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Charles Grandison saludó a Jason, pero no hizo ningún movimiento para acercarse. Lord Renfrew los miró y se rió demasiado alto. En cuanto a lord y lady Grimsby, sonrieron a Jason y Hallie porque vivían en el vecindario, se mezclaban socialmente, y el padre de Jason era el conde de Northcliffe.

Incluida en las ciento y algo de personas en la carrera Beckshire había una docena de Sherbrooke, todos allí para gritar como locos por Dodger.

– Debemos tener mucho cuidado con Dodger -había dicho Jason a Henry.

– Como usted, amo Jason -dijo Henry, -he anunciado que cualquier intento de dañar a Dodger o a nuestro jinete llevará a consecuencias desagradables.

– Como mínimo.

Henry sonrió.

– Oí que usted fue más específico que eso cuando anunció la advertencia, amo Jason.

– Sí, un poquito más. Veremos si alguien es lo suficientemente tonto como para probarme. Mantén los ojos afilados, Henry.

Jason miró la docena de caballos que se acercaban a la línea de partida, la mayoría de ellos corcoveando y encabritándose.

Ganymede de Charles Grandison pateó con su casco frontal derecho una y otra vez. Ganymede era favorito para ganar la carrera, lo cual complacía tanto a Hallie como a Jason, mientras esperaban para hacer una buena cantidad de dinero con una victoria, con las probabilidades cuatro a uno que los corredores de apuestas habían establecido. Y todo porque Dodger era desconocido. Se había hecho de un nombre en Baltimore, no aquí en Inglaterra.

Ganymede, dos caballos más allá de Dodger, continuaba con sus patadas. Jason vio las orejas de Dodger moverse adelante y atrás. No parecía ponerlo incómodo, a diferencia del enorme castrado entre Dodger y Ganymede, que ponía los ojos en blanco, su jinete intentando calmarlo y fracasando. Eso era todo, pensó Jason, el pisoteo era para intimidar.

Lamplighter, el enorme zaino pura sangre de lord Grimsby, estaba bufando tan fuerte que el caballo a su lado intentaba retroceder.

Al fin, el momento de la verdad. Lorry envió a Hallie y Jason un saludo con su fusta, se abrazó al cogote de Dodger, lo mantuvo firme y calmo, acariciándole el cuello, hablándole en voz baja, hasta que el señor Wesley gritó: “¡Ve!”

Entonces se estiró, pateó suavemente a Dodger en las costillas, tocó su fusta contra las orejas del caballo. La docena de caballos pateó, corcoveó y empujó hacia delante. Las fustas cayeron, los animales chocaron unos contra otros, intentando adueñarse del espacio, los jinetes empujaban y pateaban a los otros jinetes. El suelo estaba seco y el polvo volaba denso en el aire. Lorry, preparado, colocó un pañuelo sobre su nariz.

Dodger, como era su costumbre, mantuvo la cabeza gacha, toda su atención puesta en cubrir esa pista. Lorry, preparado por Jason durante horas, continuó aferrándose bajo sobre el cuello de Dodger, “comiendo su sudor”, e ignoró a los demás caballos.

– Mantén su cabeza gacha, Lorry -dijo Jason una y otra vez. -Sí, eso es.

Apretaba con fuerza la mano de Hallie. De pronto Jason vio un destello de plata con el rabillo del ojo, a menos de seis metros, a su izquierda, desde el grupo de robles junto a la pista. Lo había visto antes en el hipódromo Hinckley fuera de Baltimore… era la plata del cañón de un arma destellando con el sol cuando el hombre la levantó para disparar. Jason gritó a Henry, pero él no lo escuchó, con los ojos puestos en Dodger. Jason tomó una roca de buen tamaño, rezó y la arrojó. No oyó nada por encima de la ruidosa multitud, de hecho, ninguna de las personas paradas cerca suyo siquiera notó lo que había hecho, pero el cañón del arma de pronto desapareció.

– Ese fue un tiro excelente -dijo Hallie, tomando su brazo con fuerza. -Me pregunto a qué jockey iba a disparar el cobarde.

Horace, uno de los mozos de cuadra, de sesenta años, vetusto, arrugado y ágil como una cabra montesa, gritó:

– ¡Le dio! ¡Me ocuparé del sinvergüenza, amo Jason!

– Dodger está acercándose a Lamplighter -gritó Hallie. -Va a alcanzarlo, lo sé. Lamplighter es rápido, malditos sean sus ojos. ¡Corre, Dodger, corre!

Lamplighter, el gran zaino pura sangre musculoso del establo de lord Grimsby, había tomado la delantera desde el principio.

Hallie tomó la mano de Jason, gritando: “Dodger, vamos, Dodger,” una y otra vez.

