, rompiendo el espeso silencio:

– Escuchen, todos ustedes. Compré la propiedad al mismo Thomas Hoverton, no a su abogado. Me parece muy claro que soy la nueva dueña de Lyon’s gate.

Jason dijo:

– El señor Clark es el representante legal de Thomas Hoverton. El señor Clark me mostró el documento que le daba el poder para realizar cualquier negocio de Thomas Hoverton, con la firma de ambos en él. Es su derecho actuar en nombre de Thomas Hoverton, y lo hizo. Compré la propiedad antes que usted, señorita Carrick. La escritura está, no sólo debidamente firmada, está fechada, hasta la hora del día en que nuestras firmas fueron fijadas al boleto de venta.

Hallie miraba todos esos rostros perfectamente simpáticos, sabiendo muy bien que les gustaría que ella desapareciera, quizás mediante violencia, dado el rojo llameante del cabello de la madre de Jason.

– Thomas es el dueño -dijo ella. -Nadie más. Un abogado, a final de cuentas, sigue siendo sólo un abogado.

Douglas se puso de pie y sonrió al grupo.

– Esto no nos llevará a ninguna parte. Sugiero que viajemos a Londres mañana. Señorita Carrick, puede quedarse con nosotros en Putnam Square, ya que no sería adecuado que usted abriera las casas de la ciudad de su padre o de sus tíos.

– Me quedaré con los padres de Melissa -dijo ella.