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– Sé que duele. Lo siento. Quédate quieta, permite acostumbrarte a mí.

– Es duro.

Esa era ciertamente la verdad.

– Lo sé, pero intenta. Se pondrá mejor.

Ella seguía manteniéndose rígida, pero cuando Jason no se movió, su cuerpo comenzó a relajarse alrededor de él. Sentía que estaba profundo dentro de ella. Pronto estaba moviéndose, lentamente.

Ella se tambaleó y se quedó mirándolo, con ojos ciegos.

– Ohdiosmío, ohdiosmío, ohdiosmío, está sucediendo otra vez, Jason. Esto es demasiado, simplemente demasiado, y seguramente ambos moriremos por esto. Por favor, no te detengas.

Cuando el propio Jason gritó encima suyo, sintiendo ese delicioso y suave cuerpo de ella retorciéndose y empujando debajo suyo, estuvo feliz de no haber arruinado las cosas. Le había dado placer dos veces, bien por él. Y ambos sudaban. Muy bien por él.

Hallie yacía en la oscuridad que finalmente había tragado el día de mediados de verano no más de diez minutos atrás, y escuchaba la respiración profunda y pareja de Jason. Él había caído encima suyo, le había ofrecido una tonta sonrisa y se había dormido. Recordaba siendo pequeña cómo había dormido con su padre, y ahora se daba cuenta de lo cuidadoso que había sido de envolverla en sus mantas primero.

Dormir con un hombre, yacer desnuda con un hombre, sentirlo contra ella, con la piel de él enfriándose, con su calor interior que no disminuía, la maravillaba. Se preguntó si Jason estaba soñando, y si así era, qué estaría soñando ahora mismo. ¿Con ella?

Probablemente no. Recordó a lady Lydia, ahora su abuela política, con su vieja mano venosa palmeando ligeramente la suya mientras se acercaba, oliendo a encaje planchado y la limpia cera de limón que frotaba en la cabeza de águila de su bastón, y susurraba:

– Jason es un excelente joven. Dale lo que necesita, Hallie.

– ¿Qué cree que necesita, abuela?

– Necesita que le reavive el corazón.

¿Necesitaba que le reavivaran el corazón? ¿Qué significaba eso? ¿Que necesitaba que ella lo amara?

Lo que sentía por él, ¿era lo mismo que había sentido inicialmente por lord Renfrew? No lo creía. Esto era más profundo, más intenso, más urgente.

¿Amaba a Jason? Bueno, si era amor lo que sentía que saltando fuera de ella, no pensaba decírselo. No, se dio cuenta, apoyando apenas la mano sobre el abdomen de él, sintiendo que los músculos se tensaban inconscientemente, lo que él realmente necesitaba era confiar otra vez. Confiar en ella. Y quizás eso reavivaría su corazón.

Su nuevo suegro la aprobaba, sabía eso, y le había dicho mientras le tocaba la mejilla con los dedos en su desayuno de bodas:

– La confianza es una mercancía preciosa, frágil pero vinculante una vez que es aceptada por el corazón tanto como por el intelecto, y cuando ha cavado en lo profundo. Sé tú misma, Hallie. Todo estará bien. Mi hijo no es un estúpido.

– No -había estado de acuerdo ella. -No lo es.

Lo que era la confianza, pensaba ahora, era una mercancía esquiva.

Era una meta sustanciosa, este asunto de la confianza y el reavivar, después de lo que esa mujer Judith le había hecho cinco años atrás. Se acurrucó junto a Jason, preguntándose si estaría bien despertarlo. ¿Por qué no? él le había dicho que podía saltar encima suyo en cualquier momento. Hallie descendió con cuidado por el cuerpo de él, besando cada centímetro en su camino. Cuando lo tomó en su boca, él casi cayó de la cama, le tomó el cabello entre las manos y gimió como si estuviera sintiendo un dolor mortal.

Cuando entró en ella, todavía sin despertar del todo, ella lo abrazó, lo sintió entero profundo dentro suyo, cerró los ojos, sintió la barba de él contra su mejilla y agradeció a Dios por enviarla a Lyon’s gate ese día particular dos meses atrás.

Una vez mañana, temprano a la mañana siguiente, Hallie yacía de espaldas, jadeando en busca de aire luego del cataclismo, con los ojos casi bizcos. Sentía que podía hundirse en la cama, tal vez hundirse también hasta el suelo. ¿Qué habitación había debajo del dormitorio? No quería moverse. Abrió los ojos de golpe ante la voz horrorizada de Jason.

– ¡Dios mío, parece que te maté!

– ¿Qu… qué?

– Oh, Dios, ¿cuántas veces te tomé?

– Qué cosa extraña que dices. Tomarme… como si yo no tuviera opinión en eso.

– Hallie, no significa nada. Despierta.

– No quiero despertar ahora mismo, Jason. Mi cerebro no está funcionando bien, sólo mi boca. Por supuesto que recuerdo la última vez que tú, eh, me tomaste… sólo cinco minutos atrás. ¿Cómo puedes hablar siquiera?

– Hallie, ¿estás bien?

Él se sentó a su lado, la tomó de los hombros y la sacudió. La cabeza de ella cayó contra la almohada, y gimió.

– Siento como si me hubieran desaparecido los huesos. Déjame yacer aquí en interminable dicha, Jason. Estoy bien, debo estarlo ya que te respondí.

– Sí, pero te veías toda ridícula mientras hablabas, sonriendo como una lunática sin sentido.

Ella rió tontamente. Jason se veía agobiado. Lo vio pasarse los dedos por el cabello, acariciar su mentón barbudo. Se dio cuenta de que él ahora estaba mirándole la panza, quizás aún más abajo, y de algún modo las mantas desaparecieron. Hallie aulló, intentando subir las mantas encima suyo. Jason detuvo su mano.

– Ah, maldito sea y maldita mi cachonda persona. Perdóname, cariño, no tenía idea, quiero decir, sé que las vírgenes sangran la primera vez, pero… oh, Dios, parpadea al menos tres veces si estás realmente despierta y no sólo sonriendo de ese modo porque has vuelto a dormirte y estás soñando.

– Estoy despierta ahora, Jason. ¿Qué estás haciendo? No me mires. Por favor, es muy vergonzoso. ¿Qué quieres decir con “sangrar”?

– Tonterías, soy tu esposo. No te muevas. Voy a limpiarte. Es sólo un poquito de sangre, nada de qué preocuparse. Lamento haberte despertado esa tercera vez, Hallie.

– Fue la cuarta.

– Tienes razón, tú me despertaste la tercera vez. Soy inocente de esa. Hmm. De la segunda vez también, si recuerdo correctamente. ¿Cuatro veces? Bueno, eso es agradable, ¿cierto?

Jason se veía inmensamente ufano, pero vio nuevamente la sangre manchando los muslos de ella y palideció.

– Oh, sí -dijo Hallie. -Lo hice. No te preocupes, estoy bien. Lo estoy, ¿verdad?

– Sí -dijo él, y rogó estar en lo cierto.

Nunca había oído que una novia muriera desangrada en su noche de bodas.

Cuando fue a buscar un trapo y el cuenco de agua sobre la cómoda, ella se levantó de golpe, levantó la sábana y dijo:

– Realmente no necesitas hacer esto. Estoy bien, al menos creo estarlo. -Hizo una carpa con la sábana blanca sobre su cabeza y se miró. -Oh, cielos, quizás estoy un poquito desastrosa. Pero no creo estar muriendo. Me siento maravillosa. ¿Dijiste que se suponía que sangrara?

– Sí.

– Bien, entonces, muy bien. Dame ese trapo.

Jason vio que su mano se deslizaba debajo de la sábana y puso el trapo húmedo en su palma. Oyó a Hallie hablando consigo misma, probablemente discutiendo ambas partes de este problema, aunque no podía imaginar cómo podía haber una segunda parte. Deseaba poder descifrar sus palabras. Tenía la sensación de que si pudiera, estaría aullando de risa.

– No volverás a marcharte de la casa, ¿verdad, Jason?

– Oh, no -dijo él. -Oh, no.

Y como estaba preocupado, le quitó la sábana y él mismo se aseguró de que Hallie estaba bien.

CAPÍTULO 34

Northcliffe Hall – 10 de agosto.

Hallie ofreció una sonrisa cegadora a toda la mesa mientras decía a su suegro:

– ¿Desea saber sobre la Isla de Wight, señor? Hmm. Bueno, sí, creo que… Ventnor es bastante pintoresco. Se encuentra en la costa sudeste, creo. He enviado al duque y la duquesa de Portsmouth una acuarela de Dunsmore House para agradecerles.