Pese al hecho de que era una espina en su piel, y que el destino la había plantado justo frente a él sin pies ni cabeza, Jason se dio cuenta de que se sentía bien. Cruzó los brazos sobre su pecho y observó a la señorita Carrick estirarse por la ventana, saludándolo. Esperaba que no saltara antes de que el cochero hubiese detenido el carruaje. Jason vio al cochero deteniéndose rápidamente justo a su lado. Vio que era un carruaje rentado, un costoso carruaje rentado. Había dos escoltas.
Se adelantó cuando la puerta se abrió de golpe y la señorita Carrick bajó de un salto antes de que él o el cochero pudieran ayudarla. Jason no estaba para nada sorprendido.
– ¡Señor Sherbrooke! Aquí estoy. Qué agradable de su parte estar esperando aquí afuera que llegara.
CAPÍTULO 13
Ella estaba a la última moda con un vestido verde militar oscuro, con mangas amplias que se achicaban para ajustarse bien en sus muñecas y una cintura con cinturón que se veía del tamaño de los puños unidos de un hombre. Su cabello estaba levantado bajo un sombrero del mismo verde oscuro, varios rizos flotaban perezosamente frente a sus orejas. Y en sus encantadoras orejitas había chispeantes pendientes de diamante.
– Eso veo, señorita Carrick. Tanto usted como su equipaje se ven bastante grandiosos.
– Sí, el carruaje me costó casi todo el dinero que el banquero de mi padre me dio, el estúpido. Debo escribir a mi padre y pedirle que envíe instrucciones.
– ¿Fondos ilimitados para usted, señorita Carrick?
– No sea obtuso. Oh, gracias por el elogio a mi persona y a mi carruaje. El vestido es de Madame Jordan, que dice que su padre selecciona todas las ropas de su madre, y que su hermano elige todas las de Corrie. Nunca he oído sobre caballeros vistiendo mujeres. ¿No es bastante extraño? ¿Es alguna especie de tradición en su familia?
– Para ser sincero, nunca lo pensé, aunque los hombres de esta familia tienen un gusto excelente… Hmm, ahora que lo pienso, no creo que hubiera seleccionado un verde tan oscuro para usted, señorita Carrick. Podría, por supuesto, estar equivocado… quizás el sol de finales de la tarde brilla demasiado fuerte en mis ojos… ¿pero es biliosa la palabra correcta?
Ella dejó el señuelo colgar frente a su nariz por un momento, luego se rió en voz alta con un sonido alegre, bastante encantador.
– Bien hecho. -Se volvió hacia el carruaje. -Ven, Martha. Estamos aquí en Northcliffe Hall. ¿No es hermoso? Mira todos los colores.
Su doncella saltó fuera del carruaje, aterrizando suavemente sobre unos pies muy pequeños. No podía tener más de diecisiete años, pensó Jason. Era muy pequeña, su mentón puntiagudo temblaba de emoción.
– Oh, sí, es glorioso, más que glorioso. Tantos árboles densos, como en el parque. No sabía que usted conocía gente tan magnífica, señorita Hallie.
– Sólo la gente más magnífica para mí, Martha.
Jason se rió mientras Hallie ponía los ojos en blanco.
– Deje que me ocupe de su cochero y sus escoltas. -Jason se volvió hacia el cochero. -¿Algún problema?
El cochero hizo un rápido saludo a Jason.
– Ninguno, milord. Benji y Neally, nuestras escoltas provistas por el banquero de la señorita Carrick, bueno, querían un salteador de caminos o dos para romper la monotonía, pero ni siquiera apareció un pillo.
– Es veintiocho minutos demasiado joven para ser un lord, John -dijo Hallie. Ante la ceja levantada de Jason, añadió: -Oí por casualidad a Melissa contando a su madre lo cercanos en tiempo que nacieron usted y James. -Hallie se dio vuelta cuando Martha tiró suavemente de su manga. -¿Sí, Martha?
Martha susurró:
– ¿Quién es ese Dios, señora?
– ¿Dios? ¿Qué dios?
– El joven caballero, señora. Oh, Señorcito, es una belleza. Nunca antes he visto un caballero tan glorioso, quizás más que sólo glor…
– Sí, sí, comprendo, Martha. Investigaremos para conseguirte gafas.
– Pero tengo ojos que pueden ver alpiste, señorita Hallie.
¿Así que tanto él como la casa solariega eran gloriosos? Jason vio a Hallie abrir y luego cerrar la boca. Derrotada por su doncella. Le dijo al cochero:
– Aquel es Hollis, parado en la puerta principal. Se ocupará de que ustedes tres tomen la cena y tengan camas por la noche. Gracias por cuidar tan bien de la señorita Carrick.
Los tres hombres estaban parados mirando Northcliffe Hall, y Jason sabía lo que estaban viendo. Una de las grandiosas casas de Inglaterra, de tres pisos, con tres alas saliendo de la parte trasera de la casa, haciéndola parecer una E. El primer conde de Northcliffe había construido la casa solariega, extrayendo la encantadora piedra gris en Hillsley Dale aproximadamente tres siglos atrás, atenuada ahora a un suave color crema con la luz de finales de la tarde. Northcliffe se vería absolutamente austera y fríamente formal como tantas otras grandes casas de Inglaterra si no fuese por la actual condesa, que había plantado robles, limas, alerces y arces a lo largo del camino de entrada y por los jardines más de veinticinco años atrás. En cuanto a la miríada de arbustos y plantas en flor, trepaban cerca de las paredes de piedra, suavizando aun más las líneas de la casa, y presentaban tantos colores y flores en el verano que los jardineros de Northcliffe encontraban pequeños grupos de extraños en los jardines, observando el increíble follaje de verano. Se veía como una enorme casa sacada de un cuento de hadas.
– Gracias, milord -dijo el cochero, y se dio vuelta cuando Hollis exclamó, su vieja voz firme y seria:
– Adelante, muchachos, Bobby aquí los llevará a los establos para ocuparse de sus caballos y el carruaje, luego irán a la cocina.
Los tres hombres, conduciendo los caballos, con Bobby tres pasos delante de ellos, desaparecieron alrededor del costado de la casa.
Hollis dijo, mientras descendía los profundos y amplios escalones para detenerse junto a Jason:
– ¿Usted es la señorita Carrick?
– Sí -dijo Hallie, mirando con atención al viejo con agudos ojos azules, y cabello blanco largo y espeso. -Vi una pintura de Moisés una vez. Aceptaría sus Diez Mandamientos antes de aceptar los de él, Hollis.
Hollis le ofreció una encantadora sonrisa, mostrando una boca todavía llena de dientes suficientes como para masticar su cordero.
Jason, serio como un juez, dijo:
– James y yo creíamos que era Dios. Nunca nos corregiste, Hollis.
– Usted y Su Señoría nunca me desobedecían cuando creían que podía golpear a ambos con un giro de mi dedo.
– James y yo temíamos más que los golpes, Hollis. Temíamos que nos dieras pústulas por todo el cuerpo.
Hollis se veía pensativo.
– Pústulas. Hmm. Eso nunca se me ocurrió. ¿Supongo que ahora es demasiado tarde?
– Es perfecto para los gemelos. Ah, ¿podrías, por favor, ocuparte de la doncella de la señorita Carrick, Martha? Yo me ocuparé de la disposición de la señorita Carrick.
Hollis, que había estado estudiando a Hallie, dijo en una voz tan baja que Hallie pudo escuchar perfectamente bien:
– No le causará daño físico, ¿verdad, amo Jason?
– ¿Quieres decir arrojarla dentro del lago Reever? No, estoy demasiado cansado como para asesinarla hoy. -Oyó un jadeo de la joven Martha y le sonrió. -No estrangularé a tu ama. No te preocupes.
Hallie dijo:
– Te diré cuándo preocuparte, Martha. Ve con Hollis ahora.
Vio a la pequeña Martha subir muy lentamente los escalones junto al anciano mayordomo, su mano preparada para sujetarlo si él flaqueaba. Tanto Hallie como Jason vieron a Martha levantar la mirada hacia él, y la oyeron susurrar: