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Alex Sherbrooke no podía creer lo que veía. Se aferró a la manga de su esposo.

– Douglas, cielos, no creí que la vieja bruja pudiera moverse tan vivamente.

– Una palmera enmacetada se movería vivamente si bailara con uno de mis hijos -dijo Douglas.

En realidad, lady Lydia estaba balanceándose en su lugar, con Jason sonriéndole, sosteniéndola tan dulcemente como haría con uno de sus sobrinos, diciéndole que ese tono particular de amarillo pálido era perfecto para su tez. La vieja dama se pavoneó.

– Siempre quiso más a Jason. -Alex suspiró. -Por muchas veces que aún quiera patearla, se ve encantadora, y tan feliz. ¿Por qué no puede ser feliz todo el tiempo? ¿Por qué nunca puede sonreírme así?

– Ríndete, querida -dijo Douglas, y la llevó a la pista de baile. -No dudo que cuando finalmente muera el próximo siglo, seguirá insultándote de la cabeza a los pies, sea Cielo o Infierno. Con todos los seis dientes que le quedan bien a la vista. ¿Crees que aún tendremos algunos dientes cuando tengamos su edad?

– Oh, cielos, Douglas, no deseo contemplar ese pensamiento en este momento. Milord, baila usted con tanta gracia como siempre.

– Más de tres décadas de inspiración mantienen la elasticidad en mis pasos -dijo Douglas.

Una hora más tarde, toda la familia Sherbrooke estaba sentada en tres mesas en el encantador comedor lejos del salón de baile, comiendo bocaditos de camarón, bebiendo champagne, y deleitándose con el increíble pan de olivas de la cocinera de Grimsby, una receta que ella afirmaba que había venido de Sicilia, de su abuela, la vieja Maria Teresa. Se oyó decir a lady Grimsby que toda oliva en un radio de treinta kilómetros estaría residiendo en las barrigas de sus invitados antes de que la noche hubiese terminado.

– Padre -dijo Jason, -dime porqué lord Grimsby está dando un baile en honor a lord Renfrew.

– Hmm. Lord Renfrew parece un hombre bastante agradable, pese a su necesidad de ser disparado -dijo Douglas, casi suspirando por otro mordisco del pan de olivas. -Pero el hecho es que lord Grimsby y el tío de Elgin, Bartholomew Sloane, eran primos hermanos por parte de madre. Crecieron juntos. Uno de los hijos de Barty murió en Grecia aproximadamente diez años atrás. Grim me dijo que el muchacha viajaba con lord Byron.

Hallie dijo:

– Milord, quizá una gran fiesta de cena con whist más tarde sería más apropiado que un baile. ¿Por qué lord Grimsby pasaría por este tipo de gasto por el hijo de su primo?

– Ah, esa es una pregunta excelente -dijo Douglas. -¿No escuché que luego de que usted echara a lord Renfrew, Hallie, él se casó con una muchacha en el norte? ¿El padre de ella era un comerciante rico o algo así? ¿Y ella murió?

– ¿Cómo sabía eso, señor? Juro que jamás se lo dije a nadie.

Douglas se encogió de hombros mientras manoteaba la última rodaja de pan de oliva del plato de su esposa.

– Y ahora él no tiene dinero. Todo tiene mucho sentido, ¿no lo creen?

– ¡Pero estoy viviendo con Jason!

Hubo sólo un momento vacío de silencio horrorizado.

– Eres su socia, Hallie -dijo Corrie. -No eres su amante.

– Por supuesto que no soy su amante -dijo Hallie. -Soy demasiado rica como para ser la amante de cualquier hombre.

– Sea como fuere -dijo Douglas, -parecería que Elgin Sloane desea ver si puede volver a engancharte, querida.

– Pero descubrí que se casaba conmigo por mi dinero, milord. ¿Sabe qué más estaba haciendo? Se estaba acostando con otra mujer.

– No tan alto, Hallie -dijo Alex, palmeándole la mano.

Corrie dijo:

– Eso no tiene mucho sentido, ¿verdad? ¿Estaba haciendo ambas? ¿No tiene un cerebro en funcionamiento?

Hallie dijo:

– Debe haber pensado que podía salirse con la suya.

– Todas las muchachas excepto Corrie son estúpidas a los dieciocho años -dijo la suegra de Corrie. -¿Sabías que salvó la vida de James?

