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Lady Grimsby la miró de arriba abajo.

– No me importa si sus botas son brillantes, señorita Carrick, no puede seguir viviendo en esta casa con un hombre que no es su esposo.

– Entonces, si me casara con lord Renfrew, ¿él también se mudaría aquí?

– Bien, en cuanto a eso, no lo sé. Tal vez simplemente haría que Jason Sherbrooke se marche y asumiría el manejo de la caballeriza.

– Jason no venderá, lady Grimsby. Si yo fuera lord Renfrew, pensaría seriamente en sentarme frente al hermoso rostro de Jason Sherbrooke cada mañana en la mesa del desayuno.

– Elgin se ocupará de que eso no suceda. Es mayor que Jason Sherbrooke, se ocupará de él, ya verá.

– ¿Elgin y quién más?

– No me parece divertido. Buenos días, señorita Carrick. Buenos días, Angela. Diré a Elgin que usted está preparada para oír su proposición ahora.

– Un momento, lady Grimsby -dijo Hallie. -¿Sabía que mi padre, el barón Sherard, está aquí con nosotros? Si Elgin lo desea, claro que puede hablar con mi padre.

– ¿Su padre está aquí? ¿Cuánto tiempo ha estado aquí su padre, señorita Carrick?

– ¿Por qué no le pregunta a su doncella? Ella puede preguntar a su primo. Si él no está seguro, bien, puede venir a la casa y yo le diré cómo son las cosas. Buenos días, lady Grimsby. Oh, válgame, ¿cuál es el dormitorio de lord Renfrew? Odiaría golpear en su ventana por error.

Lady Grimsby se dio vuelta mientras el lacayo se preparaba para ayudarla a subir al carruaje.

– Usted terminará mal, señorita Carrick. Esta ligereza no presagia nada bueno para el futuro de una dama.

Lady Grimsby subió a su carruaje. El cochero miró afligido a Hallie mientras cerraba suavemente la puerta de su ama.

Hallie oyó el silbido de Jason llegando desde los establos y oyó la voz de su padre.

Exclamó:

– Jason, ¿tenemos una linda y alta escalera?

CAPÍTULO 32

Jason atrapó a Hallie escuchando a hurtadillas, con la oreja presionada contra la puerta de la salita.

Ella no actuó avergonzada por ser atrapada, más bien sonrió, le hizo señas para que se acercara y susurró:

– No puedo creer que realmente haya tenido tanto descaro al punto de venir aquí a enfrentar a mi padre. -Miró a Jason de reojo. -Hmm. Tal vez juzgado mal al pobre Elgin.

– ¿Regresó? -dijo Jason. -Lord Renfrew debe necesitar muchísimo el dinero.

– Ah, ¿entonces no crees que su valentía se deba a que se ha enamorado perdidamente de mí?

– No.

Ella suspiró.

– Al menos en su caso la verdad no duele.

Siete minutos más tarde, Hallie se apartó de un salto de la puerta. Tres segundos más tarde, lord Renfrew, viéndose tan pálido como filosófico, precedió al barón Sherard fuera de la sala de estar. Vio a Hallie parada al lado de Jason Sherbrooke, el bastardo con su rostro de ángel que no merecía, y una figura masculina que tampoco merecía. Elgin sabía que él utilizaba ambos despiadadamente para su ventaja, porque sería lo razonable. En cuanto a Hallie, esta muchacha a la que había intentado una vez más conseguir como esposa… casi se estremeció. Vestía esas ridículas botas que eran tan brillantes que él podía ver el sudor en su propia frente. Su cabello estaba azotado por el viento, y había una mancha de suciedad al costado de su nariz. Se veía desarreglada.

Le dijo:

– No sé por qué estás allí parada sosteniendo una brida.

– Está rota. Voy a arreglarla.

– Eres una mujer pese a esas brillantes botas tuyas. Puedes preparar una taza de té, pero no puedes hacer nada importante, ciertamente no una brida.

– ¿El té no es importante? -dijo Alec Carrick, con una ceja elevándose. -Nada me resulta tan inspirador como una preparar taza de té. Una cucharada de leche, nada más.

– Oh, no. Uno debe añadir limón para que el té obtenga la más selecta profundidad de sabor, no leche. Muy bien, el té es importante, pero ¿que ella arregle una brida? No, las muchachas no hacen ese tipo de cosas.

Hallie dijo:

– Puede tener razón. Claro que no pude arreglarlo a usted, ¿verdad?

– Nunca lo intentaste. Nunca me pediste que te explicara, nunca me mostraste ni un momento de compasión, simplemente me echaste por la puerta. Y ahora entiendo, según tu padre, que te casarás con este hombre que no te quiere, este hombre que te comprometió sólo porque estás aquí y estás dispuesta, y eso lo hace peor que yo.

Jason preguntó:

– ¿Cómo podría ser peor que usted?

– Nunca intenté seducirla para que quedara comprometida.

Hallie deseó poder hacer girar esa brida en sus manos y apuntar a la cabeza de lord Renfrew.

– No tuviste que comprometerme. Yo nadé justo dentro de tu red.

– Bueno, sí lo hiciste, pero eso no es lo importante aquí. Lo que es importante aquí es la hombría y el uso de la misma. Yo te hubiese hecho todas esas cosas que probablemente él te hizo, pero sólo después de que te convirtieras en mi esposa, cuando sería decente hacerlo. Podrías haberme tenido, Hallie, y toda mi devoción y mis habilidades como amante de renombre.

– Jason no me comprometió -dijo Hallie.

– Já. Es un hombre, ¿cierto? Es evidente que quería disfrutar de tu bella persona sin tener que sentarse frente a ti en la cena durante el resto de su vida.

– Como somos socios, mi presencia en su mesa es frecuente. Nada cambiaría allí.

– Yo hubiese querido sentarme frente a ti, Hallie, quizás alimentarte con trozos de mi panecillo. Él no lo desea. Está atrapado sólo porque tu padre está aquí y lo mataría si no se casara contigo.

– La mutilación podría haber sido una alternativa -dijo Alec.

Pero lord Renfrew lo ignoró.

– No puedo imaginar ser tu socio; no aguanto pensarlo. Tener que soportar tu impertinencia sin disfrutar de los beneficios de tu femenina persona por las noches… quizás, si fuera yo él, huiría de regreso a Baltimore. En cuanto a casarse contigo, es para obtener tu dinero, todos lo saben. No eres sabia, Hallie. Podrías haberme tenido con el corazón en la mano.

– Ese es un pensamiento que agita los pelos en mi nuca. Adiós, lord Renfrew. Cada vez que piense en lo que podría haber tenido, indudablemente estaré entristecida por el resto de mi vida.

– Tu padre tiene razón. No me hubieses hecho feliz.

– No dije exactamente eso -dijo el barón Sherard.

– No, papá, probablemente no -dijo ella. -Considérese un hombre afortunado, lord Renfrew. Buen día para usted.

Él sacudió la cabeza y se dijo a sí mismo mientras se ponía el sombrero sobre la cabeza, “No puedo creer que permití que Charles me convenciera de desperdiciar mi tiempo aquí”, y se marchó.

Jason se quedó mirando a lord Renfrew con el ceño fruncido. ¿Charles Grandison quería que ese estúpido se casara con Hallie? Charles nunca hacía nada sin una razón. Jason quería saber cuál era esa razón.

Alec Carrick dijo:

– Allí va un hombre que tendrá una rica esposa a final del año, quizás incluso en el otoño. Es realmente bastante creíble cuando se lo propone. Puedo ver cómo fuiste engañada, querida mía.

– Ya no. Sí me pregunto por qué vino. -Vio a lord Renfrew montar su caballo y alejarse, sin mirar atrás. Montaba bien, alto y elegante en la silla de montar. -¿Pensó que lo perdonaría por lo que hizo? ¿Fue eso lo que pensó Charles Grandison?

– Sí -dijo Angela. -Lo que no comprendo es porqué Charles Grandison quería tanto que él se casara contigo.

Jason se aclaró la garganta.

– Hola, Angela. Te mueves muy silenciosamente. ¿Estabas escuchando a escondidas por la ventana de la sala de estar? No, no me lo digas. Lord Renfrew se ha marchado y eso es lo único que importa ahora. En cuanto a Charles y su parte en esto, le sacaré su razón a la fuerza la próxima vez que lo vea. Hallie, creo que tú y yo deberíamos dar un paseo ahora.