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– Eres una tonta, niña mía -dijo, mirando a la mujer que yacía de espaldas, con la boca abierta en alguna especie de grito.

¿Por qué estaba gritando? ¿El hombre estaba lastimándola? ¿Una mujer permitiría voluntariamente que su esposo la avergonzara y la hiriera?

Continuó estudiando la estatua. La boca del hombre estaba donde ella no podía imaginar que estuviera la boca de un hombre, especialmente para nada ubicado como él parecía estar.

Bueno, no importaba. Jason Sherbrooke no quería casarse jamás. Eso era bueno. Eso estaba bien para ella, porque tampoco quería casarse, nunca.

Corrió de regreso a la casa solariega, consciente de que se estaba sintiendo caliente, pero no en todas partes. No, para nada en todas partes.

Encontró a Martha acurrucada en su sillón, profundamente dormida. Le había dicho que fuera a acostarse, pero naturalmente no lo había hecho. Hallie llevó a Martha a la salita donde dormía, le quitó los zapatos y la tapó. Había trabajado tan duro como cualquiera de las mujeres, saltando de un lado a otro, exclamando por esto y aquello, feliz como una perdiz.

Hallie se preguntó, mientras yacía en su cama esa noche, exactamente qué le habría sucedido a Jason cinco años atrás.

CAPÍTULO 17

Dos mañanas después, todos los trabajadores llevaron los muebles de los muy limpios establos a la casa. Gruñían y se quejaban, se estiraban y sudaban, pero fueron estoicos y amablemente silenciosos cuando Hallie les pedía que movieran una pieza más de una vez. Hallie parecía estar pasándola bien, así que Jason no dijo una palabra hasta haber entrado en la habitación mientras ella daba indicaciones a los hombres de que movieran el sofá frente a las ventanas. Jason se quedó mirando.

Hallie exclamó, toda alegre:

– Sí, eso es perfecto, simplemente perfecto. Gracias. Ahora, estoy pensando que una silla debería estar frente al hogar, quizás ese encantador sillón de orejas de brocado que tanto le gusta al amo Jason. No hay razón para pasar frío, ¿cierto? Claro que hace mucho calor ahora, porque es verano. Oh, hola, Jason. ¿Qué piensas, la silla debería estar frente al hogar para que los visitantes sepan que estarán calientes cuando llegue el frío?

Él estaba asombrado e incrédulo por lo que ella había realizado, pero dijo con voz franca:

– Hay que admitir la importancia de confortar a los visitantes, pero estoy pensando que el sofá y la silla deberían estar juntos, ¿no lo crees?

– Pero no hay lugar suficiente frente a las ventanas para ambos.

– Bien, entonces porqué no probamos el sofá y la silla en algún otro lugar. Quizás al lado izquierdo del hogar.

Hallie oyó a uno de los hombres decir a otro:

– Ya era hora de que el amo se involucrara. Lo próximo que ella querría que hiciéramos sería bloquear la entrada con una otomana.

– Claro que no querría una otomana en la entrada. Una otomana no puede estar separada de su silla. Todos saben eso.

Los hombres arrastraron los pies. No notaron el brillo en sus ojos.

– No quisieron decir nada, Hallie -dijo Jason. -Sin embargo, sí tienes ideas bastante curiosas acerca de la ubicación de los muebles.

Hallie suspiró profundamente.

– La verdad es que mi padre y Genny se desesperaron bastante conmigo seis años atrás cuando intenté re-decorar mi propio dormitorio. Seleccioné unos encantadores colores y muebles, pero cuando llegué a la ubicación, puse mi cama de espaldas a una enorme ventana. Al menos a veces reconozco cuando los muebles están correctamente ubicados.

Hallie suspiró y se paró en el umbral.

Una vez que Jason hubo terminado con los muebles abajo, con los hombres sonrientes, dijo a Hallie:

– ¿Deberíamos permitir que la prima Angela tome decisiones respecto a su propio dormitorio y salita?

