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– Yo te escuché. Vete.

– Jason, no voy a saltar nuevamente sobre ti -dijo ella, y sonaba tanto mortificada como excitada.

Se echó el cabello atrás, su espeso y largo cabello, sobre el que él no tenía intenciones de pensar, sobre cómo se sentiría frotarlo contra su mejilla, como una cortina sobre su abdomen.

– Quédate ahí, Hallie. No llevo camisa de dormir.

– ¿De veras? ¿No duermes con camisa? Sí, recuerdo que Corrie dijo algo acerca de eso. ¿Sabías que la luna está entrando a través de esa ventana, Jason? Si me acerco sólo cinco pasos más, podré…

– Si te acercas un paso más, te arrojaré personalmente por esa ventana. Es una linda caída hasta el suelo.

– Muy bien, muy bien, no me moveré de aquí. Dime, ¿intentó mi padre quebrarte el brazo?

– No, no lo hizo.

– ¿Sabes qué está pensando mi padre? No quiso decirme nada, me palmeó la mejilla, me deseó buenas noches y se marchó. Y yo que lo he conocido toda mi vida.

– Te vi deslizar el pie hacia delante. Retrocede, Hallie.

Ella dio un muy pequeño paso atrás. Jason vio que estaba descalza.

– Si mi padre no te golpeó, entonces sé qué es lo que quiere, Jason, pero créeme, no tienes que aceptar. Lo que sucedió fue mi culpa, se lo he dicho más de una docena de veces. Él no dice nada, sólo mira con paciencia. Desearía que creyera que no es posible que nadie lo sepa. Simplemente es como si no hubiera pasado. Puf, desapareció.

Jason suspiró.

– Nada desapareció. Él es tu padre. Es hace toda la diferencia del mundo. No creo que vaya a haber ninguna elección aquí, Hallie. -Jason rió brevemente. -Al menos nuestra cuestionable sociedad habrá terminado.

– No, no lo digas. Quería disculparme contigo por lo que hice, aunque no recuerdo haber pensado absolutamente nada mientras lo hacía.

– Generalmente son los caballeros quienes pierden el juicio y sólo pueden pensar en dejar a la mujer tumbada de espaldas.

– Yo no llegué tan lejos -dijo ella. -Quiero decir, no tenías camisa y eso me dio mucho en qué pensar. Cuando mi mano hizo esa muy breve incursión por tu pecho, bueno, quizás sí pensé que sería muy agradable quitarte los pantalones. -Hallie se quedó callada, dio un paso al costado. -Ahora no tienes pantalones.

Él se sentó.

Ella se quedó mirándolo atentamente.

Jason subió la sábana a su alrededor, luego una manta sobre sus hombros, uniéndola sobre su pecho, como un chal.

Alec Carrick dijo desde el umbraclass="underline"

– Hallie, no puedo creer que estés aquí. ¿No tienes absolutamente nada de sensatez?

– ¿Eres tú, papá? Oh, cielos, creo que sí. No estoy tocándolo. Ves, estoy al menos a dos metros de su cama.

– ¿Contaste los malditos metros?

– Bueno, sí, quizá lo hice, y qué tan rápido podría cubrir esos metros si corriera. Papá, sólo estoy aquí para hacer que Jason me diga qué le dijiste. Ves, él está todo tapado. Está a salvo.

Alec Carrick se rió, no pudo evitarlo.

– Vas a hacerlo huir de su propia casa si no tienes cuidado, Hallie.

– Él ha estado escapando últimamente -le dijo a su padre. -Estábamos hablando y entonces él se marchaba y no regresaba hasta el amanecer. La otra noche supe que era el amanecer porque estaba casi despierta, y se lo dije.

– Ya veo -dijo Alec Carrick. -¿Con cuánta frecuencia se marcha así simplemente Jason?

– Se ha ido una media docena de veces. Nunca una advertencia, se levanta y se va.

Jason quería arrojarla en el bebedero.

– Milord, aquí nunca hubiese sucedido nada, absolutamente nada.

– Te creo. Así que te marchabas, ¿verdad? ¿Cuánto tiempo crees que hubieras podido seguir haciendo eso, Jason?

Jason se sentía como un tonto. Estaba desnudo en la cama -su cama- ocupándose de sus asuntos, y ella lo perseguía, y ahora su padre lo miraba con una buena cantidad de entendimiento y resolución.

Dijo lentamente:

– ¿Tal vez podríamos hablar en la mañana, señor? Tomar decisiones, hacer arreglos, ese tipo de cosas.

– Sí -dijo Alec. -Eso estaría bien.

Tomó la mano de su hija y la arrastró fuera del dormitorio de Jason.

– ¡Esperen! ¿Qué está pasando aquí? ¿Qué quieres decir con “decisiones”? Escucha, ¿sólo porque Jason abandona la casa muchas veces quieres hablar de acuerdos? No, no lo haré. No deseo casarme, te lo he dicho una y otra vez, papá. Mira a lord Renfrew. Me estremezco al pensar en él. ¿Puedes empezar a imaginar cómo hubiesen sido sus hijos? Papá, ¡no lo haré! ¿No te dijo Jason que él tampoco quiere casarse? Lo hirieron realmente, papá, muchísimo, no apenas como a mí. Esto no puede suceder.

Alec Carrick cerró silenciosamente la puerta de la habitación.

Jason, totalmente despierto, sabiendo que se enfrentaba a su condena y sin ver esperanzas, saltó fuera de la cama, se vistió rápidamente y en cinco minutos estaba montando a Dodger lejos de Lyon’s Gate.

Hallie estaba sentada en su ventana y volvió a preguntarse adónde iba.

CAPÍTULO 31

Corrie estaba soñando con el día en que finalmente diera a su abuela política su merecido, y era un escarmiento enérgico, perfectamente satisfactorio. En su sueño estaba allí parada, con las manos en las caderas, mirando fijamente a la vieja bruja quien, por primera vez en su vida, no tenía nada para decir. Algo se movió en el fondo de su mente. El sueño se plegó en un instante. Algo volvió a moverse.

Los ojos de Corrie se abrieron de golpe. Había oído algo que no pertenecía a su dormitorio. ¿Qué era? Vio una sombra en la ventana. Oh, Dios, alguien estaba intentando meterse. James gruñó en su sueño mientras ella salía de la cama. Corrie vio otro movimiento. Tomó el atizador de la chimenea y gritó mientras corría hacia la ventana:

– ¡Maldito infierno! Una mujer baja la guardia, incluso tiene un sueño agradable, y miren lo que sucede… un maldito hombre está trepando a su dormitorio, sin invitación. ¡Entre y sea rápido, o le daré un tortazo en la cabeza!

James despertó bruscamente.

– Corrie, ¿qué diablos sucede?

– Calla, Corrie, soy sólo yo, Jason. No me abras la cabeza con esa condenada cosa.

Corrie bajó el atizador, con el corazón aún palpitando frenéticamente.

– ¿Jason? ¿Eres tú? Tenemos puertas. ¿Qué haces entrando por nuestra ventana?

– Quiero hablar con James. No quería despertar a todo el mundo.

Corrie ayudó a Jason a entrar al dormitorio, y arrojó la bata a su esposo. Retrocedió, mirando a su cuñado.

– ¿Qué ha sucedido, Jason?

Él se pasó los dedos por el cabello.

– Escucha, Corrie, no quiero ser grosero, pero realmente necesito hablar con James.

– Pero no me has dicho nada…

James estudió el rostro en sombras de su hermano, su expresión de desesperación. Sintió una horrible alarma.

– Cariño, Jason y yo iremos al estudio. Vuelve a la cama.

Con James llevando una vela encendida, los gemelos descendieron por la amplia escalera, por el extenso corredor, hacia el lado este de la casa y dentro del estudio. James sirvió un brandy para cada uno.

Jason tomó un trago y dejó su copa.

– El padre de Hallie está en Lyon’s gate.

James dijo:

– Sí, nos visitó aquí primero, dijo que quería sorprender a Hallie. Es muy encantador, y un hombre que apuesto que tiene pocos que se le opongan.

– Sin dudas sorprendió a su hija. Y a mí. Entró en el establo y vio a su hija encima mío. Yo me había quitado la camisa para trabajar.

– Ah, bueno, eso es, ¿verdad? ¿Cuándo se realizará la boda?

– Probablemente tan pronto como el barón pueda arreglarla. No hicimos nada, James. Yo, en particular…