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En cuanto a James, él estudiaba el rostro de su gemelo. Al igual que su padre, no le gustaba lo que veía. No quería que su hermano fuera infeliz, maldición, quería que tuviera Lyon’s gate. Quería que tuviera lo que merecía, y eso era cualquier cosa que quisiera. James no quería que su gemelo volviera a marcharse. La emoción en los ojos de Jason cuando había entrado en los establos de Lyon’s gate había hecho que quisiera bailar.

Oyó el miedo en su propia voz al decir:

– ¿Qué sucede, Jase? ¿Cuál es la mala noticia?

Jason suspiró y se frotó la nuca.

– Resulta que Thomas Hoverton ya había vendido Lyon’s gate a un señor Benjamin Chartley de Manchester por una modesta suma de dinero. No se había molestado en notificar al señor Clark, su abogado aquí en Londres. Cuando la señorita Carrick apareció en la puerta de Thomas, él vio su oportunidad y la tomó. Cuando se enteró por su abogado al día siguiente que había vendido Lyon’s gate a otro comprador más, Thomas decidió que sería mejor para su salud marcharse al continente esa misma noche. Por supuesto, lo que es realmente importante aquí es que el señor Chartley es ahora el dueño de Lyon’s gate.

El silencio en la sala era absoluto.

– Bueno -dijo su padre finalmente, -no creía que Thomas Hoverton tuviera las agallas para hacer este tipo de cosa.

Alex dijo:

– Debe haber estado muy desesperado. Y abandonar Inglaterra, eso sí que es una sorpresa.

Hallie no dijo nada; caminó hasta la chimenea, miró la chimenea vacía y pateó un tronco.

Jason le dijo a su espalda:

– Lo siento, señorita Carrick. Sé que esto resulta bastante chocante. Para mí también lo fue.

Ella se dio vuelta para enfrentarlo.

– Me marcharé mañana por la mañana a buscar a ese gusano y dispararle. Recuperaré mi dinero y el suyo también, señor Sherbrooke, ya que fue usted quien descubrió lo que él hizo tan rápidamente.

Levantó sus faldas y salió directamente de la salita.

Alex dijo:

– Esa fue una excelente salida, pero ella no sabe dónde está su dormitorio.

Abandonó con pesar el regazo de su esposo y salió corriendo detrás de Hallie.

– ¿Qué vas a hacer, Jase?

– Ya he contactado al señor Chartley. Está dispuesto a venderme Lyon’s gate, pero el precio ahora se ha duplicado. Es dueño de tres prósperas fábricas en Manchester. Reconoce la desesperación cuando la ve.

Douglas dijo, con una oscura ceja levantada:

– ¿El tipo sabe quién eres?

– Bueno, sabe que soy Jason Sherbrooke. ¿Si sabe que soy tu hijo? Si no lo sabía, probablemente ahora sí. Pero, ¿qué diferencia haría eso, en cualquier caso?

Douglas sonrió a su inocente muchacho.

– Lo primero que necesitamos saber es porqué el señor Benjamin Chartley, dueño de fábricas, está en Londres. Estoy pensando que es muy probable que tenga esperanzas de ingresar en la sociedad londinense. Es mucho más probable que tenga una hija en edad casadera. Si es así, lo tenemos.

– Pero yo no…

– Jason, te venderá Lyon’s gate al precio que pagó por él o encontrará cada puerta en Londres cerrada. Entonces evaluaré arruinarlo.

Jason se rió.

– Bien, si no soy un imbécil por no pensar en eso.

Douglas dijo:

– Lo hubieses hecho, en un par de horas más. Has estado en Norteamérica demasiado tiempo. ¿Realmente crees que la señorita Carrick irá a Francia a hacer pedazos a Thomas Hoverton?

– No lo dudaría. No dejo de decirle que es más americana que inglesa, y esto ciertamente lo comprueba. Es exactamente lo que haría Jessie Wyndham. Dale el rastro de un villano y estaría en marcha. Llevaría al menos dos armas consigo, el látigo que usa con los jinetes que no juegan limpio en el hipódromo, y un cuchillo en su bota, atado a su tobillo. -Se rió, no pudo evitarlo, y sacudió la cabeza. -Qué debacle.

Corrie dijo:

– Es algo que nunca consideramos. Me agrada Hallie, pero déjenme ser terriblemente sincera. Yo estaba perfectamente preparada para hacer que la secuestraran y la llevaran a las islas Shetland. Imagino que ella podría arreglar una de esas antiguas chozas vikingas y estar perfectamente satisfecha criando los ponis locales.

La niñera de los gemelos apareció de pronto en el umbral, viéndose acosada, nerviosa y resuelta. James y Corrie se levantaron.

– ¿Sí, señora Macklin? ¿Pasa algo malo?

La señora Macklin dijo:

– No, no, no se preocupe, milord. Es sólo que el amo Everett quiere bailar el vals.

– ¿El vals?

– Sí, milord. Con su tío. -En ese momento, oyeron un fuerte grito. -Es bastante insistente -dijo la señora Macklin por encima de otro grito que hizo aparecer un tic en el ojo izquierdo de James.

Corrie dijo:

– Usted baila muy bien el vals, Eliza. ¿Por qué no lo hace girar un poco en la habitación de los niños?

– El amo Everett dice que no soy lo bastante hombre como para hacerlo bien -dijo la señora Macklin.

– Oh, cielos -dijo Corrie. -¿Ya ha empezado?

– El amo Everett dice que mis pies no cubren suficiente espacio.

Jason estaba riendo.

– Bueno, ¿quién puede tocar el piano mientras bailo con Everett?

Su madre apareció en la puerta, Willicombe detrás de ella, con una enorme bandeja en las manos.

Alex dijo:

– Yo lo haré. Válgame, Everett ha crecido más en el último día y medio.

– Entonces vamos a la sala de música. Señora Macklin, ¿qué hay de su hermano?

– El amo Douglas está en este momento masticando el hueso de Wilson y el cachorro está intentando quitárselo.

Corrie dijo:

– Tiene sólo siete semanas, un terrier Dandie Dinmont, tan feo y precioso que lo único que quieres es abrazarlo hasta que cruja. Wilson y Douglas son buenos amigos.

– Más feo que precioso -dijo James. -Pero encaja bastante bien contra mi cuello por las noches.

La señora Macklin dijo:

– Lo siento, milord, pero Wilson durmió contra mi cuello la noche pasada.

– Bien, Wilson está en una casa nueva -dijo Corrie. -Veremos qué cuello busca esta noche.

– Desafortunadamente -dijo el conde, -parecería que a Douglas también le gusta comer del tazón del cachorro.

– Oh, cielos -dijo la señora Macklin, -y yo que escondí el tazón de Wilson debajo de la cama de Everett.

Abofeteado al mismo tiempo por lo absurdo y lo ridículo, pensó Jason mientras arrastraba a Everett hacia la sala de música, con el niñito pateando, moviendo los brazos y cantando a viva voz en la oreja derecha de Jason. James y Corrie fueron con la señora Macklin a sacar el hueso de la boca de Douglas mientras le daban uno nuevo al cachorrito. Ninguno de ellos dudaba de que Douglas estaría valseando con su tío en menos de cinco minutos.

En cuanto a Hallie Carrick, estaba arriba en un encantador dormitorio, poniéndose sus ropas más viejas.

CAPÍTULO 10

Cuando Hallie apareció treinta minutos más tarde, con una sola valija firmemente agarrada en su mano y una encantadora capa azul oscuro sobre los hombros, Willicombe, el mayordomo Sherbrooke, envió a su sobrino enfermo de amor, Remie, a informar a Jason, quien pasó a Everett y Douglas a su abuelo para el siguiente vals. Jason llegó al vestíbulo donde Hallie estaba dando instrucciones a Remie, que estaba paralizado con horror.

– Sólo un momento, señorita Carrick -dijo Jason. -Tendré que cambiarme antes de que podamos partir.

Ella se dio vuelta rápidamente.

– ¿Cree que vendrá conmigo, señor Sherbrooke? ¿Cree que pisoteará el hígado de ese sinvergüenza antes que yo? No, usted quédese aquí, ruegue y suplique a este señor Chartley mientras yo voy a buscar nuestro dinero de Thomas Hoverton. Cuando regrese me ocuparé del señor Chartley. Mientras tanto, no se atreva a dejar que este hombre lo engañe, ¿me oye?