– Es la cuarta vuelta. Dodger tomará su oportunidad en cualquier instante -dijo Jason, y contuvo la respiración.

El campo estaba cerca, los caballos casi uno encima del otro porque la pista era tan estrecha en este punto. Nada más que gritos, más y más fuertes, pero Jason no los oía. Estaba concentrado en Dodger y en Lorry Dale montando tan bajo sobre su cogote que casi parecían uno solo. Era hora. Adelántate, Dodger, adelántate ahora. Fue como si Lorry partiera un resorte. Dodger saltó hacia adelante -exactamente como un gato de carrera, diría Tysen Sherbrooke a todos más tarde, -y en el espacio de tres segundos no había más que siete centímetros entre él y Lamplighter. Estaba ganando, ganando, casi estaba. Pronto Dodger y Lamplighter estaban cabeza a cabeza.

Ganymede de Charles Grandison estaba remontando al costado izquierdo de Dodger. A menos que Dodger pudiera superar a Lamplighter, estaría atrapado entre los dos caballos, una treta favorita.

– Tienes que avanzar, Dodger. Corre.

– Está cabeza a cabeza con Lamplighter -dijo Jason, -Dodger tiene que adelantarlo.

Pero Dodger no había pasado a Lamplighter cuando el jinete de Ganymede logró ponerse a la par de Dodger y comenzó a presionar hacia adentro. Jason creyó que nunca volvería a respirar. De pronto Brutus, del señor Blaystock, estuvo directamente detrás de Dodger, con el sudor burbujeando de su cogote. Se veía malo, fiero y tan fuerte como el Diablo. Lord Renfrew y la jovencita gritaban como locos, el padre también, viéndose casi apopléjico. Charles Grandison se mantenía quieto, con las manos cerradas a los costados, sus ojos sobre Ganymede. Sus labios se movían.

Jason oyó gritar claramente al padre de la muchacha:

– ¡Muérdelo, Brutus, muérdelo ahora!

Elgin gritó:

– ¡No, usa tu fusta! ¡La fusta!

¿Morder? ¿Qué era esto? El caballo no podía pasar el apretón de tres, todos tan juntos, manteniendo al resto del grupo detrás de ellos, hasta que uno tomara la delantera o el caballo del medio se saliera con dificultad. El jinete de Brutus se inclinó hacia delante, y azotó con su fusta los flancos de los tres caballos. Casi perdió el equilibrio cuando golpeó a Lamplighter, pero se aferró y siguió azotando.

Lorry Dale, a diferencia de los otros dos jockeys, no miró atrás, mantuvo la cabeza gacha, siguió hablando a Dodger. Al instante siguiente, Lamplighter movió a su derecha para escapar de la fusta del jinete. Le dio a Dodger un precioso segundo y él pasó rápidamente delante de Lamplighter y Ganymede, medio cuerpo ahora. Brutus apareció entre Lamplighter y Ganymede, corriendo fuerte, más fuerte, adelantándose a ellos, con sólo Dodger en su camino ahora.

– ¡MUÉRDELO, BRUTUS!

Brutus estiró su cuello y mordió a Dodger en el flanco.

Las orejas de Dodger se achataron, su cola azotó la cara de Brutus, agachó la cabeza y corrió duro.

El jinete de Ganymede pateó al jockey de Lamplighter, su bota conectando con la pierna. Si un jinete no practicaba esto, saldría volando del lomo de su caballo con una buena patada dura, pero el jinete de lord Grimsby se aferró fuerte. Entonces el jockey de Ganymede levantó su fusta y la descendió con fuerza en las ancas de Brutus. Brutus, enfurecido, ignoró a su jinete, pateó con las patas traseras, deteniéndolo, pero erró a Ganymede, que ahora estaba a su lado, avanzando.

Dodger, corre, corre, corre.

Una vez más, Lamplighter y Ganymede aparecieron a cada lado de Dodger e intentaron volver a presionarlo hacia adentro, abalanzándose sobre él. El jinete de Lamplighter arremetió con su fusta a Lorry y luego a Dodger. Dodger gritó y se encabritó, y Jason vio a Ganymede adelantarse. Lorry parecía nervioso. Jason sabía que el golpe de la fusta debía doler. Había enseñado a Lorry qué hacer y se quedó allí, sin poder hacer nada, rogando que Lorry recordara, que actuara antes que Ganymede. Lorry Dale se paró recto en la silla de montar, pateó con la pierna izquierda y conectó con el jockey de Ganymede. El hombre salió volando. Ganymede giró frente a dos caballos y los tres se enmarañaron ante los gritos de sus jinetes al otro lado del hipódromo.