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Jason sonrió ante el recuerdo, flexionó los dedos sin pensarlo conscientemente.

– Debería haber esperado hasta que se le quitara la borrachera. Hubiera sido más divertido.

– Así es -dijo Hallie. -Nadie irá en nuestra contra más de una vez.

– Santo cielo, señorita Hallie -se oyó que Martha susurraba mientras caminaba entre su ama y la señorita Angela al subir las escaleras, -esto es tan emocionante. ¿Usted… usted cree que tendrá que recurrir a alguna de esas medidas desesperadas de las que el amo Jason estaba hablando?

– Es posible -dijo Hallie, tan seria como una monja blandiendo un látigo de tres puntas.

– Y su… su rodilla, señorita Hallie. Quiero saber todo sobre su rodilla.

– Ese pensamiento haría que la sangre de un hombre se moviera velozmente en el corazón de un hombre, ¿cierto? -dijo Angela, mientras palmeaba suavemente el muy femenino encaje blanco sobre su busto.

CAPÍTULO 27

Charles Grandison dijo:

– Quiero comprar a Piccola. Es magnífica. Te pagaré bien por ella, Jason.

– No es mi yegua, no puedo venderla.

– Ah, así que la señorita Carrick es su dueña. Una dama disfruta de tener cosas agradables…

– He notado que los caballeros también disfrutan de las cosas agradables -dijo Hallie, apareciendo por la esquina.

Jason pensó que ella caminaba como un muchacho con más arrogancia que cerebro. ¿Qué pensaría Charles de eso? ¿Qué diría si se daba cuenta de que su vestido realmente era un par de pantalones de piernas anchas? Ah, y el brillo en sus botas.

Hallie palmeó la frente de Piccola mientras ella le hocicaba una zanahoria en la palma de la mano.

– Ganará muchas carreras más para mí antes de retirarse, milord. Desafortunadamente, no tenemos caballos para vender en este momento. No hemos estado tanto tiempo en el negocio.

Jason dijo:

– James y Jessie Wyndham vendrán de visita en agosto. Nos traerán animales que ellos mismos han seleccionado.

– Sí -dijo Hallie. -Venga a vernos en septiembre.

– Lo haré -dijo Charles. -Me interesará ver qué considera buena cría y linaje de carreras un norteamericano. Ah, señorita Carrick, lord Brinkley me contó sobre el brillo en sus botas. Dijo que su hombre, el viejo Fudds, todavía no lograba hacerlo bien.

– Práctica -dijo Hallie.

– He descubierto que esa es la verdad de la mayoría de las cosas -dijo Charles, y se volvió hacia Jason. -Has comenzado bien, Jason.

– Gracias -dijo Hallie.

Charles Grandison se rió.

– Me gustaría conocer a este mayordomo misógino que robó el sombrero y el bastón de Elgin.

Fue más tarde, con el agradable té y el pan de jengibre de la cocinera, que Hallie preguntó:

– Lord Carlisle…

– Llámeme Charles, por favor.

Ella sonrió e inclinó la cabeza.

– ¿Usted y lord Renfrew se conocen hace mucho tiempo?

– Elgin es loco por los caballos -dijo Charles. -Me ha pedido que lo ayude a comprar caballos de calidad.

– Es una empresa costosa -dijo Jason, y masticó una pasa que la cocinera había puesto en el pan de jengibre.

– Oh, ¿crees que Elgin no tiene suficientes libras en sus bolsillos?

– Realmente no lo sé -dijo Jason. -Ni realmente me importa.

– Supongo que le contó a Jason, señorita Carrick, que a lord Renfrew le gustaría mucho casarse con usted.

– No, no le dije eso. ¿Por qué lo haría?

– Él es su socio, señora. Si fuese a casarse con lord Renfrew, bueno, entonces sería él quien trataría con Jason y sus caballos.

– No me había dado cuenta de que el matrimonio iba de la mano con la incompetencia. ¿El matrimonio me volvería estúpida, entonces?

– Una dama tan encantadora como usted podría ser tan estúpida como un orinal y no importaría.

Jason, en medio de un trago, escupió el té fuera de su boca y comenzó a toser. Hallie fue hasta él y lo golpeó fuerte en la espalda. Él finalmente recobró el aliento. Y le sonrió.

– Ah, gracias por el bruto auxilio.

– Tengo cuatro hermanos menores. Uno siempre está preparado para hacer cualquier cosa, incluyendo cauterizar una herida. Ahora, lord Carlisle, acerca de lord Renfrew.

– Charles, por favor.

Hallie tomó su taza de té y lo saludó, y una vez más inclinó su cabeza.

– Supongo que lord Renfrew no le pidió que venga a Lyon’s gate para, eh, ablandarme un poquito.

– Apenas conozco al caballero.

– Usted y él tienen la misma edad -dijo Hallie.

– Seguramente él es mayor.

– No lo creo, a menos que me haya mentido. Creo que lord Renfrew tiene treinta y un años.

– Hmm. Sí, Elgin mintió. Es una cosa desagradable, la mentira, pero algunos se sienten obligados a hacerlo, especialmente cuando la joven dama está en sus años tiernos.

– Ya no soy tierna, señor.

Una muy apuesta ceja oscura se elevó. Charles miró hacia Jason y de regreso a ella.

– Debe cuidarse, señorita Carrick, este joven caballero aquí es conocido por sus proezas con el bello sexo. Tierna o no, nunca ha importado. Bien, las historias son legendarias sobre…

– He estado lejos durante cinco años, Charles. Las leyendas están bien muertas.

– Pero algunas nuevas han comenzado en Baltimore -dijo Hallie. -Tantas mujeres corriendo hacia él bajo la lluvia, chocando paraguas.

Charles estalló en carcajadas.

– Buen Dios, puedo imaginarlo.

Hallie dijo:

– Yo misma, señor, salvé a Jason de un grupo de entusiastas damas en el baile anoche. Su estrategia, una encantadora cuña estrecha liderada por una muy decidida damita, era excelente, pero yo fui más rápida.

Jason se puso de pie.

– Todo esto debe ser muy divertido para ustedes dos. Yo, sin embargo, tengo trabajo que hacer, trabajo que me pondrá sudoroso, sucio y completamente poco apetecible para el bello sexo.

– No para la cocinera.

La encantadora ceja de lord Carlisle volvió a subir.

– ¿La cocinera? ¿Qué es esto?

Hallie dijo:

– La cocinera se desvanece cada vez que ve a Jason. Él la ha atrapado dos veces ya, una vez ella lo llevó al piso. Cuando él está a la mesa, comemos muy bien, sin dudas. Si no, bien, tanto la señora Tewksbury como yo perdemos peso. -Jason levantó las manos en señal de frustración y se marchó. Hallie, sin pausa, dijo: -Me llevó bastante tiempo exaltarlo. Gracias por su ayuda, señor. Ahora, me dirá qué está pasando con lord Renfrew. No hay razón para que Jason tenga que sufrir otro recital de los defectos mentales y morales de ese hombre. ¿Asumo que él le contó nuestra historia?

Charles asintió lentamente.

– Me dijo que fue tonto, que no se dio cuenta del valor de la preciosa joya en su propia mano.

– Seguramente está usted inventando eso. ¿Elgin realmente dijo algo tan idiota?

– Bueno, quizá no. Es difícil saberlo, señorita Carrick, si es mejor elogiar, ablandar o escupir directamente las cosas a la luz.

– Escupa, por favor, señor.

– Sólo si me llama Charles.

– No, aún no lo conozco lo suficientemente bien. Por favor, no me pida eso hasta algún momento en la semana próxima, si es que continúa en el vecindario.

– Me hiere, señorita Carrick.

– Lo dudo. Al igual que Jason, tengo mucho trabajo que hacer.

Charles terminó su té, suspiró y se recostó en su silla, con las piernas estiradas frente a él.

– El padre de Elgin bebía, su madre tenía amantes… tuvo una familia muy difícil…

– Usted no lo justificará. Elgin Sloane es un hombre, debe ser responsabilizado por sus acciones. Que evidentemente haya creído que yo tenía menos aptitud mental que una vaca… bueno, ese es un desagradable tónico que tragar. Sin embargo, cuando descubrí la verdad, hubiese disparado una flecha a través de su garganta si hubiera tenido mi arco conmigo.