– Tiene más agallas que cerebro -dijo James.

Hallie comentó:

– Bueno, no, y me gustaría oírlo todo sobre eso. ¿Acaso lord Renfrew no vio bien a Jason, señor? ¿El hombre es ciego?

Jason descartó sus palabras.

– Cree que soy pobre, celoso de mi hermano y un poco bufón. -Jason sonrió. -Fue una visita bastante agradable la que tuve con él, en realidad.

– Eres travieso, muchacho mío -dijo lady Lydia, mirando fijamente el bocadito de camarón que yacía en el centro del plato de su nuera.

Quería ese bocadito de camarón. Alex lo sabía. Clavó todo el bocadito en su tenedor y lo llevó a su boca. Entonces, maldiciéndose a sí misma, lo cortó a la mitad y dejó un pedazo en el plato de su suegra.

Lady Lydia miró de reojo el medio bocadito de camarón.

– Apuesto a que lo lamiste, ¿cierto? Lo hiciste muy rápido para que yo pudiera ver sólo la sombra de movimiento, para que yo supiera lo que hiciste, pero no pudiera comprobarlo. Y por eso es que me lo diste. Quieres que Douglas crea que eres desinteresada, pero lo lamiste.

– Sí -dijo Alex. -Lo lamí.

Se quedó mirando a la vieja hasta que ella se comió el bocadito.

– Sabía raro -dijo lady Lydia mientras dejaba su tenedor. -No conozco tu sabor particular como lo conoce mi pobre hijo, pero…

– Madre -dijo Douglas, su voz lo suficientemente helada como para congelar el champagne, -si Alex lamió el bocadito de camarón, te traerá suerte.

– Con todo este baile, debo mantener mis fuerzas -dijo la condesa viuda.

Su querido hijo dijo:

– Tienes más fuerza que dos toros premiados, madre. Eres bastante excepcional.

Angela puso los ojos en blanco.

– Lydia, ve a visitar Lyon’s gate mañana. Tú y yo podemos supervisar a la cocinera haciendo bollos de nuez. Dijiste que aún no lo hace bien.

– Son apenas comestibles -dijo lady Lydia.

– Mantendremos a Jason fuera de la cocina, para que no se distraiga.

– Uno no puede esperar todo -dijo Hallie. -Su nalga de ternera en estofado es extraordinaria, al menos cuando Jason está sentado a la mesa en la cena. Eso me hace pensar que simplemente hay que parar a Jason en medio de la cocina mientras ella hace los bollos de nuez. Serán celestiales.

– Hmm -dijo Angela. -Hallie tiene un buen punto. El único problema es que ella probablemente se desvanecerá.

Jason se ahogó con su champagne.

– Tienes razón -dijo Hallie. -Simplemente debes decirle que los bollos de nuez son la delicia favorita del amo Jason. Serán ambrosía. Estoy dispuesta a apostar por eso.

Lady Lydia dijo:

– ¿Su cocinera se desvanece? Qué extraño de su parte.

– ¿Por qué diablos se desvanece esa mujer? -preguntó Douglas.

– Es su condenado hijo, señor -respondió Hallie.

Corrie dijo:

– ¿Cuánto te gustaría apostar, Hallie?

– Usa tu cabeza, Corrie. Jason es la viva imagen de James.

– Oh. Soy una estúpida. Olvida la apuesta. Tenemos un cocinero hombre y, déjame decirte, ni una sola vez se ha desvanecido cuando nos ha visto a mi suegra ni a mí.

Hubo risas entonces.

– Qué agradable encontrarlos a todos juntos -dijo lord Grimsby desde el costado de Douglas. -He traído otra hogaza de pan de oliva para ser bienvenido a unirme a ustedes, y mi querido Elgin también.

CAPÍTULO 26

– Encantado -dijo Douglas, y vio a los sirvientes mover tiernamente y con cuidado dos sillas a la mesa.

Se preguntó mientras los observaba porqué un hombre no podría llevar su propia silla a la mesa. Sabía bastante bien que así es como eran las cosas, pero eso no le gustaba mucho. Nunca más, decidió, permitiría que otra persona le alcanzara una maldita silla.

– Mi esposa dijo que era la última hogaza. Dijo que la usara sabiamente.

Lord Grimsby hizo una reverencia y presentó la hogaza a Douglas.

Hallie quería escupir. Lord Renfrew le sonrió mientras decía: