Выбрать главу

Ofreció una sonrisa a Angela para hacerla morir.

– Pobre cocinera -dijo la mujer mayor.

– No lo alientes, Angela. Ya tiene la cabeza tan grande, no mucha importancia allí arriba de qué hablar, sólo aire… está listo para flotar.

Abbott Grange se extendía sobre más de una hectárea, cada ventana llena de luz, probablemente unas quinientas velas encendidas, pensó Hallie, preguntándose el costo y el número total de dedos requeridos para encender tantas candelas. Había más carruajes de los que Hallie podía contar alineados a lo largo de todo el perímetro del extenso camino de entrada. Después de que Angela y Hallie fueron asistidas por dos sirvientes con librea que miraban a Jason como si hubiesen venido directo de un combate de boxeo, él agradeció a John el Cochero, cuyo verdadero nombre era Benjie, y le pasó una botella de la mejor cerveza del señor McFardle de su taberna en Blaystock.

– Esto podría ser en Londres -dijo Hallie tras su mano mientras los tres se unían a otra docena de invitados que retomaban el camino por los amplios y profundos escalones junto a sirvientes con librea que sostenían antorchas bien por encima de sus cabezas.

En cuanto fueron anunciados a los aproximadamente sesenta invitados en el salón de baile Grimsby, la voz de un joven hombre dijo:

– Por todo lo perverso, ¿no es Jason?

Una voz de dama dijo:

– Creo que debe ser, porque la muchacha que está con él no es la esposa de James.

– Jason, ¿realmente eres tú? ¿Finalmente estás en casa?

– Esta es la joven dama que…

– Jason, te ves bronceado como en el verano cuando éramos niños. ¿Recuerdas esa vez en el estanque de Punter?

– Ella es demasiado bonita para ser una socia. Miren ese vestido.

– Mi Dios, hombre, ha pasado demasiado tiempo. Bienvenido a casa.

Jason reía, estrechaba manos, palmeaba espaldas, con una enorme sonrisa en su rostro, y no soltaba la mano de Hallie. Las presentó a ella y Angela a todas las damas y caballeros que se amontonaban a su alrededor. Hallie hacía reverencias, asentía, presentaba su mano derecha para ser besada una docena de veces, y sonreía. Las damas eran un poco frías, pero como Jason había dicho cuando apenas habían entrado, “Son mis amigos. Te aceptarán bastante rápido.”

– Válgame -dijo Angela al lado de Hallie, abanicándose el rostro. -Por supuesto que nuestro Jason conoce a todos. Es muy popular, Hallie. ¿Este baile realmente es en honor a lord Renfrew?

Hallie dijo:

– Difícil de creer. Puedo creer que sea una agradable reunión para sus conocidos. Él está allí, Angela, hablando con esa jovencita de cabello negro. Maldición, viene hacia aquí.

Lord Renfrew avanzó hacia ella, ignoró a Jason y le tomó la mano. Ella dio un pequeño tirón, pero él no pensaba soltarla. Le ofreció una mirada de hombre que ella reconoció bastante rápido, y le pidió bailar el vals.

Hallie alcanzó a ver a media docena de damas, ninguna mayor que ella, yendo directo hacia Jason en forma de cuña, la que iba a la delantera era una encantadora rubia, de no más de dieciocho años, con un pecho impresionante que estaba destacadamente expuesto. Jason intercambiaba bromas con un hombre que parecía conocerlo desde que había nacido, inconsciente de la banda que se aproximaba. Hallie sonrió a lord Renfrew.

– Lo siento, milord, pero ya he aceptado bailar con el señor Sherbrooke. Necesitaré mi mano. ¿Podría, por favor, acompañar a la señora Tewksbury hasta lady Lydia?

La cuña estaba casi encima de él. Ella oyó a un caballero decir, su voz casi un chillido:

– Recuerdo todo esto demasiado bien. Que se lo lleve el diablo. Bien, yo…

Hallie agarró el brazo de Jason.

– Yo lo salvaré, señor. Jason, ven rápido o serás arrebatado.

Jason conocía la determinación femenina cuando la veía, tomó el brazo de Hallie y se rió mientras le permitía llevarlo a tirones entre la multitud hacia la pista de baile. Los músicos acababan de empezar un entusiasta vals.

– He visto su destreza en la pista de baile, señor; estoy preparada para ser impresionada.

Jason le sonrió, la sujetó firmemente y la hizo girar en amplios círculos durante casi cinco minutos. Hallie estaba jadeando cuando él finalmente disminuyó el paso.

– Eso fue bastante maravilloso, Jason.

– Mi padre nos enseñó a James y a mí que una dama siempre perdonaba a un caballero hasta por el más estúpido comentario si él bailaba bien.

La hizo dar vueltas, evitando hábilmente a los demás bailarines hasta que ella estuvo riendo.

CAPÍTULO 25

Cuando Hallie recobró el aliento, dijo:

– Tu padre debe tener razón. No te he llamado idiota ni una vez desde que nuestros pies comenzaron a moverse. Oh, cielos, creo que las damas están rodeando a James también. ¿Ustedes dos nunca estarán a salvo?

– James dijo que verdaderamente agradece estar casado con Corrie. Dijo que ella lo protegía, como te contó la abuela.

– Me pregunto si Corrie alguna vez teme que le disparen. Oh, cielos, no creo que lord Renfrew esté feliz de que estés aquí, Jason. Quería bailar conmigo, sabes. Te está ofreciendo una mirada notablemente desagradable. Ah, bien, ha pedido bailar el vals a esa muchacha de cabello negro. Qué alivio.

– Ella le está batiendo las pestañas -dijo Jason. -No lo hace bien, pero aún es joven. Aprenderá.

– Yo creo que lo hace bastante bien. Ah, tú eres muy cortés. Eso tendría sentido si un caballero quisiera tener éxito con las damas. Sin embargo, tú podrías bailar como un patán y no haría ninguna diferencia.

– Estaba pensando lo mismo de usted, señorita Carrick. -Jason le ofreció una sonrisa de dientes blancos y la hizo girar hasta que Hallie hubiese declarado bajo juramento que volaba a cinco centímetros del suelo. Cuando volvieron a disminuir el paso un poco, él dijo: -No puedo imaginar porqué lord Grimsby, es el caballero mayor parado junto a la dama con la enorme pluma de avestruz, haría un baile especialmente para lord Renfrew.

– No tiene sentido para mí. Conocí a lord y lady Grimsby; simplemente no te percataste. Me dijeron cómo lord Renfrew sólo podía hablar de mi gracia y encanto. Las náuseas casi me ahogaron. Tú, desafortunadamente, no estabas disponible para impedirlo. Estabas rodeado por demasiadas admiradoras. Parece que todos te extrañaron, Jason.

– Es bueno ver a viejos amigos.

– Sabes, lord Grimsby me estaba observando, no con una mirada de flirteo, créeme, sino una mirada calculadora… tal vez para evaluar si yo serviría o no.

Jason dijo lentamente:

– Me pregunto si tu lord Renfrew tiene algún tipo de control sobre lord Grimsby. Tendré que preguntarle a mi padre. Él sabe todo, lo cual es extraño, porque se rehúsa a oír chismes, pero igualmente la información encuentra el camino hasta sus oídos.

Hallie sólo podía mirarlo atónita.

– Te diré, Jason, estoy acostumbrada a ser inundada de elogios, pero no al punto de las damas que intentan arrinconarte. Es, naturalmente, igual con mi padre. Quizás aun más.

– No has notado a todos los caballeros salivando, Hallie. Por eso es que intenté mantenerte cerca, para protegerte.

Ella se rió, no pudo evitarlo. Él la hizo dar más y más vueltas.

Cuando el vals finalmente llegó a su fin, una vez que ella pudo tomar aire suficiente, dijo:

– Otro baile, por favor, señor. Lo haces muy bien.

– Muy bien, pero no un tercer vals hasta mucho más tarde, Hallie. No quiero que tu reputación sufra.

A ella no le importaba, pero consintió. Después del segundo vals, Jason la dejó al lado de Angela. Se volvió hacia su abuela, hizo una reverencia formal.

– Milady, ¿se dignaría a bailar un vals con un nieto que, en tres ocasiones diferentes, robó sus bollos?

La vieja dama le golpeó el brazo con su abanico y le regaló una enorme sonrisa.

– Ah, lo sabía, siempre lo supe. Llévame a la pista, muchacho.