– Después de haber visto lo que has hecho, probablemente te rogará que lo hagas por ella.

– Muy bien, acomodaré sus muebles. Si no le gusta, yo mismo lo cambiaré. Bien, no te quejes y actúes patética. Todos tienen cosas que pueden y cosas que no pueden hacer.

– Oh, ¿sí? ¿Qué no puedes hacer tú?

Él se pasó los dedos por el mentón. Después de una muy larga marcha de momentos, dijo:

– ¿Sabes?, tendré que seguir pensando en eso. -Ella dijo algo en voz baja y se alejó pisoteando. -¿Qué dijiste?

Hallie murmuró algo más, algo bastante desagradable, supuso, acerca de sus antecedentes. Ella se dio vuelta en la puerta principal para verlo sonriendo, una encantadora sonrisa de dientes blancos que hizo que quisiera golpearlo en la cabeza y arrojarlo al piso. ¿Y eso de dónde había venido? Entonces lo arrojaría al suelo… ¿y qué haría luego? Lo besaría hasta que él se derritiera, eso era lo que haría. ¿Cuánto tiempo, se preguntó con los ojos vidriosos, llevaría hacerlo derretir? Oh, cielos. Hallie siguió andando.

Una vez que el dormitorio y la salita de la prima Angela estuvieron adorablemente organizada, Jason regresó abajo para ver a Hallie parada en la puerta abierta observando algo a la distancia.

Le dijo:

– Regresa adentro, Hallie. Echemos un vistazo final.

– Se aproxima una tormenta. ¿Sabes cuándo llegará?

Cuando él se paró a su lado, ella señaló.

– En cualquier momento. Esas nubes son rápidas y negras como el carbón. Ven, veamos nuestro trabajo.

Jason había hecho un trabajo perfecto en el dormitorio de ella. Hallie iba a suspirar, pero se negó a darle esa satisfacción. Pasaron por cada una de las demás habitaciones, Jason diciéndole que había hecho un trabajo excelente seleccionando las telas y el diseño de las cortinas. No pasó mucho rato hasta que ella estuvo sonriendo y asintiendo.

– ¿No escogiste la alfombra del pasillo?

Ella sonrió abiertamente.

– ¿No es encantadora? No se ensucia mucho.

– No, efectivamente.

Si alguien hubiese dicho a Jason que le gustaría una alfombra amarillo oscuro con parras verde oscuro, hubiese vomitado pero, extrañamente, se veía muy bien por toda la distancia del corredor.

Cuando observaron el dormitorio de Jason, en el lado opuesto de la casa al de ella, Hallie dijo:

– Y esta alfombra que escogiste es muy particular. Muy masculina.

– Para ser breves, muy varonil.

En realidad, era una encantadora Aubusson que su padre había escogido para él.

Los pisos estaban pulidos con mucho brillo, los muebles y las telas claros, haciendo que todas las habitaciones se vieran más espaciosas y grandes.

Cuando finalmente entraron en la sala de estar, Hallie descubrió que tenía la garganta cerrada.

– ¿Qué pasa? ¿Aún quieres la silla frente al hogar?

– Oh, no, es sólo que este es mi primer hogar. -Lo miró parpadeando. -Mi verdadero primer hogar.

Ella dio un grito de alegría, agarró a Jason, y pronto estaban valseando alrededor de la habitación y hacia la entrada. Reían, y de pronto Jason se detuvo en seco. Hallie, levantando la mirada hacia él, vio algo cercano al pánico en su rostro, y lo más rápido que pudo cerró sus brazos alrededor del cuello de él. Seguía bailando el vals en el lugar cuando se puso en puntas de pie y lo besó.

Por un instante, él le devolvió el beso. Entonces repentinamente le tomó las manos y las apartó de su cuello.

– No, no, Hallie, no te deshonraré ni te… No importa, eres una dama.

Jason palideció, algo similar al terror dilató sus hermosos ojos, giró sobre sus talones y abandonó la casa, casi corriendo a ciegas.