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Entonces Jason vio que ella simplemente no podía soportarlo.

– Oh, adelante, búrlese de mí, sé que quiere hacerlo.

– En realidad, no. Mi padre hablará con los padres de Melissa, ya que ellos están a cargo de usted.

– No están a cargo de mí, maldito sea.

– Muy bien, pero usted es su invitada, ¿o no?

– Sí, supongo. Iba a partir a Ravensworth mañana en cualquier caso. Pero ahora no.

– No, ahora no. Tendrá que regresar a Northcliffe Hall con nosotros mañana -dijo él. -Luego iremos a Londres todos juntos. Mi padre enviará un mensajero a su tío.

– Sí, está bien. Quiero que esto se resuelva rápidamente. Quiero mudarme a mi nueva propiedad.

– ¿Supongo que no planea vivir en Lyon’s gate sola? Es una joven dama… bueno, supongo que es bastante joven.

– En realidad no lo había pensado -dijo ella lentamente. -Todo esto ha sucedido tan rápidamente. Debe haber algún pariente de sobra por ahí que pueda venir a Lyon’s gate a vivir conmigo. Seguramente mi tía Arielle conoce a alguien.

– ¿Qué hay de mi abuela?

– No la he conocido, ¿pero no es terriblemente vieja?

– No tiene más de ochenta. Se negaría, en cualquier caso. No le gustan las damas, excepto mi tía Melissande. Estaba bromeando con usted. Sin embargo, encontrar una chaperona no será un problema, ya que no se mudará a Lyon’s gate.

– Desearía que se diera por vencido, señor Sherbrooke. Compré la propiedad al verdadero dueño. Está hecho.

– Tengo la sensación de que Thomas preferirá la venta realizada por su abogado.

– ¿Por qué?

– Porque el dinero que va al señor Clark podría estar un poco más seguramente oculto de los acreedores que si fuera directamente a Thomas Hoverton. Hmm, me pregunto qué tendrá para decir Thomas si eso es cierto.

– No, eso no puede ser. Usted inventó eso. El dinero va a Thomas en cualquier caso.

– Lo veremos, ¿verdad? Vaya a la cama, señorita Carrick. -Se impuso sobre ella. -Jessie Wyndham es más alta que usted.

– Esas cosas suceden. Tal vez James Wyndham es más alto que usted. Crecemos mucho en Norteamérica.

Jason le sonrió.

– Es mejor de este modo, señorita Carrick. Lyon’s gate es una magnífica propiedad, su potencial puede ser alcanzado sólo por un hombre fuerte que tenga una visión. Yo soy ese hombre, señorita Carrick.

– Su pie está sangrando, señor Sherbrooke. Derribado por una ramita. Sí que es un hombre fuerte.

Jason estiró la mano y tocó apenas su mentón con la punta de los dedos. Un mentón firme, muy obstinado.

– Dese por vencida, señorita Carrick. Regrese a Ravensworth. Compre algo allí.

– Buenas noches, señor Sherbrooke. Si soy encontrada muerta bajo una de las parras de madreselva de Mary Rose, puede estar seguro de que usted o uno de los miembros de su familia será culpado por eso.

– Oh, si alguno de nosotros fuera a recurrir a eso, usted simplemente desaparecería, señorita Carrick. No olvide ese barril de arenque.

Jason le hizo un pequeño saludo y caminó de regreso a la vicaría, intentando no cojear aun mientras pisaba otra ramita puntiaguda.

CAPÍTULO 09

Jason no regresó a Northcliffe Hall. Montó directo a Londres con ropas que tomó prestadas de su hermano.

Cuando todos llegaron a la casa de ciudad Sherbrooke a finales de la tarde del día siguiente, él estaba esperándolos en la salita.

No se sorprendió para nada cuando Hallie Carrick entró corriendo en la salita delante de todos, con la mano derecha hecha un puño y sangre en sus ojos.

Él se las arregló para atraparle el puño antes de que aterrizara.

– Miserable estúpido.

Ella logró liberar su mano y golpearlo duro en el abdomen. Jason gruñó mientras le agarraba ambas muñecas.

Ella se puso en puntas de pie, justo en el rostro de él, retorciéndose y tironeando, pero Jason no pensaba soltarla otra vez.

– Miserable cretino, comadreja quejosa… ¡suélteme para que pueda aplastarle las costillas!

– Podré ser miserable y quejoso, pero no soy estúpido. No pienso dejarla suelta nuevamente, señorita Carrick.

– Déjeme alcanzarlo, déjeme tener más palanca y meteré mi puño en su hígado.

Corrie dijo:

– Ha estado mascullando todo el camino a Londres sobre los modos más satisfactorios de matarte, Jason. Ni siquiera mis mejores esfuerzos conversacionales la disuadieron de planes de asesinato bastante innovadores, incluyendo meterte en un barril de arenque y hacerte navegar a algún sitio al otro lado del planeta. -Corrie se detuvo un momento, golpeteó sus dedos contra su mentón y suspiró. -Pero, sabe, Hallie, al final me ha decepcionado.

Hallie se dio vuelta rápidamente ante eso.

– ¿Qué quiere decir con que la decepcioné?

– Obviamente no está familiarizada con la ciencia del boxeo. A fin de cuentas, lo golpeó como una muchacha… un golpe directo, nada sutil, para nada sorprendente.

James dijo:

– Dudo de meterme en medio de este campo de batalla, pero, ¿cómo diablos sabes algo acerca de la ciencia del boxeo, Corrie?

– Los seguí a ti y a Jason a un combate de boxeo cerca de Chelmsley cuando tenía doce años. Tú, Jason y media docena de jóvenes salvajes de Oxford fueron a ser corrompidos y perder sus monedas con algún idiota sudoroso que intentaba matar a otro idiota sudoroso.

Douglas dijo:

– ¿Nunca la viste, James? ¿Nunca supiste de esto hasta ahora?

– Siempre fue taimada -dijo su hijo. Levantó los ojos al techo. -Gracias, Dios, por no dejar que todos los caballeros presentes se dieran cuenta de que era una muchacha. Llevabas tus pantalones, ¿verdad?

– Sí, naturalmente. Incluso gané una apuesta de una libra por el hombre muy sudado… ¿cuál era su nombre? Crutcher, creo. Aposté por él porque tenía brazos más largos. Imaginé que eso le daba la ventaja.

– Tienes razón -dijo Jason, -su nombre era Crutcher. No, señorita Carrick, no intente golpearme contra la chimenea otra vez. Eso está mejor, quédese quieta. Sus muñecas se quedarán donde están. Yo también aposté por él, Corrie. Gané cien libras a Quin Parker. Nunca había visto cien libras antes de ese día. James intentó obtener una parte mediante amenazas, pero escondí mi botín.

James dijo:

– Revisé tu habitación al menos en tres ocasiones diferentes buscando ese dinero. ¿Dónde lo ocultaste?

– En los jardines, a menos de un metro de la estatua favorita de Corrie.

– Oh, cielos, ¿cómo sabes cuál es mi estatua favorita, Jason?

– Es la estatua favorita de todas las mujeres -dijo su cuñado.

La madre de los gemelos, Alex, dijo amablemente a Hallie aun mientras su esposo la miraba atónito:

– Son unas estatuas muy grandes, bellamente talladas, de hombres y mujeres en un estado desvestido, muy artísticas, naturalmente, y supongo que uno podría decir que su temática es explícita. Fueron traídas por uno de los ancestros de mi esposo el siglo pasado.

– ¿Explícito en qué? -preguntó Hallie.

– Yo se las mostraré, Hallie -dijo Corrie. -Son infinitamente educativas.

– Pero, ¿cómo?

– Bueno, te muestran todas las maneras en que un hombre y una mujer pueden tener intimidad…

– ¿Intimidad? -preguntó Hallie, su voz más baja, vibrando de interés. -¿Qué quiere decir con “intimidad”?

– Bueno… oh, cielos, quizás sea mejor que no discutamos eso aquí.

Jason puso los ojos en blanco.

– Amén -dijo el esposo de Corrie. -Olviden las estatuas.

Hallie dijo:

– ¿Dice que están desnudas? ¿Las estatuas masculinas?

– Bueno, sí -dijo Alex.

– Hmm. ¿Puede mostrarme esas estatuas, Corrie? Supongo que la comadreja aquí presente no se compara favorablemente con ellas.